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¿No es acaso extraño que un muerto sienta dolor?

¿Es la muerte cerebral una evidencia o una opinión?

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Qué duda cabe de que al hablar de trasplantes de órganos debemos ser conscientes que se trata de un tema que exige mucho tacto y respecto con los afectados, es decir ser prudentes al hablar sobre esta controvertida actividad médica. Ya que, si bien existen personas que han perdido un ser querido, por ejemplo un niño, y que han encontrado consuelo ayudando a otros niños a seguir viviendo gracias a la donación, también se sabe de otros casos por ejemplo unos hermanos que tuvieron grandes problemas psíquicos cuando se le extrajeron los órganos a su madre para trasplantarlos a otra persona.

Lo que no deja lugar a dudas son las experiencias personales vividas por los profesionales que han participado en una extracción de órganos las que deberían hacernos reflexionar algo más. Por ejemplo: Un anestesista británico manifestó abiertamente su apoyo al trasplante de órganos, sin embargo afirma que llevará consigo un carné de donante únicamente cuando pueda estar seguro de que, en el supuesto de serle practicada una extracción de órganos, se le anestesiará durante la misma. ¿No resulta una exigencia un tanto curiosa? Parece ser que este experto anestesista sospecha que en estado de muerte cerebral aún existe sensibilidad al dolor, lo que significaría que mientras te están extrayendo tus órganos, puedes estar sintiéndolo todo. Pero, ¿no es acaso extraño que un muerto sienta dolor?

En Suiza por ejemplo se exige la administración de anestesia general para un trasplante, pues está documentado que durante la operación es posible que aumente la frecuencia cardiaca, y que la tensión arterial pueda subir, lo que viene a decir que tales funciones están activas en el denominado muerto cerebral. Y este es justamente el punto de discusión sobre el tema de los trasplantes: que los órganos a trasplantar deben estar vivos.

En 1974 el famoso filósofo Hans Jonas había prevenido sobre el riesgo de utilizar el concepto de «muerte cerebral» como instrumento al servicio de la adquisición de órganos. Él manifestó que se debería mantener el antiguo concepto de muerte, ya que incluso en la actualidad hay dudas sobre el concepto de muerte cerebral.

En 2008 se supo cual era la postura del Consejo Americano de Ética: «La pretensión de los médicos y políticos de hacer una línea de separación entre la vida y la muerte por medio del diagnóstico de muerte cerebral es dudosa.» Y la Academia Americana de Neurología, que es responsable de los criterios del diagnóstico de muerte cerebral en Norteamérica, publicó en el año 2010 un artículo diciendo: «Los modelos de diagnóstico de muerte cerebral se basan en opiniones de expertos, pero no son una evidencia científica.» Con todo esto estimado lector, saque usted su propia conclusión al respecto.

¿Es la muerte cerebral una evidencia o una opinión?

¿No es acaso extraño que un muerto sienta dolor?
Vida Universal
martes, 28 de junio de 2016, 08:12 h (CET)
Qué duda cabe de que al hablar de trasplantes de órganos debemos ser conscientes que se trata de un tema que exige mucho tacto y respecto con los afectados, es decir ser prudentes al hablar sobre esta controvertida actividad médica. Ya que, si bien existen personas que han perdido un ser querido, por ejemplo un niño, y que han encontrado consuelo ayudando a otros niños a seguir viviendo gracias a la donación, también se sabe de otros casos por ejemplo unos hermanos que tuvieron grandes problemas psíquicos cuando se le extrajeron los órganos a su madre para trasplantarlos a otra persona.

Lo que no deja lugar a dudas son las experiencias personales vividas por los profesionales que han participado en una extracción de órganos las que deberían hacernos reflexionar algo más. Por ejemplo: Un anestesista británico manifestó abiertamente su apoyo al trasplante de órganos, sin embargo afirma que llevará consigo un carné de donante únicamente cuando pueda estar seguro de que, en el supuesto de serle practicada una extracción de órganos, se le anestesiará durante la misma. ¿No resulta una exigencia un tanto curiosa? Parece ser que este experto anestesista sospecha que en estado de muerte cerebral aún existe sensibilidad al dolor, lo que significaría que mientras te están extrayendo tus órganos, puedes estar sintiéndolo todo. Pero, ¿no es acaso extraño que un muerto sienta dolor?

En Suiza por ejemplo se exige la administración de anestesia general para un trasplante, pues está documentado que durante la operación es posible que aumente la frecuencia cardiaca, y que la tensión arterial pueda subir, lo que viene a decir que tales funciones están activas en el denominado muerto cerebral. Y este es justamente el punto de discusión sobre el tema de los trasplantes: que los órganos a trasplantar deben estar vivos.

En 1974 el famoso filósofo Hans Jonas había prevenido sobre el riesgo de utilizar el concepto de «muerte cerebral» como instrumento al servicio de la adquisición de órganos. Él manifestó que se debería mantener el antiguo concepto de muerte, ya que incluso en la actualidad hay dudas sobre el concepto de muerte cerebral.

En 2008 se supo cual era la postura del Consejo Americano de Ética: «La pretensión de los médicos y políticos de hacer una línea de separación entre la vida y la muerte por medio del diagnóstico de muerte cerebral es dudosa.» Y la Academia Americana de Neurología, que es responsable de los criterios del diagnóstico de muerte cerebral en Norteamérica, publicó en el año 2010 un artículo diciendo: «Los modelos de diagnóstico de muerte cerebral se basan en opiniones de expertos, pero no son una evidencia científica.» Con todo esto estimado lector, saque usted su propia conclusión al respecto.

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