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Análisis de Olivier de Berranger, director de inversiones y director de gestión de activos de la gestora francesa La Financière de l'Echiquier

​"Las dudas ante una próxima recesión se elevan entre los inversores"

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Las dudas ante una próxima recesión se elevan entre los inversores y, aunque todavía lo hacen de forma tenue, también constituye una tendencia innegable, a juzgar, por ejemplo, por los datos del motor de búsqueda de Google. ¿Deberíamos preocuparnos seriamente, a pesar de que las previsiones de crecimiento económico para 2022 sigan siendo muy altas (más de un 3 % en Europa y EE. UU., según el consenso de Bloomberg) y aún más favorables de cara a 2023? Existen dos razones, en parte relacionadas entre ellas, que justifican estas dudas.


El encarecimiento de las materias primas. Aumento del precio de la energía


Todavía permanece el amargo recuerdo del impacto recesivo derivado del fuerte aumento de los precios del crudo en los años 70 o, incluso, en 2008. La cuestión es primordial, sobre todo porque el conflicto ruso-ucraniano no explica, por desgracia, todo el aumento reciente. Si el conflicto fuera el único motivo, la inflación actual de la energía podría considerarse como exógena y transitoria y, por lo tanto, relativamente superable. Sin embargo, el crudo ya había alcanzado niveles elevados a principios de año, antes incluso del inicio de «la operación militar especial». La solidez de la recuperación económica posterior a la pandemia, principalmente en EE. UU., explica en gran medida los precios actuales, que no sugieren un descenso apreciable, incluso si remitiera el conflicto ucraniano.


No obstante, aunque es cierto que el conflicto en Ucrania solo ha influido ligeramente en la ya tensa situación del petróleo, sí provoca un impacto negativo en otras materias primas igualmente vitales, dado que hace que se dispare no solo el gas natural, sino también productos agrícolas esenciales, como el trigo o el maíz para los animales, y numerosos metales industriales, algunos de ellos fundamentales para dejar de depender del petróleo mediante las energías renovables, como el níquel y el cobre. Por ello, la crisis de las materias primas se ha generalizado y es más difícil de superar que una simple crisis petrolera, sobre todo porque el conflicto no parece que vaya a resolverse pronto, ni mucho menos las sanciones contra Rusia.


La diferencia entre los tipos de interés a diez años y dos años como señal de recesión


La segunda razón son los tipos de interés. La diferencia entre los tipos de interés a diez y dos años suele considerarse una señal de recesión. Esta diferencia es generalmente positiva: incluso en ausencia de riesgo de impago, como lo que ocurre con la deuda estadounidense, los tipos son de media más elevados a largo plazo que a corto, ya que siempre existe un riesgo de inflación a largo plazo. Sin embargo, a medida que los bancos centrales endurecen las condiciones monetarias, los tipos pueden elevarse más a corto plazo que a largo. Este hecho hace presagiar una ralentización económica, que a menudo se traduce en una recesión.


Esta inversión se produjo justamente la semana pasada en la curva de rendimientos de EE. UU., lo que causó un gran revuelo entre los inversores. ¿Los mercados de renta fija están descontando una recesión que los mercados de renta variable y los analistas no ven? No necesariamente. La propia Reserva Federal ha declarado en numerosas ocasiones y, de nuevo, muy recientemente, que existe otro indicador basado en los tipos más relevante: la diferencia entre las previsiones de los tipos cortos a 18 meses y los tipos cortos actuales. Este último indicador se mantiene totalmente en calma en este momento, como ocurre con un sinfín de metodologías empleadas por los bancos regionales del Sistema de la Reserva Federal, todas ellas en calma también.


Por supuesto, puede ocurrir que todos los indicadores y previsiones estén equivocados. A menudo las recesiones aparecen por sorpresa. Después de todo, las tensiones vinculadas a las materias primas son muy reales y podrían ser duraderas. Además, una parte de la respuesta depende del imprevisible conflicto ucraniano. Sin embargo, en lo que respecta a 2022, dado el actual historial de crecimiento, parece muy improbable que se produzca una recesión. El año 2023 será ciertamente menos seguro, una vez que se endurezcan drásticamente las condiciones monetarias. No obstante, para entonces habrán surgido mil nuevos riesgos, y el mercado habrá superado otros tantos.


Así pues, aunque parezca sensato tratar de anticiparse a las recesiones, puede ser en realidad un intento absurdamente ambicioso, mientras que, por el contrario, la sabiduría de los mercados que tenemos al alcance de nuestra mano asegura que, estadísticamente, si bien cuesta dinero mantener las inversiones durante las recesiones, cuesta aún más perderse los rebotes que surgen del corazón de las crisis. Podemos apostar a que, en los próximos años, el mercado le dará la razón a los inversores sabios que no hayan pecado de exceso de sabiduría.

