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Hay aproximaciones que deseamos fueran materializaciones

El niño atlántico, de Gabriel Vieira

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Como puede, cada quien hace las representaciones de las personas que recién conoce, que siente tener muy cerca, pero, en realidad, pueden estar a miles de kilómetros. Las representaciones son aproximaciones, a veces acertamos, otras tantas fallamos. Entre el acierto y la no precisión construimos personalidades sobre las que levantamos relaciones personales, vínculos que pueden derivar en simple coincidencia en el presente, sin embargo, son joya si fraguan en amistad.

Más o menos así ha sido mi encuentro fraternal y creciente amistad con el escritor montevideano Gabriel Vieira (1956).


Entre la certeza de su calidad humana, de su brillante sapiencia filosófica y la exageración de imaginarlo viviendo en un bosque totalmente alejado de cualquier huella de civilización urbana.

A Gabriel Vieira lo he visualizado como elfo, como si fuera Sócrates o como si se tratase de un personaje extraído de cualquiera de las novelas de J. K. Rowling.


Él solo ríe. Ríe bromeando si lo de “Sócrates” se debe a la toma de cicuta o la imagen de su residencia en un bosque sea provocado por mi estado poético permanente. Los vastos conocimientos de Vieira solo son equiparados con la admiración y cariño que siempre manifiesta hacia México y su cultura.


A Gabriel Vieira lo conocí el año pasado gracias a la labor de producción que realiza para #Poesíaalasocho el también lúcido Jorge Nández Britos. A partir de ahí y con motivo de la incorporación del autor de “Uruguaiensis”, “Urumaquia”, “Meteorológicas Primeras” y “Lautreamont S.A.”, a la emisión de #Viernesdepoesíahereje, los diálogos y los intercambios literarios han ido en aumento.


Gabriel Vieira es una especie de manantial de saber que no se agota, por si fuera poco siempre está presto a escuchar y aprender del otro. Todo esto y mucho más viene a mi mente a propósito de la reciente publicación de su novela: El Niño Atlántico (Círculo Rojo. España. 2022), cuya aparición ha sido bien recibida en las plataformas internacionales de venta de libros. Será cuestión de unos cuantos días para que ya tenga en mis manos la novela, con ello, estoy seguro que sentiré más cercano a mi querido hermano hereje.


A reserva de que usted, amigo lector, adquiera la novela de mi ilustre amigo, le anticipo las siguientes líneas que al respecto se divulgan en Amazon:


El Niño Atlántico es una obra narrativa ambiciosa, por ahora la más importante de este curioso escritor rioplatense. Estamos ante una suerte de novela cosmopolita en sus escenarios y en sus personajes. De este modo, conjugando historia, mito, relatos y reliquias, realidad y ficción, la trama enlaza las vidas de sus personajes en espacios y tiempos entrecruzados que van y vienen. En sus páginas irrumpen figuras históricas y enclaves geográficos, referencias literarias solapadas o explícitas, en una celebración del lenguaje que llamamos de literatura. Desde el Asia Menor a París, de Londres a Suiza y de la Europa Central al Estuario del Plata. Los tiempos van y vienen, como las múltiples historias que se presentan al lector. Muchos lenguajes se congregan en las páginas de El Niño Atlántico. Un arquetípico bar, un barrio, una cárcel, un músico que desaparece y un libro que se posterga y nunca llega a escribirse, tejen parsimoniosamente el relato. La aldea, el mundo y la literatura articulados en doce sólidos capítulos, que completan la esfera de un reloj deshecho a martillazos...


Hasta aquí la interesante cita. A la espera de degustar la lectura de El Niño Atlántico, aguardo los días reflexionando sobre lo que sucede cuando hacemos aproximaciones de la personalidad de quienes sentimos cerca, pero que no hemos estrechado su mano y su pecho.


Las aproximaciones son aproximaciones, las cuales quisiéramos que fueran materializaciones, como en el caso de Vieira.


El mayor de los éxitos para El Niño Atlántico. Así sea.

