La sociedad española no debería normalizar lo que es una clara anomalía y una mala práctica política, como es el prorrogar por segundo año consecutivo los presupuestos. Pero, sobre todo, es inasumible el precio que está dispuesto a pagar el Ejecutivo, desde la amnistía al cupo catalán, pasando por la negociación en territorio extranjero, con tal de sobrevivir políticamente. Después de esto, va a costar mucho recuperar el crédito perdido y regenerar moralmente el noble ejercicio de la política, que debería estar siempre al servicio del bien común.
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