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Etiquetas | Ada Colau | Política
En el sótano de un hotel de Madrid

Ada Colau y 20 más, a y veinte

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En la mesa de prensa se pidió un libro para regalárselo a una oradora que se demoraba: La alcaldesa de Barcelona Ada Colau.

Siguiendo el ejemplo de Miguel Ángel Aguilar en La Sala de Prensa del Congreso de los Diputados, que regaló un libro a Pablo Iglesias, con el agasajo en el Desayuno de Europa Press se pretendía lo mismo: poner de relieve la falta de respeto que significa someter a la prensa a esperas sin motivo.

La medida, como en el caso de Pablo Iglesias, era una simple protesta. Consistente, pero menos gruesa que el plante que empieza a aparecer como útil para corregir comportamientos.

Pero la espera en este caso sólo fue de unos minutos, porque la cita era a y veinte. A las nueve y veinte de la mañana estaba anunciado el desayuno que tendría como protagonista a la alcaldesa de Barcelona en el sótano del Hotel Hesperia de Madrid.

Veinte minutos antes, Europa Press había previsto el desayuno en otro hotel de la capital de España, en este caso no en un sótano, con el ministro de Justicia en funciones. Con ello, la agencia de noticias atendía los dos actos políticos de una mañana en la que, además, serían novedades la detención de Mario Conde e hijos, la aparición del nombre del ministro Soria en los “Papeles de Panamá”, y el alargamiento de la noticia para rentabilizar el viaje de Colau a Madrid con una visita al Presidente del Congreso anunciada como “simple saludo” y de la que, sin duda, se esperaba más de lo que produjo.

Pero no mezclemos acontecimientos, y dejemos que la visita de Ada Colau al Congreso “pase” como lo que fue: Una oportunidad, preparada y con intenciones fáciles de suponer, que no tuvo éxito.

Volvamos al Hesperia, donde, mientras se comentaba la convocatoria y el retraso, se esperaba el comienzo. Allí algo producía el juicio crítico de un periodista catalán molesto: “Éste no es sitio para la alcaldesa de Barcelona”.

Pero allí fue; y allí la esperaban la prensa madrileña y catalana, autoridades y personas varias afines, el filo-socialista Ángel Gabilondo, Alberto Garzón, el concejal del Ayuntamiento de Barcelona Fernández Díaz (del PP y hermano del ministro de Interior en Funciones), 15 embajadores y el bueno del padre Ángel.

Con Colau llegaron el director de Europa Press y 20 más, que un par de maliciosos definieron como: “la docena de Iglesias, él incluido” y “cohorte de fieles, con hache intercalada”, compuesta por Errejón, Expósito, Ramón Espinar, López Rodrigo, Carolina Bescansa, Xavier Domenech, Rita Maestre...

Se esperaba que la puesta en escena de Podemos, para Colau, fuera, como suele Pablo Iglesias, sorprendiendo. Pero, las noticias se redujeron a sólo tres hechos: El abrazo vehemente entre Errejón y Rita Maestre. El cuidado con que Iglesias pasaba un pañuelo de papel por la mejilla de Errejón para limpiar algo, quizá restos de efusiones con Maestre. Y unas declaraciones de Iglesias, ya acabado el desayuno, para reiterar los mensajes que dirige al PSOE y a Ciudadanos, y con los que macea a Pedro Sánchez.

La presentación de la alcaldesa tampoco dio para mucho. Se había anunciado que la hiciera Xavier Domenech, pero éste, aunque presente, cedió el lugar al periodista, de La Vanguardia de Barcelona, Enric Juliana sin que nadie explicara el motivo ni aclarara unas maledicencias que versaban sobre “celos políticos” entre Colau o Iglesias; y la conveniencia de no colocar en un brete a Domenech, “hombre de Colau” en Madrid que controla a Iglesias en el Congreso y con quien se besa.

