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Nuestro cuerpo y cada átomo del mismo están conectados al infinito, a la existencia pura, a la vida

Dar las gracias al cuerpo ayuda a mantenernos sanos

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El cuerpo físico del ser humano es el microcosmos en el macrocosmos, y este cuerpo físico envuelve al alma que es cósmica. El gran Espíritu, que es el infinito, está en nuestra alma, en cada partícula espiritual, pero también en cada célula de nuestro cuerpo físico, en cada vaso sanguíneo, en cada órgano, en cada partícula del cuerpo. Por tanto nuestro cuerpo es un poderoso campo de fuerza, una interacción armoniosa de los órganos, de las células y vasos sanguíneos. Sin embargo ¿somos conscientes de qué significa ser el microcosmos en el macrocosmos?

Nuestro cuerpo y cada átomo del mismo están conectados al infinito, a la existencia pura, a la vida. También a los ámbitos de purificación, que son los lugares donde algún día residirá el alma tras el fallecimiento del que fue su ser humano. ¿Pero cómo nos comportamos con esa maravillosa construcción que es el cuerpo físico? Normalmente sólo pensamos en nuestro cuerpo cuando nos duele algo, cuando de pronto sentimos un pinchazo en el corazón o en los pulmones, cuando nos duele el estómago, cuando el hígado no funciona del todo bien, entonces surgen nuestras dudas y emergen nuestros miedos, ¿qué será esto que me ocurre, estaré a punto de sufrir un infarto, tendré una úlcera, o será algún tipo de infección?

Pero podríamos preguntarnos si cuando nos encontrábamos bien nos acordamos en alguna ocasión de dar las gracias a nuestro cuerpo, por ejemplo a los cinco sentidos. Dar las gracias a los cinco sentidos es comunicación, es preparación, de forma que la elevada vida pueda fluir por ellos. ¿Hemos pensado alguna vez en dar las gracias a nuestro corazón, que late día y noche durante 20, 40 ó 70 años y que bombea la sangre por cada vena y cada órgano? ¿Hemos dado las gracias a nuestro órgano digestivo que acoge los alimentos tanto si se lo damos fríos o calientes? ¿Hemos dado las gracias al hígado que es purificador y prepara al cuerpo para que todo funcione de maravilla y trascurra en armonía? ¿Hemos dado alguna vez las gracias a nuestros pies y piernas que nos sostienen a lo largo de toda nuestra existencia terrenal? ¿A nuestras manos y nuestros brazos, que en unión a los cinco sentidos nos han estado ayudando a ganar nuestro sustento? Y así podríamos continuar refiriéndonos uno tras otro a cada órgano, a cada hueso, a cada tendón.

Cada componente del cuerpo está enlazado con la gran obra de la vida y nos ayuda a que nos vaya más o menos bien. Las personas deberíamos, mediante agradecimiento y pensamientos positivos, preparar al cuerpo de forma que la fuerza eternamente sanadora del amor pueda traspasarnos por completo, pues somos nosotros mismos quienes con el desamor para con nuestro prójimo bloqueamos las fuerzas del amor de Dios, que son las verdaderas fuerzas de la salud. Lo que significa que si actuamos contra la ley del amor nos castigamos a nosotros mismos, es decir castigamos a nuestro cuerpo con una indisposición, con dolores, sufrimientos e incluso enfermedades.

Dar las gracias al cuerpo ayuda a mantenernos sanos

Nuestro cuerpo y cada átomo del mismo están conectados al infinito, a la existencia pura, a la vida
Vida Universal
martes, 27 de septiembre de 2016, 01:34 h (CET)
El cuerpo físico del ser humano es el microcosmos en el macrocosmos, y este cuerpo físico envuelve al alma que es cósmica. El gran Espíritu, que es el infinito, está en nuestra alma, en cada partícula espiritual, pero también en cada célula de nuestro cuerpo físico, en cada vaso sanguíneo, en cada órgano, en cada partícula del cuerpo. Por tanto nuestro cuerpo es un poderoso campo de fuerza, una interacción armoniosa de los órganos, de las células y vasos sanguíneos. Sin embargo ¿somos conscientes de qué significa ser el microcosmos en el macrocosmos?

Nuestro cuerpo y cada átomo del mismo están conectados al infinito, a la existencia pura, a la vida. También a los ámbitos de purificación, que son los lugares donde algún día residirá el alma tras el fallecimiento del que fue su ser humano. ¿Pero cómo nos comportamos con esa maravillosa construcción que es el cuerpo físico? Normalmente sólo pensamos en nuestro cuerpo cuando nos duele algo, cuando de pronto sentimos un pinchazo en el corazón o en los pulmones, cuando nos duele el estómago, cuando el hígado no funciona del todo bien, entonces surgen nuestras dudas y emergen nuestros miedos, ¿qué será esto que me ocurre, estaré a punto de sufrir un infarto, tendré una úlcera, o será algún tipo de infección?

Pero podríamos preguntarnos si cuando nos encontrábamos bien nos acordamos en alguna ocasión de dar las gracias a nuestro cuerpo, por ejemplo a los cinco sentidos. Dar las gracias a los cinco sentidos es comunicación, es preparación, de forma que la elevada vida pueda fluir por ellos. ¿Hemos pensado alguna vez en dar las gracias a nuestro corazón, que late día y noche durante 20, 40 ó 70 años y que bombea la sangre por cada vena y cada órgano? ¿Hemos dado las gracias a nuestro órgano digestivo que acoge los alimentos tanto si se lo damos fríos o calientes? ¿Hemos dado las gracias al hígado que es purificador y prepara al cuerpo para que todo funcione de maravilla y trascurra en armonía? ¿Hemos dado alguna vez las gracias a nuestros pies y piernas que nos sostienen a lo largo de toda nuestra existencia terrenal? ¿A nuestras manos y nuestros brazos, que en unión a los cinco sentidos nos han estado ayudando a ganar nuestro sustento? Y así podríamos continuar refiriéndonos uno tras otro a cada órgano, a cada hueso, a cada tendón.

Cada componente del cuerpo está enlazado con la gran obra de la vida y nos ayuda a que nos vaya más o menos bien. Las personas deberíamos, mediante agradecimiento y pensamientos positivos, preparar al cuerpo de forma que la fuerza eternamente sanadora del amor pueda traspasarnos por completo, pues somos nosotros mismos quienes con el desamor para con nuestro prójimo bloqueamos las fuerzas del amor de Dios, que son las verdaderas fuerzas de la salud. Lo que significa que si actuamos contra la ley del amor nos castigamos a nosotros mismos, es decir castigamos a nuestro cuerpo con una indisposición, con dolores, sufrimientos e incluso enfermedades.

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