Posiblemente estemos llegando a pensamientos inequívocos y ridículos, pero como estamos en verano, de todo puede pasar y, como los calores empezaron antes de que llegara el bochorno, nuestra mente podría desvariar con asiduidad debido a esta calima que nos deja turulatos y delirando.
Yo creía que, cuando un juez citaba a una persona como testigo, en este caso, de la señora Begoña Gómez, esposa del presidente del gobierno español, la fiscalía podría entremeterse, o, mejor dicho, distraer recurriendo la decisión del juez Peinado, por presunto tráfico de influencias. La Moncloa subraya que es "el domicilio actual y el lugar de trabajo" de Begoña Gómez y "de su cónyuge", y no ve "base alguna" para citar al presidente del Gobierno. No se trata del domicilio actual, señores de Moncloa. Esta no es una oficina o agencia filantrópica. Es solamente para casos ministeriales y asuntos previstos en la Constitución. Para oficina de la señora, creo que no.
Con estas leyes contradictorias según sea su jurisdicción, nos estaremos dando en los dientes a diestro y siniestro. Toda trampa tiene su ley; lo estamos viendo la gente de la calle y los hombres de la ley difieren unos de otros. Lo hemos visto con los ERE. Al cabo del tiempo, tenemos presente y futuro con estas tres letras enredadas entre ellas, que no sabemos cómo los antiguos magnates de Andalucía han comido y gastado los millones de euros.
El presidente se vale por serlo y no acude a declarar ante el juez. Lo dice la ley. Yo me pregunto: si se tiene la certeza de que su señora no ha delinquido y no hubo tráfico de influencias, y la Moncloa no ha sido una agencia filantrópica, a pesar del calor, me voy con traje y corbata, y, además, por la puerta principal como todo españolito. A no ser que, como siempre hace en sus viajes, coja el Falcón y le pongan el aeropuerto delante del juzgado, que para eso es el presidente. Todas las cosas están sujetas a interpretación; la interpretación que prevalezca en un momento dado es una función del poder y no de la verdad (Friedrich Nietzsche, filósofo). Lo que sabía este tío, ¿verdad?
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