Juliana, en su rol, aprovechó el momento para, además de hacer una exposición laudatoria de la alcaldesa y abogar por su periódico, precisar que «Barcelona es un sismógrafo que detecta movimientos, criba mucho y no se entrega nunca»

Cedido el micrófono, Colau habló como suele, con un verbo en el que las palabras salen fáciles, en un tableteo ametrallador monótono. Cabía la posibilidad, que esperábamos algunos, de que entrara a fondo en los temas que son actualidad: Situación de la coalición de la que forma parte, en un equilibrio entre “En Comú Podem”, Compromís, Las Confluencias y Podemos. “Problema catalán”, con ideas encontradas sobre la conveniencia de convocar un referéndum, contemplar el derecho a decidir; y matizar si la decisión y el referéndum ha de hacerse en toda España o sólo en Cataluña. Y la situación poselectoral, con un Gobierno en Funciones y la ronda de Conferencias de Prensa del “Coro de portavoces” que hasta ahora ha resultado inútil y cansa.

Pero Ada Colau no había llegado con esas intenciones. Sus propósitos, como quedó evidente, eran otros. Por una parte, había que potenciar su figura personal en Barcelona y la de su grupo en Cataluña frente a un centralismo que ella trató de centrar en Madrid, aunque tras él estuviera Iglesias. Por otra, debía mantener su estatus frente a Iglesias sin quemar posibilidades, ceder protagonismo, ni maltratar las figuras de sus dos hombres de confianza en Madrid: El Secretario de la Mesa del Congreso Marcelo Expósito y Xavier Domenech, el portavoz besado por Iglesias.

Por eso su parlamento y respuestas a la prensa los dedicó a “mantener posturas” sobre el derecho a decidir, a citar características de la estructura territorial del Estado (sin aportar soluciones) y a seguir la línea de su antecesor en el cargo, Xavier Trías (de CiU), en sus viajes a Madrid, encarnando, como él, la postura de lo que alguien llama “especie provinciana que busca un concepto de metrópoli muy próximo al que tiene un ternero de las ubres nutricias de mamá-vaca”.

Fruto de esa postura fueron sus «Vengo de Barcelona con 3+2 puntos en cartera», que se concretaron en 3 peticiones: Derogación de la Ley de Racionalización de las Administraciones Locales «...que es centralizadora». Apoyo a «Barcelona en infraestructuras de acceso ferroviario al puerto y Mejora del transporte de Cercanías». Y «Ayuda (estatal) para solucionar emergencias sociales...»

También la cita de 2 hechos: La realidad de Europa con la crisis de refugiados, que dio pie a la crítica «El Estado español nos está avergonzando (por no alojar inmigrantes)» Y un recuerdo al “derecho a decidir”, que produjo la frase: «Como capital de Cataluña, necesitamos desbloquear la situación entre Cataluña y España»

Para acabar, un recuerdo a Pasqual Maragall, «El mejor alcalde que ha tenido Barcelona» y algunas ideas buscando titulares: El Estado, miope, no tiene en cuenta que Europa es el continente de las ciudades. Pedro Sánchez fue a la investidura sabiendo que iba a perder y ha perdido el tiempo. Todos podemos ser más generosos y dialogantes. «Entiendo que al PSOE le asuste el cambio, pero lo que nos debe asustar más es que nada se mueva... Mejor no alimentar crispación con acusaciones... El cambio aún se puede reanimar»

En el turno de preguntas, Colau pasó de puntillas sobre los temas espinosos que se le propusieron, incluidos los nombramiento extraños en su municipio, como el de su marido. Pasado éste, no hubo para más.

Pablo Iglesias, con la raya al medio hoy ligeramente ladeada, emergió ante todos, concentró la atención, se hizo hueco ante la prensa y desplazó a la alcaldesa de Barcelona del puesto de líder que en ningún momento le otorgó.

Por la noche, al repasar la jornada, dos hechos sobresalían sobre los demás:

El saludo no protocolario del Presidente del Congreso acreditando el fracaso de una visita que se había preparado con otros fines.

Y la presencia en el sótano de un hotel de Madrid de Ada Colau y 20 más , a y veinte.