El niño atlántico, de Gabriel Vieira

Hay aproximaciones que deseamos fueran materializaciones
Abel Pérez Rojas
lunes, 14 de febrero de 2022, 10:05 h (CET)

Como puede, cada quien hace las representaciones de las personas que recién conoce, que siente tener muy cerca, pero, en realidad, pueden estar a miles de kilómetros. Las representaciones son aproximaciones, a veces acertamos, otras tantas fallamos. Entre el acierto y la no precisión construimos personalidades sobre las que levantamos relaciones personales, vínculos que pueden derivar en simple coincidencia en el presente, sin embargo, son joya si fraguan en amistad.

Más o menos así ha sido mi encuentro fraternal y creciente amistad con el escritor montevideano Gabriel Vieira (1956).


Entre la certeza de su calidad humana, de su brillante sapiencia filosófica y la exageración de imaginarlo viviendo en un bosque totalmente alejado de cualquier huella de civilización urbana.

A Gabriel Vieira lo he visualizado como elfo, como si fuera Sócrates o como si se tratase de un personaje extraído de cualquiera de las novelas de J. K. Rowling.


Él solo ríe. Ríe bromeando si lo de “Sócrates” se debe a la toma de cicuta o la imagen de su residencia en un bosque sea provocado por mi estado poético permanente. Los vastos conocimientos de Vieira solo son equiparados con la admiración y cariño que siempre manifiesta hacia México y su cultura.


A Gabriel Vieira lo conocí el año pasado gracias a la labor de producción que realiza para #Poesíaalasocho el también lúcido Jorge Nández Britos. A partir de ahí y con motivo de la incorporación del autor de “Uruguaiensis”, “Urumaquia”, “Meteorológicas Primeras” y “Lautreamont S.A.”, a la emisión de #Viernesdepoesíahereje, los diálogos y los intercambios literarios han ido en aumento.


Gabriel Vieira es una especie de manantial de saber que no se agota, por si fuera poco siempre está presto a escuchar y aprender del otro. Todo esto y mucho más viene a mi mente a propósito de la reciente publicación de su novela: El Niño Atlántico (Círculo Rojo. España. 2022), cuya aparición ha sido bien recibida en las plataformas internacionales de venta de libros. Será cuestión de unos cuantos días para que ya tenga en mis manos la novela, con ello, estoy seguro que sentiré más cercano a mi querido hermano hereje.


A reserva de que usted, amigo lector, adquiera la novela de mi ilustre amigo, le anticipo las siguientes líneas que al respecto se divulgan en Amazon:


El Niño Atlántico es una obra narrativa ambiciosa, por ahora la más importante de este curioso escritor rioplatense. Estamos ante una suerte de novela cosmopolita en sus escenarios y en sus personajes. De este modo, conjugando historia, mito, relatos y reliquias, realidad y ficción, la trama enlaza las vidas de sus personajes en espacios y tiempos entrecruzados que van y vienen. En sus páginas irrumpen figuras históricas y enclaves geográficos, referencias literarias solapadas o explícitas, en una celebración del lenguaje que llamamos de literatura. Desde el Asia Menor a París, de Londres a Suiza y de la Europa Central al Estuario del Plata. Los tiempos van y vienen, como las múltiples historias que se presentan al lector. Muchos lenguajes se congregan en las páginas de El Niño Atlántico. Un arquetípico bar, un barrio, una cárcel, un músico que desaparece y un libro que se posterga y nunca llega a escribirse, tejen parsimoniosamente el relato. La aldea, el mundo y la literatura articulados en doce sólidos capítulos, que completan la esfera de un reloj deshecho a martillazos...


Hasta aquí la interesante cita. A la espera de degustar la lectura de El Niño Atlántico, aguardo los días reflexionando sobre lo que sucede cuando hacemos aproximaciones de la personalidad de quienes sentimos cerca, pero que no hemos estrechado su mano y su pecho.


Las aproximaciones son aproximaciones, las cuales quisiéramos que fueran materializaciones, como en el caso de Vieira.


El mayor de los éxitos para El Niño Atlántico. Así sea.

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