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Daniel Tercero

Euskal Herria y Països Catalans

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Uno de los rasgos de los actuales nacionalismos políticos es su expansionismo, siendo este concepto hereditario del término histórico imperialismo, que las grandes naciones europeas desarrollaron sobre todo a partir del siglo XVI. Así, desde Holanda o Portugal a España o Inglaterra, pasando por la siempre (contada) sutil expansión francesa, el imperialismo europeo consistió en la búsqueda de nuevos territorios donde imponer la ley del “me llevo lo que me interesa y vendo lo que quiera”, que unos países supieron hacer mejor que otros, todo sea dicho.

Esta idea es la que los nacionalismos políticos catalán y vasco quieren aplicar a territorios que consideran suyos por derecho y norma. Si estuviéramos en el siglo XVI, por ejemplo, o en el XVII, la idea sería aplaudida, defendida y llevada a cabo por los nobles y la realeza, que verían en el expansionismo una manera más de aumentar sus ya (re)cargadas arcas. Menos normal es lo que ocurre con cierta izquierda, desde luego imperante en Cataluña y País Vasco hoy día, que no solo ve con buenos ojos el pancatalanismo y el vasquismo fuera de sus fronteras, sino que además lo defiende a ultranza por encima, y sobre todo por encima, del valor principal que acompaña a la izquierda desde que la izquierda es tal: la igualdad entre personas.

Dos actitudes de esta última semana -nada nuevas, por otro lado-, no ya decimonónicas, sino de cuatrocientos o quinientos años a, vienen a demostrar lo anclados en el pasado que andan algunos por España.

En la Comunidad Valenciana han decidido que ya está bien de injerencias televisivas de la emisora pública autonómica de Cataluña, TV3, y desde la Generalidad que preside Francisco Camps han anunciado que cortarán sus emisiones este mismo mes. El escándalo en los círculos pancatalanistas -incluso en la misma Comunidad Valenciana- ha sido de los que hacen época. Que si censura, que si se están atacando las señas de identidad catalanas, que si catalanofobia... En la Comunidad Valenciana TV3 no tiene la licencia legal para emitir por lo que nada se puede objetar a la decisión de prohibir su emisión. Pero desde Barcelona -¿para cuándo una descentralización de Cataluña?- los nacionalistas tienen interiorizado que todo lo que se produce en Cataluña debe llegar a cualquier parte de lo que ellos denominan ‘Països Catalans’ y que nunca, hay que decirlo bien claro, nunca ha existido como organización política. Que si el valenciano es una variante del catalán o debe ser considerada lengua diferente a esta, pese a no ser tema baladí, es indiferente en este momento. Que todas las televisiones autonómicas se deberían de poder ver en toda España, pese a ser un asunto interesante, es indiferente en este momento. Lo que sí es importante es el trato -y no solo en los mapas meteorológicos de los noticieros- que desde TV3 se da a la Comunidad Valenciana, tratándola como provincia de la Gran Cataluña que llegaría, incluso, hasta algunas poblaciones de Murcia.

Otro signo de anquilosamiento o retroceso ideológico es lo que algunos vascones, y pocos navarros, llaman ‘Euskal Herria’ que, hay que decirlo bien claro, tampoco existió como organización política, hay que decirlo bien claro: jamás. La Historia es la que es, por mucho que algunos la quieran rescribir mintiendo o quieran que el futuro sea lo que no fue en el pasado, cosa esta última respetable siempre y cuando no se invente el tiempo que ya pasó para tergiversar el futuro. Llevar a la práctica sueños personales no está mal, aunque sean del siglo XIX, lo que es inaceptable es mentir para obtener ese fin. Así, el Gobierno ha decidido que algunos libros de texto, de Historia, de las escuelas del País Vasco (dependientes del Gobierno autonómico), tanto de primaria como de secundaria, no “manipulan y distorsionan la realidad institucional de la Comunidad Foral de Navarra” cuando se refieren a ‘Euskal Herria’ para englobar lo que hoy es Navarra y el País Vasco. Por lo que el Gobierno no piensa recurrir a los tribunales que se mienta en los libros escolares. No importa la Historia para este -y el anterior- Gobierno porque este tema no conviene moverlo mucho en estos momentos. Da igual que ‘Euskal Herria’ no haya existido nunca; no solo esto, sino que si realmente existió alguna organización política similar a la actual esa fue Navarra. No importa todo esto. Pero si ni siquiera Sabino Arana -que acabó sus días siendo un fervoroso españolista, los extremos se tocan- defendió una hipotética ‘Euskal Herria‘, que no concibió más allá de lo que en el siglo XIX era Vizcaya. ¿Y qué decir de la ikurriña inventada por Arana e inspirada en la Union Jack del Reino Unido?

La Historia no podemos cambiarla -el futuro está por escribirse- pero el atontamiento reinante en esta España del siglo XXI permite a los políticos convertirse en historiadores de pacotilla -o subvencionar a muchos- y defender, mediante dogma de fe, ilusiones políticas que jamás tuvieron lugar. ¿Se imaginan que un político defendiese la vuelta del Imperio español? ¿Se imaginan un panespañolismo lingüístico a estas alturas ya del siglo XXI? Y eso que estos sí tendrían Historia en la que basarse. Imagino que sería tomado a guasa, con razón, pero ¿entonces? ¿Por qué la gente se cree lo de los ‘Països Catalans’ y ‘Euskal Herria’?

