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"Tanto PSOE como PP, como también Podemos, han asumido plenamente las totalitarias tesis nacionalistas"

De la nación de naciones

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“España es un país de países”, ha dicho Pablo Iglesias, el socialista de moda por la gracia de las teles, y se ha quedado tan ancho, pese a que la frase supone aceptar el mito de la Transición que él dice haber venido a deshacer. Antes de él ya había dicho algo similar esa lumbrera nacional conocida como ZP, artífice del “aprobaré lo que salga de Cataluña” cuando no iba a salir nada, en parte responsable de la aceleración en la descomposición del régimen surgido en 1978. También lo sostienen, pero sin decirlo Pedro Sánchez y Susana Díaz, cada vez que hablan de federalismo, simétrico o asimétrico tanto da, en cualquier caso presupone la existencia de diferentes naciones que acuerdan convivir juntas. La reforma constitucional que busca contentar a los separatistas ofreciéndoles parte de lo quieren, como viene siendo desde hace muchas décadas –recuérdese que Franco también hizo grandes inversiones en Cataluña; las que no hizo en otras provincias como Extremadura o las Castillas-. Y es que, al fin y a la postre, los nacionalistas forman parte del consenso socialdemócrata de 1978, un consenso por el cual las oligarquías acordaron el establecimiento de un Estado de Partidos, el secuestro de la libertad política, con el único fin de repartirse la tarta. Eso sí, todo ello sujeto a unas líneas rojas no escritas que ahora los nacionalistas catalanes (y los vascos están acechantes) han decidido traspasar. Eso explica la curiosa eficacia de la fiscalía, casi 30 años después, en destapar el latrocinio perpetrado en el oasis por la familia Pujol. Pujol ens roba, que se chotean los maledicentes de Madrid.

Y es que tanto PSOE como PP, como también Podemos, han asumido plenamente las totalitarias tesis nacionalistas. Parece que esta legión de políticos que desprecia la política ha olvidado ya las consecuencias de la aparición de los nacionalismos en Europa en el siglo XX. O que les importa un colín. Así, pudimos ver la semana pasada como la vicepresidenta tercera del Congreso de los Diputados y diputada del PP, Dolores Montserrat, mandar callar a su compañera Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del manifiesto de abajofirmantes de Libres e Iguales, porque “no es catalana”. Infumable. Y sigue en su puesto. Claro que la dejación de funciones del gobierno de Mariano Rajoy, como buen registrador de la propiedad se ha limitado a registrar el hecho en su agenda, en relación al presunto delito de sedición cometido el pasado día 9 de noviembre por el gobierno de la Generalitat no es menos impresentable. Lo del PSOE no requiere ni explicación.

Claro que lo mismo puede decirse del director del diario El Mundo, Casimiro García Abadillo, quien por eso de hacer méritos y tocar las narices a Pedro J. no tuvo mejor ocurrencia, que sin duda tendrá consecuencias en el ya de por sí menguante número de lectores de su diario, de tildar de extrema derecha a todos los que denunciamos como gran falacia el derecho a decidir defendido por los nacionalistas. Eso es asumir el lenguaje del separatismo por completo.

De la nación de naciones

"Tanto PSOE como PP, como también Podemos, han asumido plenamente las totalitarias tesis nacionalistas"
Almudena Negro
lunes, 17 de noviembre de 2014, 08:00 h (CET)
“España es un país de países”, ha dicho Pablo Iglesias, el socialista de moda por la gracia de las teles, y se ha quedado tan ancho, pese a que la frase supone aceptar el mito de la Transición que él dice haber venido a deshacer. Antes de él ya había dicho algo similar esa lumbrera nacional conocida como ZP, artífice del “aprobaré lo que salga de Cataluña” cuando no iba a salir nada, en parte responsable de la aceleración en la descomposición del régimen surgido en 1978. También lo sostienen, pero sin decirlo Pedro Sánchez y Susana Díaz, cada vez que hablan de federalismo, simétrico o asimétrico tanto da, en cualquier caso presupone la existencia de diferentes naciones que acuerdan convivir juntas. La reforma constitucional que busca contentar a los separatistas ofreciéndoles parte de lo quieren, como viene siendo desde hace muchas décadas –recuérdese que Franco también hizo grandes inversiones en Cataluña; las que no hizo en otras provincias como Extremadura o las Castillas-. Y es que, al fin y a la postre, los nacionalistas forman parte del consenso socialdemócrata de 1978, un consenso por el cual las oligarquías acordaron el establecimiento de un Estado de Partidos, el secuestro de la libertad política, con el único fin de repartirse la tarta. Eso sí, todo ello sujeto a unas líneas rojas no escritas que ahora los nacionalistas catalanes (y los vascos están acechantes) han decidido traspasar. Eso explica la curiosa eficacia de la fiscalía, casi 30 años después, en destapar el latrocinio perpetrado en el oasis por la familia Pujol. Pujol ens roba, que se chotean los maledicentes de Madrid.

Y es que tanto PSOE como PP, como también Podemos, han asumido plenamente las totalitarias tesis nacionalistas. Parece que esta legión de políticos que desprecia la política ha olvidado ya las consecuencias de la aparición de los nacionalismos en Europa en el siglo XX. O que les importa un colín. Así, pudimos ver la semana pasada como la vicepresidenta tercera del Congreso de los Diputados y diputada del PP, Dolores Montserrat, mandar callar a su compañera Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del manifiesto de abajofirmantes de Libres e Iguales, porque “no es catalana”. Infumable. Y sigue en su puesto. Claro que la dejación de funciones del gobierno de Mariano Rajoy, como buen registrador de la propiedad se ha limitado a registrar el hecho en su agenda, en relación al presunto delito de sedición cometido el pasado día 9 de noviembre por el gobierno de la Generalitat no es menos impresentable. Lo del PSOE no requiere ni explicación.

Claro que lo mismo puede decirse del director del diario El Mundo, Casimiro García Abadillo, quien por eso de hacer méritos y tocar las narices a Pedro J. no tuvo mejor ocurrencia, que sin duda tendrá consecuencias en el ya de por sí menguante número de lectores de su diario, de tildar de extrema derecha a todos los que denunciamos como gran falacia el derecho a decidir defendido por los nacionalistas. Eso es asumir el lenguaje del separatismo por completo.

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