WASHINGTON - ¿Por qué el sector financiero se lleva la tajada más grande del pastel? Una nación con un paro del 10 por ciento queda comprensiblemente sorprendida e indignada cuando las mismas personas responsables principales de la crisis económica parecen ser las primeras en recuperarse y se están sacando fabulosas remuneraciones. En Goldman Sachs, la bonificación media en 2009 roza al parecer los 600.000 dólares; en el banco de inversión JPMorgan Chase se han contabilizado en torno a los 400.000 dólares. Estas medias esconden las multimillonarias comisiones en forma de prima de los corredores y los banqueros de inversión más rentables; los subordinados obtienen sumas más modestas. ¿Son los líderes del sector financiero mucho más inteligentes y más laboriosos que el resto?
Según han reconocido, no. Prestando testimonio la semana pasada ante una comisión creada por el Congreso, los consejeros delegados de Wall Street reconocían que sus errores contribuyeron directamente a agravar la crisis. Los magnates de las finanzas pueden ser brillantes y diligentes, pero no son los únicos en serlo. Es el sector donde trabajan - no lo que son - lo que resulta tan lucrativo. Un estudio realizado entre los licenciados de Harvard concluía que aquellos que se dedican a las finanzas "ganan tres veces el sueldo de los demás licenciados con su misma media académica, en su misma horquilla demográfica y con la misma titulación", informa el economista de Harvard Lawrence Katz, co-autor del estudio.
¿Es posible que lo que hace Wall Street tenga para la sociedad el triple del valor de lo que hacen las demás ocupaciones bien remuneradas? Eso es difícil de creer. No es que Wall Street sea sólo el gran casino de la imaginación popular. Ayuda a distribuir el capital, lo que - cuando se hace bien - fomenta una economía vibrante. En 2007, las firmas de Wall Street permitieron que las empresas ampliaran un capital de 2,7 billones de dólares fruto de la venta de acciones, bonos y demás títulos. Pero en ocasiones Wall Street asigna mal el capital, como nos recuerda dolorosamente la "burbuja tecnológica" de la década de los 90 o la crisis actual. La elevada factura social (elevado paro, pérdida de ingresos) refuta la idea de que el sector de las finanzas genera constantemente un valor económico excepcional que justifica las excepcionales remuneraciones.
La explicación de los elevados sueldos de Wall Street debe residir en otro sitio. A la mayoría de nosotros se nos retribuye en función de lo que producimos, o siendo más realistas, lo que producen nuestros patronos. Por el contrario, los niveles de remuneración del sector de las finanzas están vinculados directamente a la riqueza de la nación. Los bancos de inversión, los fondos de protección, las firmas de capital privado y muchas otras instituciones financieras intercambian acciones, bonos y demás títulos según les conviene económicamente. También asesoran a mutuas, fondos de pensiones, fundaciones y fortunas privadas en cuestiones de inversión y valores.
Hay una gran diferencia entre producción anual y riqueza nacional. En 2007, el último año en positivo antes de la crisis, la producción anual (producto interior bruto) rozó los 14 billones de dólares. En el mismo año, la riqueza de las familias fue de 77 billones de dólares (5,5 veces la economía real); eso cubrió el valor de casas, vehículos, acciones, bonos y similares. La liquidación de activos físicos (principalmente viviendas) redujo la riqueza a 50 billones más o menos (3,5 veces). La deducción de la morosidad de los hogares de la riqueza empujó el patrimonio neto hasta los 35 billones (2,5 veces la renta).
La gente que se dedica a tratar de proteger o ampliar la riqueza existente se juega cantidades de dinero muy superiores incluso a las de los productores más trabajadores y altamente cualificados. Esa es la razón principal de que les pague más. Cambios porcentuales similares en la producción y la riqueza se traducen en beneficios o pérdidas en la riqueza mucho más elevadas - hasta cinco veces más utilizando las cifras de andar por casa de arriba. Muchos abogados disfrutan de la misma posición envidiable de ser remunerados en función de mejoras en la protección o aumento de la riqueza. Toman parte en fusiones y adquisiciones de participación, planificación de sucesiones, divorcios y planificación fiscal. De media, los socios de los 25 bufetes más importantes ingresaron entre 1,3 y 4 millones de dólares en 2008, según la publicación especializada The American Lawyer.
Todo esto proporciona un contexto a las polémicas salariales de hoy. Wall Street puede ser codicioso - ¿y quién no? - pero la explicación de sus elevadas compensaciones es su referencia de cálculo salarial (la riqueza, no la producción). Es por eso que es tan difícil de controlar o regular. Desde la década de los 60, el sector ha cambiado drásticamente. Por entonces, los ingresos procedían principalmente de las comisiones de compra de acciones y bonos en nombre de terceros. En 1966, las comisiones eran del 62 por ciento de los ingresos. Hoy, en su mayor parte las empresas crean y gestionan carteras para ellas y otros. En 2007, las comisiones apenas aportaron el 8 por ciento de los ingresos.
La transformación ha convertido al sector de Wall Street en la mayor fuente de inestabilidad económica. Algunos paquetes de compensación agravaron la crisis al ofrecer grandes bonificaciones si los grandes riesgos lo justificaban. Dado que el gobierno proporcionó una red de seguridad a todo el sistema, tiene excusa para imponer impuestos al sector - como propuso la semana pasada el Presidente Obama - para cubrir los gastos, como sostiene con toda razón Douglas Elliott, un ex banquero de inversiones ahora en la Brookings Institution.
Un problema generalizado es: ¿hasta qué punto debe concentrarse la sociedad en la riqueza existente en lugar de crear nueva riqueza? Los paquetes salariales lujosos de Wall Street pueden atraer a muchos miembros de lo más granado de América. "Es malo para el resto de la economía", dice el economista Thomas Philippon, de la Universidad de Nueva York, un estudiante del sector financiero. "También necesitamos cerebros fuera de las finanzas". Si eso llega a suceder, la crisis todavía puede ofrecer un consuelo en medio de tanta adversidad.
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