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Anaxágoras

José Manuel López García
lunes, 29 de septiembre de 2014, 07:26 h (CET)
Este filósofo presocrático nacido en Clazomene antigua polis portuaria en la antigua Grecia es el introductor del concepto de nous que significa intelecto o mente y que ha influido de un modo decisivo en el desarrollo de la filosofía desde la antigüedad hasta nuestros días. Su vida transcurre entre el 500 y el 427 a. C. Vivió en Atenas desde el años 453 y se hizo amigo de Pericles. Si bien es cierto que se le juzgó en el 434 por afirmar que el Sol no era un Dios sino una piedra incandescente. Esto es una prueba del lento proceso de consolidación de la libertad de pensamiento y expresión en el ámbito ateniense y, en general, en las restantes polis helenas. Como pensador Anaxágoras consideraba que todo estaba en todo, porque las cosas del mundo son el resultado de una mezcla. Lo único que no está sometido a ningún tipo de mezcla es, precisamente, el nous que dispone de todo el poder y el conocimiento, algo parecido a la divinidad. Además, Anaxágoras fue original al decir que las substancias de todas las cosas son las homeomerías que conforman los cuatro elementos, y que son las semillas de lo existente.

Como indica Cappelletti: «La contemplación de la realidad total y la posesión intelectual de la verdad pueden haber fundado, en Anaxágoras, una moral análoga a la de los pitagóricos y aun, en parte a la de Platón». Porque es maravilloso poder gozar de la visión del cielo y admirarse ante la magnitud y belleza del Universo y de la naturaleza. En lo relativo a la teoría del conocimiento Anaxágoras sigue el planteamiento de Empédocles y está convencido de que la sensación es la fuente del conocimiento y sirve de base para el ejercicio de la capacidad de la razón, a diferencia de lo que pensaban Parménides y los eleatas. También era consciente de que los sentidos no son perfectos y, por tanto, conviene comprobar la exactitud y veracidad de los datos sensoriales y su interpretación. Anaxágoras afirma que el cerebro es la sede del pensamiento, y el centro de toda actividad sensorial. Además, estima acertadamente que los animales no poseen un cerebro con la cantidad de pliegues de los que dispone el encéfalo humano. Por tanto, considera que los seres humanos reflexionan con una mayor, más profunda y extensa capacidad cerebral que el resto de las especies animales.

Respecto al alma Anaxágoras parece que por una parte considera que desaparece con la muerte del cuerpo, pero por otra resulta que como también escribe Cappelletti: «En cuanto el alma es una porción del Nous eterno, y no sólo surge de él sino que a él retorna después de la muerte del organismo que la acoge, puede decirse que es eterna».

Ciertamente, la filosofía de Anaxágoras posee una complejidad sobre todo en lo referido a las funciones del Nous que pueden ser objeto de amplia discusión, ya que puede entenderse como Dios en cada uno. Porque el Nous se fragmenta para dar origen al alma de cada ser humano. Para Anaxágoras los poemas de Homero son alegorías morales, y no se le puede considerar ateo ni políteísta, puesto que su planteamiento filosófico está más próximo quizás a una consideración moral de los principios religiosos. Ya que no estaba de acuerdo con los ritos religiosos de la Grecia antigua, aunque tampoco pensaba, tal vez, por lo que se sabe, que las creencias religiosas fuesen unas simples ficciones.

En cualquier caso, su espíritu empírico y observador es un ejemplo. Su afán cuestionador de supuestas verdades resulta ser muy positivo. La actitud investigadora que demuestra con su actitud es una muestra de libertad intelectual indudable. El estar abierto a nuevas ideas y posibilidades en la descripción, y explicación de todo lo que nos rodea en la tierra y en el Universo es altamente estimulante para el intelecto.

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