Hablar de tradiciones es referirse a la memoria de un pueblo, es revivir las acciones que por repetirse en el tiempo, pasando de padres a hijos, se integran como una costumbre y nos identifican dentro y fuera de una comunidad, incluso como individuos.
Sin embargo, hay tradiciones que no deben de quedarse ancladas en el pasado, en el ancestro y deberían de evolucionar con nosotros. Hemos desde entonces aprendido muchas cosas y también el conocimiento nos ha enseñado muchas cosas, sirva este, como un homenaje a aquellos buenos maestros que tuvimos la enorme suerte de conocer y de aprender con ellos, acerca del respeto a las personas, a su raza, a sus creencias, a sus costumbres y al respeto por los animales.
Algunas son las fiestas en donde la tradición manda y condena a los animales a participar de ellas, animales que antiguamente eran tratados o nombrados como bestias y que sin haber aprendido nada, hoy siguen siendo utilizados en el festejo de turno para correr detrás o delante de ellos, azotarlos, arrojarlos e incluso darles muerte, siempre con la excusa de que para este cometido fueron concebidos y que todo ello forma parte de la cultura popular y de la de Hemingway.
Un destino cruel, que si en vez de utilizar a animales con este propósito, fueran personas las expuestas, la tradición se hubiera terminado y nos parecería aberrante oír hablar de ellas, como escuchar hoy todas aquellas "bromas" que nos contaba el gran Gila de su pueblo, entre la realidad y la exageración de un país que fue, cuando Gila se ponía la boina.
Quitémonos de una vez la boina como símbolo de evolución y dejemos de una vez desterradas y apartadas aquellas tradiciones dónde un animal es utilizado cruelmente o no, siendo este el inocente e inoportuno partícipe de la algarabía y el desahogo popular, aplicando leyes o reformándolas para que esto se termine y las tradiciones y la cultura popular se mantengan sí, pero sin crueldad y no se nos identifique como a unos barbaros, con la misma ignorancia de los siglos pasados.