Sábado 27 de septiembre de 2014 a mediodía. Es la fecha elegida por el poco elegante presidente de la Generalitat, Artur Mas, para firmar una resolución injusta, a sabiendas de que lo es. Injusta por cuanto vulnera la legislación vigente, desprecia a los españoles y no busca otra cosa más que la creación de una republiqueta nada democrática, hecha a imagen y semejanza de Pujol, el capo de la banda, como se pudo ver en el parlamento catalán a donde acudió a abroncar a sus chicos, que son todos menos los de Ciudadanos. Minutos después de consumada la patada contra la Ley, mientras los camisas pardas del régimen jalean al firmante a las puertas de la Generalitat, comparecía ante la prensa la todopoderosa Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, responsable de casi todo, ante la increíble ausencia del presidente del gobierno, entretenido en un viaje por la China socialista. Luego dirán de Ana Botella y sus vacaciones en el spa. Y eso que llueve mucho.
Soraya, con voz engolada, afirmaba rotunda que “nadie está por encima de la ley”. Lo mismo es que va a hacer cumplir al gobierno de Cataluña las sentencias que lleva incumpliendo décadas. O que cree que treinta años de implantación de una dictadura en el oasis van a terminar de la mano de un informe jurídico de los Súper Abogados del Estado. Quienes, sin embargo, no presentan querella por prevaricación contra el nacionalista. No sea que se enfade. Es la tecnocracia, que desprecia la política, y es causa de que estemos como estamos. Sólo el nuevo partido político VOX, parece que están despertando, anuncia interposición de acciones judiciales. Que serán bloqueadas en el órgano judicial pertinente, que aquí la señora de la balanza no lleva los ojos vendados.
En España, la verdad, con eso del fin de semana y el fútbol, ayer apenas nadie hablaba del asunto en bares y cafeterías. Es el hartazgo, consecuencia del victimismo. Va a ir a más y lo saben. Esa es su ventaja. Y otra de gambas.