Una vez leí en referencia al deporte rey, el fútbol, lo siguiente: “Cómo no me va a gustar si el futbol es la única manera de tener un himno, un escudo y una bandera sin tener que meterse en política”. Fueron unas declaraciones con las que puedo estar de acuerdo, y puedo decir que mi pasión por este deporte no contiene contradicción alguna: me duelen los fichajes millonarios, adoraba hace bastantes años las tertulias deportivas de la radio y, desde bien joven he sido, soy y seré del RCD Espanyol de Barcelona. ¡Qué le voy a hacer si es el club de mis amores!
Es decir, no soy del equipo que se trae a los mejores jugadores, ni del que mejor juego hace, ni del que gana grandes títulos, y tampoco envidio a ese tipo de club. Reconozco incluso que los dos primeros equipos de España, el FC Barcelona y el Real Madrid, siempre me han provocado rechazo, y la razón es que no representan el fútbol con el que yo he crecido.
No me escondo al manifestar que futbolísticamente esos grandes clubs no me merecen ningún aprecio, por eso desde aquí les recomiendo a culés y merengues el tratado “Anatomía del cateto”. En realidad, siento pena por esos seguidores de los grandes equipos de España, ya que son incapaces de disfrutar del fútbol.
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