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Corren tiempos oscuros para los estudios que creó el mago de la animación

La degeneración de Disney

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Walt Disney ha sido uno de los personajes más importantes para la cultura del siglo XX. De su papel crucial en el campo de la animación dan testimonio algunas obras esenciales en lo que a novedades técnicas se refiere: "Steamboat Willie" (1928), primer cortometraje de animación sonoro, "Árboles y flores" (1932), primero en tecnicolor, o "El viejo molino", donde se empleó por primera vez la cámara multiplano. A ello habría que añadir el hecho de que el cine de animación alcanzase su cúspide gracias a un buen puñado de obras maestras de su firma. "Blancanieves" (1937), "Fantasía" (1940) o "La bella durmiente" (1959) se cuentan entre ellas.

Fue un genio cuyo legado artístico fascinó a varias generaciones de espectadores. Por desgracia, aquí el uso del pretérito no es baladí. Por paradójico que parezca, los niños de hoy, pese a tener un canal televisivo en abierto dedicado en exclusiva a las producciones Disney, no han visto jamás los dibujos clásicos realizados por el fundador de dichos estudios y sus magníficos colaboradores. Y es que el canal en cuestión, salvo contadísimas excepciones, sólo emite series protagonizadas por adolescentes y destinadas -o eso parecería lo lógico- a adolescentes. El problema es que los padres -éstos sí pertenecientes a una generación que todavía tuvo la suerte de gozar en su infancia del auténtico Disney- creen que al tratarse de una canal de dicha marca sus contenidos resultan adecuados para un público infantil. Pues nada más lejos de la realidad. Tales series deberían tener su público natural en las chicas -los chicos de esa edad están en otras cosas- de entre doce y quince años, lo que pasa es que las adolescentes de hoy consumen -y la utilización de este verbo es totalmente intencionada- productos audiovisuales cuyos destinatarios deberían ser mayores de edad. De modo que lo que se produce es una terrible cadena de nocivos desajustes entre tipo de contenidos y edad del público receptor.

Eso sí, no se puede negar a los nuevos responsables de la factoría Disney su defensa a ultranza de lo políticamente correcto, hasta el punto de incluir en una de sus series a una pareja de lesbianas ejerciendo de "padres" de uno de los niños protagonistas. Y no es que sea malo dar cabida a una pareja homosexual en una serie televisiva, pero sí que lo es cuando los destinatarios son niños, sencillamente porque se trata de una problemática que a tan cortas edades no se está en disposición de abordar. También es digno de ser recordado el escrupuloso celo, en lo concerniente al tabaco, que dicha productora ha tenido a la hora de realizar un "biopic" sobre su fundador. De hecho, se han cuidado mucho de no mostrar en plano alguno al patriarca Walt fumando un cigarrillo, cosa que hacía constantemente. De tal modo que queda meridianamente claro que los hoy responsables de Disney prefieren seguir ejercitando su obsesión por lo políticamente correcto antes de abogar por la fidelidad histórica, en el caso del largometraje, o de proteger a los niños de ciertos contenidos inadecuados para su edad, caso de las ya citadas teleseries.

La degeneración de Disney

Corren tiempos oscuros para los estudios que creó el mago de la animación
Carlos Salas González
jueves, 20 de febrero de 2014, 07:55 h (CET)
Walt Disney ha sido uno de los personajes más importantes para la cultura del siglo XX. De su papel crucial en el campo de la animación dan testimonio algunas obras esenciales en lo que a novedades técnicas se refiere: "Steamboat Willie" (1928), primer cortometraje de animación sonoro, "Árboles y flores" (1932), primero en tecnicolor, o "El viejo molino", donde se empleó por primera vez la cámara multiplano. A ello habría que añadir el hecho de que el cine de animación alcanzase su cúspide gracias a un buen puñado de obras maestras de su firma. "Blancanieves" (1937), "Fantasía" (1940) o "La bella durmiente" (1959) se cuentan entre ellas.

Fue un genio cuyo legado artístico fascinó a varias generaciones de espectadores. Por desgracia, aquí el uso del pretérito no es baladí. Por paradójico que parezca, los niños de hoy, pese a tener un canal televisivo en abierto dedicado en exclusiva a las producciones Disney, no han visto jamás los dibujos clásicos realizados por el fundador de dichos estudios y sus magníficos colaboradores. Y es que el canal en cuestión, salvo contadísimas excepciones, sólo emite series protagonizadas por adolescentes y destinadas -o eso parecería lo lógico- a adolescentes. El problema es que los padres -éstos sí pertenecientes a una generación que todavía tuvo la suerte de gozar en su infancia del auténtico Disney- creen que al tratarse de una canal de dicha marca sus contenidos resultan adecuados para un público infantil. Pues nada más lejos de la realidad. Tales series deberían tener su público natural en las chicas -los chicos de esa edad están en otras cosas- de entre doce y quince años, lo que pasa es que las adolescentes de hoy consumen -y la utilización de este verbo es totalmente intencionada- productos audiovisuales cuyos destinatarios deberían ser mayores de edad. De modo que lo que se produce es una terrible cadena de nocivos desajustes entre tipo de contenidos y edad del público receptor.

Eso sí, no se puede negar a los nuevos responsables de la factoría Disney su defensa a ultranza de lo políticamente correcto, hasta el punto de incluir en una de sus series a una pareja de lesbianas ejerciendo de "padres" de uno de los niños protagonistas. Y no es que sea malo dar cabida a una pareja homosexual en una serie televisiva, pero sí que lo es cuando los destinatarios son niños, sencillamente porque se trata de una problemática que a tan cortas edades no se está en disposición de abordar. También es digno de ser recordado el escrupuloso celo, en lo concerniente al tabaco, que dicha productora ha tenido a la hora de realizar un "biopic" sobre su fundador. De hecho, se han cuidado mucho de no mostrar en plano alguno al patriarca Walt fumando un cigarrillo, cosa que hacía constantemente. De tal modo que queda meridianamente claro que los hoy responsables de Disney prefieren seguir ejercitando su obsesión por lo políticamente correcto antes de abogar por la fidelidad histórica, en el caso del largometraje, o de proteger a los niños de ciertos contenidos inadecuados para su edad, caso de las ya citadas teleseries.

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