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Dos jornadas de compras sin impuestos

¿Y un ejercicio de vacaciones fiscales entero?

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En lo que a rebajas fiscales se refiere, soy un Friedmanista convencido: Suscribo las tesis del difunto gran Milton Friedman, un galardonado Nobel de economía que a menudo decía estar "a favor de cualquier rebaja fiscal, en cualquier circunstancia, de cualquier manera, en cualquier variante". La premisa de Friedman era que la mejor forma de limitar el gasto público desenfrenado era limitar los ingresos del Estado, y la mejor forma de hacerlo era bajar los impuestos.

De manera que debería de satisfacerme supongo que la Legislatura de Massachusetts haya declarado el próximo sábado y domingo vacaciones fiscales anuales en la Commonwealth. Dos jornadas de compras sin impuestos, la oportunidad de adquirir esa nueva nevera u ordenador o gargantilla — o sencillamente reservar el material escolar, los artículos de aseo y las pilas — sin tener que desembolsar el tributo usual en el estado del 6,25 por ciento en el momento de la compra: ¿Qué pegas hay? Si nos fiamos de la experiencia, tiendas y centros comerciales rebosarán compradores, y 25 millones de dólares que de otra manera habrían engrosado las arcas públicas del Estado seguirán en los bolsillos de los particulares. No hay pegas, ¿no?

Error.

Los fines de semana sin impuestos no son más que un cebo, una dosis de un placebo fiscal que no cura ningún mal, sino que proporciona un alivio momentáneo de los achaques de la gravación desproporcionada, sencillamente. El respiro anual de los impuestos a la venta es una práctica popular, y los políticos están encantados de presumir de ello como prueba de sus sensibles credenciales fiscales. "Es un beneficio económico para las familias, las empresas y las arcas públicas de los estados de la Commonwealth por igual sin perdedores", afirmaba emocionado el senador Michael Moore después de implantarse la práctica el año pasado.

Sería encantador creerlo. Pero existen pruebas fabulosas de que la anulación temporal del impuesto sobre la venta, programada este año en 16 estados además de Massachusetts, no eleva las ventas y no impulsa el crecimiento económico. Claro está que los minoristas registrarán mucha afluencia el próximo fin de semana — pero en gran medida a expensas de las ventas que se habrían hecho antes o después de temporada si el cliente no hubiera programado el momento de su compra con vistas a aprovechar la rebaja fiscal. Cuando Nueva York analizó los resultados de la suspensión de su impuesto sobre la venta de textiles durante siete días de enero de 1997, descubrió que las ventas durante la semana sin impuestos fueron un 73% más elevadas que durante la semana típica de enero. Pero la venta de ropa durante el trimestre entero no registró prácticamente variación con respecto al ejercicio anterior.

En conjunto, la anulación temporal del impuesto sobre la venta no estimula las ventas; el único cambio que produce es el del momento de la venta anticipada. "Para los minoristas, esta semana ha sido la tregua antes de lo que esperan será la tormenta de clientes mañana y el domingo", comienza la crónica del Boston Globe en vísperas de las vacaciones fiscales de Massachusetts en 2010. "El consumidor ha ojeado lo que quiere, pero aplaza las grandes compras para poder aprovechar el ahorro de este fin de semana". Como saben los economistas, eso es lo que cabe esperar cuando el Estado trata de decir a la gente cuándo comprar.

¿Y un ejercicio de vacaciones fiscales entero?

Dos jornadas de compras sin impuestos
Jeff Jacoby
jueves, 4 de septiembre de 2014, 06:33 h (CET)
En lo que a rebajas fiscales se refiere, soy un Friedmanista convencido: Suscribo las tesis del difunto gran Milton Friedman, un galardonado Nobel de economía que a menudo decía estar "a favor de cualquier rebaja fiscal, en cualquier circunstancia, de cualquier manera, en cualquier variante". La premisa de Friedman era que la mejor forma de limitar el gasto público desenfrenado era limitar los ingresos del Estado, y la mejor forma de hacerlo era bajar los impuestos.

De manera que debería de satisfacerme supongo que la Legislatura de Massachusetts haya declarado el próximo sábado y domingo vacaciones fiscales anuales en la Commonwealth. Dos jornadas de compras sin impuestos, la oportunidad de adquirir esa nueva nevera u ordenador o gargantilla — o sencillamente reservar el material escolar, los artículos de aseo y las pilas — sin tener que desembolsar el tributo usual en el estado del 6,25 por ciento en el momento de la compra: ¿Qué pegas hay? Si nos fiamos de la experiencia, tiendas y centros comerciales rebosarán compradores, y 25 millones de dólares que de otra manera habrían engrosado las arcas públicas del Estado seguirán en los bolsillos de los particulares. No hay pegas, ¿no?

Error.

Los fines de semana sin impuestos no son más que un cebo, una dosis de un placebo fiscal que no cura ningún mal, sino que proporciona un alivio momentáneo de los achaques de la gravación desproporcionada, sencillamente. El respiro anual de los impuestos a la venta es una práctica popular, y los políticos están encantados de presumir de ello como prueba de sus sensibles credenciales fiscales. "Es un beneficio económico para las familias, las empresas y las arcas públicas de los estados de la Commonwealth por igual sin perdedores", afirmaba emocionado el senador Michael Moore después de implantarse la práctica el año pasado.

Sería encantador creerlo. Pero existen pruebas fabulosas de que la anulación temporal del impuesto sobre la venta, programada este año en 16 estados además de Massachusetts, no eleva las ventas y no impulsa el crecimiento económico. Claro está que los minoristas registrarán mucha afluencia el próximo fin de semana — pero en gran medida a expensas de las ventas que se habrían hecho antes o después de temporada si el cliente no hubiera programado el momento de su compra con vistas a aprovechar la rebaja fiscal. Cuando Nueva York analizó los resultados de la suspensión de su impuesto sobre la venta de textiles durante siete días de enero de 1997, descubrió que las ventas durante la semana sin impuestos fueron un 73% más elevadas que durante la semana típica de enero. Pero la venta de ropa durante el trimestre entero no registró prácticamente variación con respecto al ejercicio anterior.

En conjunto, la anulación temporal del impuesto sobre la venta no estimula las ventas; el único cambio que produce es el del momento de la venta anticipada. "Para los minoristas, esta semana ha sido la tregua antes de lo que esperan será la tormenta de clientes mañana y el domingo", comienza la crónica del Boston Globe en vísperas de las vacaciones fiscales de Massachusetts en 2010. "El consumidor ha ojeado lo que quiere, pero aplaza las grandes compras para poder aprovechar el ahorro de este fin de semana". Como saben los economistas, eso es lo que cabe esperar cuando el Estado trata de decir a la gente cuándo comprar.

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