“Soy hermano de todos los hombres, y execro a la persona que se sacrifica por una idea abstracta, nacionalista sólo porque ama a su patria con una venda en los ojos.”
Son palabras de Federico Garcia Lorca, enterrado junto a Dióscoro Galindo, símbolo de los maestros republicanos, que compartió verdugo y tumba con el poeta por defender la escuela laica, las ideas de libertad, justicia social e igualdad y a quien la República había confiado la reforma del sistema educativo.
Lorca presagió su propia muerte con el poema del prendimiento de Antoñito el Camborio “…Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir...”. Había participado en homenajes a Rafael Alberti, Valle-Inclán y Luis Cernuda. Había firmado un manifiesto junto a Antonio Machado y otros intelectuales de izquierda a favor de la Unión Universal por la Paz . El primero de mayo envió un mensaje a los obreros de España a través del seminario Ayuda y otro manifiesto antifascista poco después. Había escrito poemas contra la Guardia Civil, era amigo de Ruíz Carnero, Alberti y Fernando de Los Ríos y había expresado sus simpatías con la República.
El 23 de julio el general Queipo de Llano había vociferado en la radio:
“Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombres. De paso, también a las mujeres de los rojos; que, ahora, por fin, han conocido a hombres de verdad, y no a castrados milicianos”.
Unos días más tarde Queipo de Llano habría dado la señal definitiva a José Valdés Guzmán, gobernador civil de Granada, que autorizaba la ejecución de Lorca:-”Dale café, mucho café.”
Lorca fue acusado de “Espía ruso” y Dióscoro Galindo de “negar la existencia de Dios”.
- “Yo le he pegado dos tiros en el culo por maricón” dijo Juan Luis Trescastro Medina, en el Bar La Pajarera, el 20 de agosto de 1936, al día siguiente de su muerte.
El 12 de octubre, el New York Times publicó la siguiente nota en una columna interna con escaso protagonismo: “Consternación ha causado la muerte del conocido poeta español Federico Garcia Lorca. Aparentemente asesinado detrás de líneas insurgentes”.
La familia de Garcia Lorca se ha resistido a la apertura de la fosa de Alfacar en Granada, donde podría estar enterrado, para preservar el lugar como el cementerio que es y dejar que sólo hablen la memoria y la imagen del olivo en el barranco en el que historiadores como Ian Gibson cifran entre 1.000 y 3.000 muertos represaliados.
El derecho de su familia es poder decidir sobre ello, en cualquier momento, pase el tiempo que pase, como lo es el de otras familias recuperar memoria y dignidad con la exhumación de sus muertos.