​"Las dudas ante una próxima recesión se elevan entre los inversores"

Análisis de Olivier de Berranger, director de inversiones y director de gestión de activos de la gestora francesa La Financière de l'Echiquier
Redacción
jueves, 7 de abril de 2022, 10:29 h (CET)

Las dudas ante una próxima recesión se elevan entre los inversores y, aunque todavía lo hacen de forma tenue, también constituye una tendencia innegable, a juzgar, por ejemplo, por los datos del motor de búsqueda de Google. ¿Deberíamos preocuparnos seriamente, a pesar de que las previsiones de crecimiento económico para 2022 sigan siendo muy altas (más de un 3 % en Europa y EE. UU., según el consenso de Bloomberg) y aún más favorables de cara a 2023? Existen dos razones, en parte relacionadas entre ellas, que justifican estas dudas.


El encarecimiento de las materias primas. Aumento del precio de la energía


Todavía permanece el amargo recuerdo del impacto recesivo derivado del fuerte aumento de los precios del crudo en los años 70 o, incluso, en 2008. La cuestión es primordial, sobre todo porque el conflicto ruso-ucraniano no explica, por desgracia, todo el aumento reciente. Si el conflicto fuera el único motivo, la inflación actual de la energía podría considerarse como exógena y transitoria y, por lo tanto, relativamente superable. Sin embargo, el crudo ya había alcanzado niveles elevados a principios de año, antes incluso del inicio de «la operación militar especial». La solidez de la recuperación económica posterior a la pandemia, principalmente en EE. UU., explica en gran medida los precios actuales, que no sugieren un descenso apreciable, incluso si remitiera el conflicto ucraniano.


No obstante, aunque es cierto que el conflicto en Ucrania solo ha influido ligeramente en la ya tensa situación del petróleo, sí provoca un impacto negativo en otras materias primas igualmente vitales, dado que hace que se dispare no solo el gas natural, sino también productos agrícolas esenciales, como el trigo o el maíz para los animales, y numerosos metales industriales, algunos de ellos fundamentales para dejar de depender del petróleo mediante las energías renovables, como el níquel y el cobre. Por ello, la crisis de las materias primas se ha generalizado y es más difícil de superar que una simple crisis petrolera, sobre todo porque el conflicto no parece que vaya a resolverse pronto, ni mucho menos las sanciones contra Rusia.


La diferencia entre los tipos de interés a diez años y dos años como señal de recesión


La segunda razón son los tipos de interés. La diferencia entre los tipos de interés a diez y dos años suele considerarse una señal de recesión. Esta diferencia es generalmente positiva: incluso en ausencia de riesgo de impago, como lo que ocurre con la deuda estadounidense, los tipos son de media más elevados a largo plazo que a corto, ya que siempre existe un riesgo de inflación a largo plazo. Sin embargo, a medida que los bancos centrales endurecen las condiciones monetarias, los tipos pueden elevarse más a corto plazo que a largo. Este hecho hace presagiar una ralentización económica, que a menudo se traduce en una recesión.


Esta inversión se produjo justamente la semana pasada en la curva de rendimientos de EE. UU., lo que causó un gran revuelo entre los inversores. ¿Los mercados de renta fija están descontando una recesión que los mercados de renta variable y los analistas no ven? No necesariamente. La propia Reserva Federal ha declarado en numerosas ocasiones y, de nuevo, muy recientemente, que existe otro indicador basado en los tipos más relevante: la diferencia entre las previsiones de los tipos cortos a 18 meses y los tipos cortos actuales. Este último indicador se mantiene totalmente en calma en este momento, como ocurre con un sinfín de metodologías empleadas por los bancos regionales del Sistema de la Reserva Federal, todas ellas en calma también.


Por supuesto, puede ocurrir que todos los indicadores y previsiones estén equivocados. A menudo las recesiones aparecen por sorpresa. Después de todo, las tensiones vinculadas a las materias primas son muy reales y podrían ser duraderas. Además, una parte de la respuesta depende del imprevisible conflicto ucraniano. Sin embargo, en lo que respecta a 2022, dado el actual historial de crecimiento, parece muy improbable que se produzca una recesión. El año 2023 será ciertamente menos seguro, una vez que se endurezcan drásticamente las condiciones monetarias. No obstante, para entonces habrán surgido mil nuevos riesgos, y el mercado habrá superado otros tantos.


Así pues, aunque parezca sensato tratar de anticiparse a las recesiones, puede ser en realidad un intento absurdamente ambicioso, mientras que, por el contrario, la sabiduría de los mercados que tenemos al alcance de nuestra mano asegura que, estadísticamente, si bien cuesta dinero mantener las inversiones durante las recesiones, cuesta aún más perderse los rebotes que surgen del corazón de las crisis. Podemos apostar a que, en los próximos años, el mercado le dará la razón a los inversores sabios que no hayan pecado de exceso de sabiduría.

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