Euskal Herria y Països Catalans

Daniel Tercero
Daniel Tercero
sábado, 7 de abril de 2007, 08:37 h (CET)
Uno de los rasgos de los actuales nacionalismos políticos es su expansionismo, siendo este concepto hereditario del término histórico imperialismo, que las grandes naciones europeas desarrollaron sobre todo a partir del siglo XVI. Así, desde Holanda o Portugal a España o Inglaterra, pasando por la siempre (contada) sutil expansión francesa, el imperialismo europeo consistió en la búsqueda de nuevos territorios donde imponer la ley del “me llevo lo que me interesa y vendo lo que quiera”, que unos países supieron hacer mejor que otros, todo sea dicho.

Esta idea es la que los nacionalismos políticos catalán y vasco quieren aplicar a territorios que consideran suyos por derecho y norma. Si estuviéramos en el siglo XVI, por ejemplo, o en el XVII, la idea sería aplaudida, defendida y llevada a cabo por los nobles y la realeza, que verían en el expansionismo una manera más de aumentar sus ya (re)cargadas arcas. Menos normal es lo que ocurre con cierta izquierda, desde luego imperante en Cataluña y País Vasco hoy día, que no solo ve con buenos ojos el pancatalanismo y el vasquismo fuera de sus fronteras, sino que además lo defiende a ultranza por encima, y sobre todo por encima, del valor principal que acompaña a la izquierda desde que la izquierda es tal: la igualdad entre personas.

Dos actitudes de esta última semana -nada nuevas, por otro lado-, no ya decimonónicas, sino de cuatrocientos o quinientos años a, vienen a demostrar lo anclados en el pasado que andan algunos por España.

En la Comunidad Valenciana han decidido que ya está bien de injerencias televisivas de la emisora pública autonómica de Cataluña, TV3, y desde la Generalidad que preside Francisco Camps han anunciado que cortarán sus emisiones este mismo mes. El escándalo en los círculos pancatalanistas -incluso en la misma Comunidad Valenciana- ha sido de los que hacen época. Que si censura, que si se están atacando las señas de identidad catalanas, que si catalanofobia... En la Comunidad Valenciana TV3 no tiene la licencia legal para emitir por lo que nada se puede objetar a la decisión de prohibir su emisión. Pero desde Barcelona -¿para cuándo una descentralización de Cataluña?- los nacionalistas tienen interiorizado que todo lo que se produce en Cataluña debe llegar a cualquier parte de lo que ellos denominan ‘Països Catalans’ y que nunca, hay que decirlo bien claro, nunca ha existido como organización política. Que si el valenciano es una variante del catalán o debe ser considerada lengua diferente a esta, pese a no ser tema baladí, es indiferente en este momento. Que todas las televisiones autonómicas se deberían de poder ver en toda España, pese a ser un asunto interesante, es indiferente en este momento. Lo que sí es importante es el trato -y no solo en los mapas meteorológicos de los noticieros- que desde TV3 se da a la Comunidad Valenciana, tratándola como provincia de la Gran Cataluña que llegaría, incluso, hasta algunas poblaciones de Murcia.

Otro signo de anquilosamiento o retroceso ideológico es lo que algunos vascones, y pocos navarros, llaman ‘Euskal Herria’ que, hay que decirlo bien claro, tampoco existió como organización política, hay que decirlo bien claro: jamás. La Historia es la que es, por mucho que algunos la quieran rescribir mintiendo o quieran que el futuro sea lo que no fue en el pasado, cosa esta última respetable siempre y cuando no se invente el tiempo que ya pasó para tergiversar el futuro. Llevar a la práctica sueños personales no está mal, aunque sean del siglo XIX, lo que es inaceptable es mentir para obtener ese fin. Así, el Gobierno ha decidido que algunos libros de texto, de Historia, de las escuelas del País Vasco (dependientes del Gobierno autonómico), tanto de primaria como de secundaria, no “manipulan y distorsionan la realidad institucional de la Comunidad Foral de Navarra” cuando se refieren a ‘Euskal Herria’ para englobar lo que hoy es Navarra y el País Vasco. Por lo que el Gobierno no piensa recurrir a los tribunales que se mienta en los libros escolares. No importa la Historia para este -y el anterior- Gobierno porque este tema no conviene moverlo mucho en estos momentos. Da igual que ‘Euskal Herria’ no haya existido nunca; no solo esto, sino que si realmente existió alguna organización política similar a la actual esa fue Navarra. No importa todo esto. Pero si ni siquiera Sabino Arana -que acabó sus días siendo un fervoroso españolista, los extremos se tocan- defendió una hipotética ‘Euskal Herria‘, que no concibió más allá de lo que en el siglo XIX era Vizcaya. ¿Y qué decir de la ikurriña inventada por Arana e inspirada en la Union Jack del Reino Unido?

La Historia no podemos cambiarla -el futuro está por escribirse- pero el atontamiento reinante en esta España del siglo XXI permite a los políticos convertirse en historiadores de pacotilla -o subvencionar a muchos- y defender, mediante dogma de fe, ilusiones políticas que jamás tuvieron lugar. ¿Se imaginan que un político defendiese la vuelta del Imperio español? ¿Se imaginan un panespañolismo lingüístico a estas alturas ya del siglo XXI? Y eso que estos sí tendrían Historia en la que basarse. Imagino que sería tomado a guasa, con razón, pero ¿entonces? ¿Por qué la gente se cree lo de los ‘Països Catalans’ y ‘Euskal Herria’?

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