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De la España caní a Podemos

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El reinado áureo del Emperador Felipe González llegó a su declive cuando la beautiful people de su exministro de economía llegó a poner en el disparadero de la corrupción a todo el sistema. Los casos de mangoneo se sucedían uno tras de otro y la gente llegó a un nivel de hartazgo tal que decidió sacrificar al otrora Caesar Imperator “Isidorus”.

Lo peor que le puede ocurrir a una sociedad es la amnesia, el olvido o el laissez faire, laissez passer, porque ese es el mejor camino para volver a volcar la pileta. Y así ha ocurrido en esta cosa todavía llamada España. De aquellos polvos estos lodos. La casta de la beautiful people dio paso, tras la época del ladrillo y el pelotazo, a la España cañí, la versión merdellona de la corruptela política: Julián Muñoz que se lo llevaba calentito en bolsas de basura, la Pantoja y sus “dientes, dientes”, el Bigotes, los trajes de Camps, Francisco Javier Guerrero, ex director general de Empleo de la Junta de Andalucía que presuntamente se gastaba en cocaína y puticlubs parte del dinero destinado a pagar los ERE, los titulares de las blacks cards que quemaban el dinero de los impositores en masajes tailandeses y otras lindeces similares o el pequeño Nicolás que jugaba a ser agente de la T.I.A. Y así toda una cohorte del desatino y el disparate, pero esta vez en plan cutrelux.

Mientras cada mañana nos desayunamos con la inmoralidad de un nuevo escándalo que nos recuerda que el sistema está pensado para que a los que manejan el cotarro nos les pase nada, los noticiarios nos informan de que Carmen Martínez Ayuso, de 85 años, ha sido desahuciada en la mañana del viernes de su casa en el barrio madrileño de Vallecas. En el desalojo se han empleado varias dotaciones de policía, no fuera a ser que la abuela les embistiese con el artefacto de la tensión, o lo que es peor, les atacase con una balacera de tranquimazín: arma de destrucción masiva que utiliza la mayoría de los pensionistas.

Ya lo dijo muy clarito Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial: “la ley de Enjuiciamiento Criminal, está pensada para los robagallinas”. Desde la época de la beautiful people nunca existió tan poca vergüenza por metro cuadrado como en esta era de la España cañí. Lo más preocupante es que Mariano Rajoy sigue instalado en sus mundos de Yupi y su Gobierno se asemeja cada vez más a los habitantes de la 13 rue del Percebe. En frente, Pedro Sánchez, sigue hipotecado por el lastre de los antiguos mandamases de la Junta de Andalucía de quienes defiende, no ya su inocencia jurídica, sino, y lo que es peor, su gestión que nos ha costado a los andaluces un pastizal en fiestorros y dispendios por parte de aquellos a los que debieron de haber controlado. Culpa in vigilando, la llaman los juristas.

Unos y otros, por su imprudente inacción, siguen invitando al personal a convertirse en una especie de horda bolchevique dispuesta a arrasar lo poco que queda del espíritu de la transición. Unos y otros siguen alimentando al fantasma de Podemos que cada vez se hace más fuerte y más vigoroso. Unos y otros son responsables de la debacle hacia la que se desliza nuestra estoqueada democracia.

De la España caní a Podemos

José Sarria
lunes, 24 de noviembre de 2014, 09:21 h (CET)
El reinado áureo del Emperador Felipe González llegó a su declive cuando la beautiful people de su exministro de economía llegó a poner en el disparadero de la corrupción a todo el sistema. Los casos de mangoneo se sucedían uno tras de otro y la gente llegó a un nivel de hartazgo tal que decidió sacrificar al otrora Caesar Imperator “Isidorus”.

Lo peor que le puede ocurrir a una sociedad es la amnesia, el olvido o el laissez faire, laissez passer, porque ese es el mejor camino para volver a volcar la pileta. Y así ha ocurrido en esta cosa todavía llamada España. De aquellos polvos estos lodos. La casta de la beautiful people dio paso, tras la época del ladrillo y el pelotazo, a la España cañí, la versión merdellona de la corruptela política: Julián Muñoz que se lo llevaba calentito en bolsas de basura, la Pantoja y sus “dientes, dientes”, el Bigotes, los trajes de Camps, Francisco Javier Guerrero, ex director general de Empleo de la Junta de Andalucía que presuntamente se gastaba en cocaína y puticlubs parte del dinero destinado a pagar los ERE, los titulares de las blacks cards que quemaban el dinero de los impositores en masajes tailandeses y otras lindeces similares o el pequeño Nicolás que jugaba a ser agente de la T.I.A. Y así toda una cohorte del desatino y el disparate, pero esta vez en plan cutrelux.

Mientras cada mañana nos desayunamos con la inmoralidad de un nuevo escándalo que nos recuerda que el sistema está pensado para que a los que manejan el cotarro nos les pase nada, los noticiarios nos informan de que Carmen Martínez Ayuso, de 85 años, ha sido desahuciada en la mañana del viernes de su casa en el barrio madrileño de Vallecas. En el desalojo se han empleado varias dotaciones de policía, no fuera a ser que la abuela les embistiese con el artefacto de la tensión, o lo que es peor, les atacase con una balacera de tranquimazín: arma de destrucción masiva que utiliza la mayoría de los pensionistas.

Ya lo dijo muy clarito Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial: “la ley de Enjuiciamiento Criminal, está pensada para los robagallinas”. Desde la época de la beautiful people nunca existió tan poca vergüenza por metro cuadrado como en esta era de la España cañí. Lo más preocupante es que Mariano Rajoy sigue instalado en sus mundos de Yupi y su Gobierno se asemeja cada vez más a los habitantes de la 13 rue del Percebe. En frente, Pedro Sánchez, sigue hipotecado por el lastre de los antiguos mandamases de la Junta de Andalucía de quienes defiende, no ya su inocencia jurídica, sino, y lo que es peor, su gestión que nos ha costado a los andaluces un pastizal en fiestorros y dispendios por parte de aquellos a los que debieron de haber controlado. Culpa in vigilando, la llaman los juristas.

Unos y otros, por su imprudente inacción, siguen invitando al personal a convertirse en una especie de horda bolchevique dispuesta a arrasar lo poco que queda del espíritu de la transición. Unos y otros siguen alimentando al fantasma de Podemos que cada vez se hace más fuerte y más vigoroso. Unos y otros son responsables de la debacle hacia la que se desliza nuestra estoqueada democracia.

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