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La indignación de los ciudadanos no se agotó en el grito del 15 M. Ahora estamos estragados de indignidad y callamos por impotencia ante lo que nos toca vivir y ante lo que nos cuentan. Callamos porque estamos estragados. Yo mismo he caído en ese “silencio de los coderos”, pero me empuja el asco.
No es necesario recurrir a los hornos crematorios para cometer crímenes de Lesa Humanidad y el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU considera que las políticas de la UE violan Derechos Humanos Fundamentales. Nada ha impedido la firma del acuerdo con Turquía; nos hemos acostumbrado a ver escenas del trágico impacto de estas políticas. No creo que alguien pueda sentirse indiferente, pero estamos inmersos en el mugrerío.
Es ya fuerte que el gobierno en funciones afirme que la Constitución española no prevé controles para sus tomas de decisiones y defienda la misma. Es una doble enormidad. Precisamente en el marco de este debate se publican los mensajes intercambiados entre el jefe del Estado y consorte con un presunto corrupto, López Madrid. Resulta patético, sobre todo cuando las noticias de la gravedad de la corrupción implican a los dos partidos del poder, a la Casa Real… y que pese a su magnitud y a los recortes, la justicia lleva años sin resolver.
Nuestras instituciones no ofrecen otra salida que el “silencio de los corderos”, sin embargo, los españoles hemos votado el pasado diciembre y podemos exigir a nuestros representantes en el Congreso que ejerzan nuestra representación ya.
Al cabo de los años, los momentos difíciles se van difuminando en el recuerdo. Pero aun tengo grabada en mi mente cómo los estudiantes de mi generación asistíamos, una vez pasada la Semana Santa, a un periodo de terror ante los exámenes finales que se cernían sobre nuestras cabezas.
Ha llegado a mis manos un artículo publicado por el escritor Alfredo Boccia, tal vez uno de los más virtuosos y honestos periodistas que existe en la actualidad en el Paraguay y basta leer el título del articulo para saber quién es Judas. El titulo expresa “Y se dicen amigos de Pecci”.
No somos entusiastas de la RAE, pero sí de nuestro idioma, el español. Nuestro desapego hacia la institución es por muchas de sus, para nosotros, incomprensibles decisiones. Aunque hay que resaltar su importante labor contra la moda anglicista.
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