Ada Colau y 20 más, a y veinte

En el sótano de un hotel de Madrid
José Luis Heras Celemín
martes, 12 de abril de 2016, 09:19 h (CET)
En la mesa de prensa se pidió un libro para regalárselo a una oradora que se demoraba: La alcaldesa de Barcelona Ada Colau.

Siguiendo el ejemplo de Miguel Ángel Aguilar en La Sala de Prensa del Congreso de los Diputados, que regaló un libro a Pablo Iglesias, con el agasajo en el Desayuno de Europa Press se pretendía lo mismo: poner de relieve la falta de respeto que significa someter a la prensa a esperas sin motivo.

La medida, como en el caso de Pablo Iglesias, era una simple protesta. Consistente, pero menos gruesa que el plante que empieza a aparecer como útil para corregir comportamientos.

Pero la espera en este caso sólo fue de unos minutos, porque la cita era a y veinte. A las nueve y veinte de la mañana estaba anunciado el desayuno que tendría como protagonista a la alcaldesa de Barcelona en el sótano del Hotel Hesperia de Madrid.

Veinte minutos antes, Europa Press había previsto el desayuno en otro hotel de la capital de España, en este caso no en un sótano, con el ministro de Justicia en funciones. Con ello, la agencia de noticias atendía los dos actos políticos de una mañana en la que, además, serían novedades la detención de Mario Conde e hijos, la aparición del nombre del ministro Soria en los “Papeles de Panamá”, y el alargamiento de la noticia para rentabilizar el viaje de Colau a Madrid con una visita al Presidente del Congreso anunciada como “simple saludo” y de la que, sin duda, se esperaba más de lo que produjo.

Pero no mezclemos acontecimientos, y dejemos que la visita de Ada Colau al Congreso “pase” como lo que fue: Una oportunidad, preparada y con intenciones fáciles de suponer, que no tuvo éxito.

Volvamos al Hesperia, donde, mientras se comentaba la convocatoria y el retraso, se esperaba el comienzo. Allí algo producía el juicio crítico de un periodista catalán molesto: “Éste no es sitio para la alcaldesa de Barcelona”.

Pero allí fue; y allí la esperaban la prensa madrileña y catalana, autoridades y personas varias afines, el filo-socialista Ángel Gabilondo, Alberto Garzón, el concejal del Ayuntamiento de Barcelona Fernández Díaz (del PP y hermano del ministro de Interior en Funciones), 15 embajadores y el bueno del padre Ángel.

Con Colau llegaron el director de Europa Press y 20 más, que un par de maliciosos definieron como: “la docena de Iglesias, él incluido” y “cohorte de fieles, con hache intercalada”, compuesta por Errejón, Expósito, Ramón Espinar, López Rodrigo, Carolina Bescansa, Xavier Domenech, Rita Maestre...

Se esperaba que la puesta en escena de Podemos, para Colau, fuera, como suele Pablo Iglesias, sorprendiendo. Pero, las noticias se redujeron a sólo tres hechos: El abrazo vehemente entre Errejón y Rita Maestre. El cuidado con que Iglesias pasaba un pañuelo de papel por la mejilla de Errejón para limpiar algo, quizá restos de efusiones con Maestre. Y unas declaraciones de Iglesias, ya acabado el desayuno, para reiterar los mensajes que dirige al PSOE y a Ciudadanos, y con los que macea a Pedro Sánchez.

La presentación de la alcaldesa tampoco dio para mucho. Se había anunciado que la hiciera Xavier Domenech, pero éste, aunque presente, cedió el lugar al periodista, de La Vanguardia de Barcelona, Enric Juliana sin que nadie explicara el motivo ni aclarara unas maledicencias que versaban sobre “celos políticos” entre Colau o Iglesias; y la conveniencia de no colocar en un brete a Domenech, “hombre de Colau” en Madrid que controla a Iglesias en el Congreso y con quien se besa.

