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Desenredar el aire

El debut poético de Arabella Siles
Luis del Palacio
jueves, 3 de septiembre de 2015, 06:15 h (CET)
La métrica de los sueños, de los desencuentros, la métrica del mar, la métrica del aire… todo eso forma parte de la aparente asimetría de este poemario breve, intenso, duro a veces, que abre algunas puertas secretas del alma como un abracadabra que aparece y se escabulle a intervalos regulares; el haz de un faro; la linterna mágica que guía en la noche de tormenta, en la oscuridad de la luna nueva o en la calma de un verano que avanza hacia la estación de la bruma y las sirenas perdidas de los barcos.

En Arabella Siles (en ella, no en su poesía) se percibe un leve acento de su tierra, Jaén, y en sus poemas, breves y plenos, se desgrana un dolor, un estupor que puede a veces derivar en la lúcida aceptación de algo que el aire se empeñó en enredar.

He leído su libro frente al Cantábrico, un mar de galernas invernales, ahora plácido, casi amable:
Frente al vaivén de señales
que sostienen
los ángeles de espuma
movida por el viento
la cabeza de Venus
emerge del océano (p. 23)

La presentación de Desenredar el Aire en la biblioteca de las Escuelas Pías de Madrid, el pasado febrero, descubrió a una poeta que vivía entre las sombras y los claros de ese bosque imaginario por el que deambulan tantos escritores y poetas resignados, a medias, a que su obra no sea publicada. La editorial Utopía y su director, Ricardo González Mestre, produjeron el pequeño gran milagro de que estos poemas urgentes y necesarios no durmieran para siempre en un cuaderno olvidado en el fondo de un cajón. Y desde entonces han sido ya dos ferias del libro (las de Córdoba y Madrid; en septiembre lo será en Granada) las que han acogido el primer poemario de Arabella Siles

Me reuní con su autora a comienzos del verano que ya languidece y me habló de su libro, de cómo y cuándo se gestó, de lo que la impulsó a escribirlo…

“Mi idea inicial fue escribir una novela.

Imma Chacón estaba escribiendo La Princesa India, obra que comenzó justo después de la muerte de Dulce, su hermana gemela. En esa época fue cuando la conocí y le dije que me gustaría escribir una novela. Quedamos en encontrarnos los jueves para que me supervisara lo que tenía escrito. De esos encuentros nació una amistad. Nos intercambiábamos lo que cada una iba escribiendo de su novela. Y lo que ocurrió fue que me metí tanto en el proceso creativo de Imma que poco a poco me fui olvidando del mío. De eso hará unos nueve años.

A raíz de una crisis profunda me sentí raptada por la poesía -porque fue ella la que se apoderó de mí- y gracias a ella pude encontrar el camino y seguir viviendo. Es la fuente de la que he bebido para vivir. Mi dolor era casi físico, lo sentía en el corazón y no se me quitaba. El primer poema que escribí fue “La ausencia” (En la vertical/ de una luna naranja, / insistiendo,/ tu misterio. / Cubriéndolo, / mi mano. –p. 14) y poco a poco me dí cuenta de que el escribir esos poemas me daba vida. Empecé a sentirme feliz cada vez que escribía y cuando pasaban algunos días sin hacerlo me encontraba de pronto como en un pozo. Nunca antes había escrito poesía. Algunas noches me despertaba una frase; y la apuntaba sin saber muy bien por qué me había venido durante el sueño. A los pocos días escribía un poema en el que esa frase aparecía como parte esencial. He tardado un año en terminar el libro y en su presentación en Madrid hablé de mi propio proceso de búsqueda personal a través de la poesía y de que he entendido que la compañía a lo largo de todo ese proceso ha sido la profunda sensación de desengaño y la ausencia del amor perdido. Escribirlo me ha llevado a la madurez amorosa y la pérdida de la idealización del amor ha sido para mí muy dolorosa. Desenredar el aire ha sido desenredar el “yo identificado” y comprender el “yo falso” que habita en nosotros; lo que Einstein llamó “una ilusión óptica de la conciencia”

El libro, con prólogo de Julio Llamazares (que hizo también su presentación en Madrid) lleva un epílogo de Manuel Rico y unas notas en la contraportada del poeta Ángel Guinda. Uno de los besos de Luis Eduardo Aute ilustra la portada. Este beso y la dedicatoria -“A América, mi madre, libre en su adiós”- encierran un enigma que el lector acaso llegue a intuir (“Se aproxima la llama del vacío”, p. 55)

Según Arabella hay unos versos de José Hierro que pueden definir el sentido de su poemario:
Un testimonio,
una radiografía
que no pretende ser hermosa,
sino útil
En este caso, probablemente sin pretenderlo, la autora logra un impacto estético, acústico, disonante, que tiene mucho que ver con el mar que nos espera al final del camino. Un mar embravecido que se torna tranquilo para acogernos.

(Arabella Siles: Desenredar el aire, Ed. Utopía Libros, 2015) https://vimeo.com/119944555

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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