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La fragmentación del sueño altera la estructura cerebral, especialmente en mujeres

Según un nuevo estudio liderado por el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC)
Francisco Acedo
martes, 22 de julio de 2025, 10:59 h (CET)

Dormir mal puede afectar al cerebro mucho antes de que aparezcan las primeras señales de Alzheimer. Un nuevo estudio del proyecto ALFASleep, liderado por el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, y en colaboración con la Fundación "la Caixa", revela que tener un sueño de poca calidad, con mayor fragmentación, se asocia con cambios estructurales del cerebro en regiones vulnerables a la enfermedad de Alzheimer, en personas sin deterioro cognitivo e independientemente de la presencia de patología Alzheimer.

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La investigación, publicada en la revista Alzheimer's & Dementia, destaca por su robustez metodológica, realizando una monitorización objetivo del sueño y evaluaciones cerebrales multimodales, incluyendo biomarcadores de líquido cefalorraquídeo (LCR) e imágenes de resonancia magnética.

El estudio ha sido dirigido por la Dra. Laura Stankeviciute, primera autora de la investigación y el Dr. Oriol Grau, líder del Grupo de Investigación Clínica y en Factores de Riesgo por Enfermedades Neurodegenerativas del BBRC. Los hallazgos refuerzan la evidencia creciente de que la falta de sueño puede comprometer la estructura cerebral independientemente de la patología clásica de la enfermedad de Alzheimer, y las mujeres muestran una mayor susceptibilidad a estos efectos.

"Los trastornos del sueño son una característica común del envejecimiento y son aún más pronunciados en personas con enfermedad de Alzheimer. Los resultados de este estudio no sólo apoyan descubrimientos previos, sino que también revelan un patrón particularmente destacable: hemos observado cambios medibles en la estructura cerebral que se producen independientemente de los biomarcadores clásicos del Alzheimer. Esto sugiere que la fragmentación del sueño puede contribuir a alteraciones cerebrales relacionadas con la enfermedad a través de vías que no se explican únicamente por la patología establecida", explica Dr. Oriol Grau.

Un estudio que destaca por su robustez metodológica

El estudio incluyó a 171 adultos cognitivamente sanos, la mayoría con un mayor riesgo de sufrir Alzheimer, de la cohorte ALFA+, que forma parte del estudio ALFA del BBRC, impulsado por la Fundación "la Caixa". A diferencia de estudios anteriores que se basaban en informes subjetivos, esta investigación utilizó el actígrafo, un dispositivo no invasivo que rastrea los patrones de sueño en su entorno habitual durante periodos de hasta dos semanas, proporcionando una evaluación más precisa.

Los participantes también fueron evaluados con resonancia magnética cerebral y análisis de líquido cefalorraquídeo para medir las proteínas amiloide y tau, principales biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer. El uso combinado de biomarcadores objetivos de sueño y pruebas biomédicas ha permitido al equipo investigador aislar el papel independiente de los trastornos del sueño en relación con los cambios cerebrales.

Mediante la actigrafía, los investigadores descubrieron que una menor eficiencia del sueño y una mayor fragmentación se asociaban con un grosor cortical reducido al lóbulo temporal medial, entre otras áreas que se suelen ver afectadas al principio de la enfermedad de Alzheimer. Estos patrones fueron especialmente pronunciados en las mujeres, que, a pesar de dormir más tiempo de media, mostraron un vínculo más fuerte entre el sueño fragmentado y las regiones cerebrales más delgadas.

Implicaciones para la salud cerebral y la prevención

Este hallazgo se añade a un conjunto creciente de pruebas que sugieren que una calidad del sueño deficiente es un factor de riesgo modificable para los cambios cerebrales relacionados con el envejecimiento y la neurodegeneración. El estudio sugiere que monitorear y mejorar el sueño en la edad media y en la vejez podría ayudar a proteger el cerebro, incluso en individuos que aún no muestran signos de Alzheimer. Los efectos más fuertes observados en las mujeres destacan aún más la necesidad de hacer investigación específica por sexo y estrategias de prevención precoz.

"Es importante destacar que nuestro estudio es uno de los primeros en demostrar que los efectos de una mala calidad de sueño medida objetivamente difieren según el sexo, y que las mujeres muestran una mayor vulnerabilidad. Como las mujeres tienen un riesgo más elevado de desarrollar la enfermedad de Alzheimer a lo largo de la vida, identificar factores modificables como el sueño que pueden ser la causa de los cambios neurobiológicos tempranos es un paso fundamental para mejorar la predicción del riesgo y orientar estrategias de prevención más específicas", destaca la Dra. Laura Stankeviciute.

Aunque todavía no se puede confirmar la causalidad, el estudio apoya un conjunto creciente de evidencias que posicionan el sueño como marcador y posible impulsor de la neurodegeneración. Se necesitan estudios longitudinales y de intervención para aclarar si mejorar el sueño puede ayudar a mitigar la vulnerabilidad cerebral y reducir el riesgo a largo plazo de deterioro cognitivo.

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