Un café te puede costar un euro o tres, dependiendo de lo gilipollas que seas. El café es el mismo, el sitio lo eliges tú, y ahí reside la diferencia en el precio.
Pues Obama ha decidido tomarse un café en España por varios millones de dólares, porque el tiempo que le va a dedicar a su estancia en nuestro país no da para mucho más. Y no cuesta lo mismo un viaje en clase turista que un viaje transoceánico en dos boings con sus centenas de guardias y un automóvil que solamente en vidrios gasta 15 cm de espesor.
En fin, que desde Recaredo hasta nuestros días la vida sigue igual, que cantara el mediocre portero del Real Madrid y peor cantante (y aun así multimillonario) Julio Iglesias.
Ay, la vida sigue igual. Bueno, depende de para quién, porque somos muchos los que vivimos vidas desiguales según lo que ocurra en esto que se ha dado en llamar el mercado laboral. Pero no voy a ahondar en este asunto.
¿Para qué coño viene Obama a España a tomarse un café? ¡Si ya es prácticamente un ex presidente! ¿Se habrá enterado de que en España tiene una puerta giratoria reservada para él o huye de la brutalidad de su país, que mata negros como el que come pipas? Claro, Obama es negro pero no lo bastante, está un poco como desteñido, cual Michael Jackson en sus últimos años o como el “socialista” Felipe González devenido en una especie de capitalista neoliberal, pijo y entrado en carnes, capaz de señalar con un dedo su orondo vientre y exclamar muy ufano: “¡Esto es un cementerio de corderos!”.
Pues bien, que Obama se tome su café, que pasta le ha costado y eso seguro que ayuda a la mejora del PIB de nuestro país, como las interminables fiestas marbellescas de Kashogui y compañía. Pero ese sabor acre que nos deja en los labios a los comunes el sabernos gilipollas duele.