Juliana, en su rol, aprovechó el momento para, además de hacer una exposición laudatoria de la alcaldesa y abogar por su periódico, precisar que «Barcelona es un sismógrafo que detecta movimientos, criba mucho y no se entrega nunca»

Cedido el micrófono, Colau habló como suele, con un verbo en el que las palabras salen fáciles, en un tableteo ametrallador monótono. Cabía la posibilidad, que esperábamos algunos, de que entrara a fondo en los temas que son actualidad: Situación de la coalición de la que forma parte, en un equilibrio entre “En Comú Podem”, Compromís, Las Confluencias y Podemos. “Problema catalán”, con ideas encontradas sobre la conveniencia de convocar un referéndum, contemplar el derecho a decidir; y matizar si la decisión y el referéndum ha de hacerse en toda España o sólo en Cataluña. Y la situación poselectoral, con un Gobierno en Funciones y la ronda de Conferencias de Prensa del “Coro de portavoces” que hasta ahora ha resultado inútil y cansa.

Pero Ada Colau no había llegado con esas intenciones. Sus propósitos, como quedó evidente, eran otros. Por una parte, había que potenciar su figura personal en Barcelona y la de su grupo en Cataluña frente a un centralismo que ella trató de centrar en Madrid, aunque tras él estuviera Iglesias. Por otra, debía mantener su estatus frente a Iglesias sin quemar posibilidades, ceder protagonismo, ni maltratar las figuras de sus dos hombres de confianza en Madrid: El Secretario de la Mesa del Congreso Marcelo Expósito y Xavier Domenech, el portavoz besado por Iglesias.

Por eso su parlamento y respuestas a la prensa los dedicó a “mantener posturas” sobre el derecho a decidir, a citar características de la estructura territorial del Estado (sin aportar soluciones) y a seguir la línea de su antecesor en el cargo, Xavier Trías (de CiU), en sus viajes a Madrid, encarnando, como él, la postura de lo que alguien llama “especie provinciana que busca un concepto de metrópoli muy próximo al que tiene un ternero de las ubres nutricias de mamá-vaca”.

Fruto de esa postura fueron sus «Vengo de Barcelona con 3+2 puntos en cartera», que se concretaron en 3 peticiones: Derogación de la Ley de Racionalización de las Administraciones Locales «...que es centralizadora». Apoyo a «Barcelona en infraestructuras de acceso ferroviario al puerto y Mejora del transporte de Cercanías». Y «Ayuda (estatal) para solucionar emergencias sociales...»

También la cita de 2 hechos: La realidad de Europa con la crisis de refugiados, que dio pie a la crítica «El Estado español nos está avergonzando (por no alojar inmigrantes)» Y un recuerdo al “derecho a decidir”, que produjo la frase: «Como capital de Cataluña, necesitamos desbloquear la situación entre Cataluña y España»

Para acabar, un recuerdo a Pasqual Maragall, «El mejor alcalde que ha tenido Barcelona» y algunas ideas buscando titulares: El Estado, miope, no tiene en cuenta que Europa es el continente de las ciudades. Pedro Sánchez fue a la investidura sabiendo que iba a perder y ha perdido el tiempo. Todos podemos ser más generosos y dialogantes. «Entiendo que al PSOE le asuste el cambio, pero lo que nos debe asustar más es que nada se mueva... Mejor no alimentar crispación con acusaciones... El cambio aún se puede reanimar»

En el turno de preguntas, Colau pasó de puntillas sobre los temas espinosos que se le propusieron, incluidos los nombramiento extraños en su municipio, como el de su marido. Pasado éste, no hubo para más.

Pablo Iglesias, con la raya al medio hoy ligeramente ladeada, emergió ante todos, concentró la atención, se hizo hueco ante la prensa y desplazó a la alcaldesa de Barcelona del puesto de líder que en ningún momento le otorgó.

Por la noche, al repasar la jornada, dos hechos sobresalían sobre los demás:

El saludo no protocolario del Presidente del Congreso acreditando el fracaso de una visita que se había preparado con otros fines.

Y la presencia en el sótano de un hotel de Madrid de Ada Colau y 20 más , a y veinte.

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