Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Políticamente incorrecta

Pajares

Si nuestros impuestos no sirven para tratar de ofrecer una muerte digna o una curación, si es posible, a los españoles que ofrecen su vida de forma altruista por los demás, no sé para qué se pagan
Almudena Negro
lunes, 11 de agosto de 2014, 07:01 h (CET)
Cada día que pasa es un día para la esperanza. El médico y religioso Miguel Pajares, a quien será administrado el medicamento experimental useño de nombre ZMapp, permanece estable en el madrileño hospital Carlos III. Si consiguiera superar las próximas dos semanas sin complicaciones, sus esperanzas de recuperación, que si se da será completa, aumentarían vertiginosamente, a decir de los expertos en la materia. Que son los mismos expertos que llevan toda la semana advirtiendo, pese a los titulares alarmistas de alguna prensa que hace mucho dejó de ser lo que era, que el ébola es un virus para el cual no existe tratamiento, con una tasa de mortalidad que oscila, según la cepa, entre el 50% y el 90%, pero que sólo se contagia cuando los fluidos corporales del enfermo entran en contacto con las mucosas de otra persona. Ojalá.

Empero, lo más sorprendente del asunto es el espectáculo que España ofrecía esta semana, cuando se conocía la decisión, acertadísima, del gobierno de repatriar a Pajares junto a la religiosa Juliana Bonoha. Buena parte de la sociedad española, que paga muchísimos impuestos y es profundamente estatista, se oponía a la repatriación de un compatriota enfermo. Si nuestros impuestos no sirven para tratar de ofrecer una muerte digna o una curación, si es posible, a los españoles que ofrecen su vida de forma altruista por los demás, no sé para qué se pagan. Tampoco acierto a comprender para qué cree esta gente necesaria la existencia de esa máquina infernal, Leviatán devenido en Minotauro, llamada Estado.

Algunos, cuán miserables y carcomidos por su resentimiento, querían que el enfermo muriera en África por ser cura. Sencillamente, no soportan que el religioso, como tantos otros misioneros, haya estado dispuesto a sacrificar su vida por los demás. Ellos, los dizque solidarios, colmo de los colmos del humanitarismo, jamás lo harían. Lo suyo es predicar contra la quienes ayudan a los demás desde el sillón de su casa, iPhone en mano y La Sexta conectada. La justificación para su odio, por eso de que queda fatal reconocerlo abiertamente, iba desde “lo carísimo” que ha salido el operativo –son los mismos que callaban cuando el Estado pagó un rescate millonario a cambio de unos inconscientes progres que se fueron de vacaciones con la ONG de turno; que mola eso de viajar para acallar la mala conciencia a países en donde el secuestro por parte de bandas afines a Al Qaeda de los ciudadanos de países que pagan rescates está a la orden del día-. No pocos partícipes en la llamada “marea blanca”, que se dicen profesionales de la sanidad (pública), intentaban arrimar el ascua a la sardina de sus recortes. Lo que se llama chapotear en sangre ajena. Sucede que su argumento resultaba de lo más friki: según ellos la sanidad española no estaría preparada para atender a un enfermo cuya infección se conoce y ha sido detectada. Entonces, ¿para qué mantenerla abierta? Ni en el Tercer Mundo, oigan.

Más lo peor de todo no han sido estos, que siempre son los mismos. Lo peor es que muchas personas, de las normalmente sensatas, pedían que Pajares no fuera repatriado. Por miedo. El mismo miedo que sentían los vecinos, normalmente “encantadores” y “buena gente”, que pidieron en su día a objetivos de la banda terrorista ETA que se cambiaran de casa, no fuera a ser que les pusieran una bomba y les pillara a ellos por medio. Esta gente es la peor de todos. Los “hombres buenos” que no hacen nada y permiten que el mal triunfe, como afirmaba Burke.

Y es que sociedades cobardes siempre acaban en manos de los resentidos, de los totalitar.

Noticias relacionadas

Los legisladores actuales se han acostumbrado, de una forma que yo llamaría indecente, a lo que se le ocurre (sea lo que sea) a alguno de esos personajes (masculinos, femeninos y neutros) de la rampante y vulgar moda de los pijos progres. Estamos observando en los últimos tiempos que el legislador actual se entromete en ámbitos privados sin ningún recato, creando normas para regular los modelos que necesita para la promoción de su disparatada ideología.

En medio de la escalada del aluvión de desastres climáticos que nos acorralan y de los incesantes conflictos que nos persiguen, defender los valores humanos y la ética humanitaria, es una de las más urgentes necesidades del momento. Hoy más que nunca precisamos reponernos, trabajar en los valores interiores de cada cual, para encontrar el reposo necesario y la primordial quietud que generan las razones de la esperanza, que todos nos merecemos por el mismo hecho de nacer.

Ni teléfono ni internet, lo justo para sentirse desnortado y pensar en otras posibilidades. Al abrir la ventana escuché a varias personas que llevaban un transistor en la mano, pegado al oído como aquel fatídico 23F o las tardes de domingo para conocer los resultados del fútbol. Decidí no esperar más y pensé dónde podía estar alguno de los dos transistores que tenía en otra época. No tardé en encontrarlos y, tras poner pilas nuevas, resulta que funcionaban como el primer día.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto