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El vacio que dejaron los objetores se cubrió en parte, con un ligero incremento en las subvenciones administrativas

Ponte en sus zapatos o 30.3

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Serian principios de los 70 cuando llegaron las chicas del Servicio Social Femenino (SSF) al Asilo Hospital de San Juan de Dios en la Malvarrosa, donde yo penaba desde los 7 años. El SSF se implantó en 1938 para que todas las mujeres solteras colaboraran al esfuerzo bélico en tareas auxiliares y se prolongó hasta 1978. Conocido como “la mili de las mujeres” era requisito para las mozas entre los 17 y 35 años que quisieran: un curro pagado, un título oficial, sacarse el carnet de conducir,…. y el permiso de armas. Tenía dos periodos, uno en el que se les instruía en tareas tradicionales propias (buenas patriotas, buenas esposas, buenas madres) y 3 meses de prestaciones en entidades benéficas.

Con respecto a la formación no puedo resistirme a recomendar la lectura de uno de los libros de formación: “Guía de la buena esposa: 11 reglas para mantener a tu marido feliz”.

Mientras tanto, los mocitos eran sacados de sus casas para prepararse para defender a la patria, y “hacerse hombres”. Para lo cual había aprender a hacerse la cama, lavar la ropa, limpiar botones y hebillas, pegar tiros (pocos porque el presupuesto del ejercito era el que era), comer rancho, hacer chapuzas en las casas de los oficiales,… Allí les enseñaron a ser disciplinados, fraternales y caritativos.

La llegada de la democracia trajo la Constitución y en ella, al tiempo que se fijaba la obligación de defender a la patria, con la bayoneta si era preciso; se mentaba una cosa que se llamaba “objeción de conciencia”, y se establecía la posibilidad de ejercerla haciendo una prestación social sustitutoria, para no pillar el mosquetón.

Los objetores me llegaron a través de Codifiva, en uno de esos convenios del Ministerio de Interior con entidades sociales, y sirvieron para que durante varios años dispusiera sábados y domingos de una persona que me prestara los apoyos que yo precisaba para el criar a mi hija.

La Constitución lo había previsto todo y con dos cojones, el gobierno de turno se llevó por delante en 1978 el servicio social femenino y en 2002 la mili y la prestación de los objetores. La discriminación que suponía a las mujeres privarles de su derecho a contribuir se iba a resolver con la aprobación de un “servicio cívico temporal para mujeres, objetores de conciencia e inútiles para el servicio militar”. Pero el proyecto de ley lo robaron de los cajones de la Dirección General de Desarrollo Comunitario, del Ministerio de Cultura. Mis esperanzas de aportar a la patria, después de haber sido declarado “inutilísimo”, porque en caso de guerra no servía ni de prisionero, se vieron frustradas.

De entrada la prestación se dirigió hacia: Cruz Roja, Protección Civil, Inserso, Icona…. Como sobraba recluta se buscó acomodo en centros de administración pública, con el condicionante de que su labor no podía suplir la actividad laboral. Y a falta de puestos se dirigió hacía entidades sociales no gubernamentales, mediante la firma de convenios.

Los mozos y mozas que fueron destinados a tratar con el casquerio, abuelos, y otros especímenes históricamente discriminados, segregados y marginados; se dieron cuenta de que la primera condición que tenían era la de personas. Conocieron que en una vivienda cercana vivía una persona que no podía bajar a la calle, o le costaba mucho y precisaba que le hicieran un recado, acompañar a algún sitio o hacerle compañía un rato. Conocieron a personas que por su condición física o intelectual no habían aparecido por las aulas que ellos habían pisado durante su etapa escolar, viviendo en un mundo paralelo.

El caso es que el vacio que dejaron los objetores se cubrió en parte, con un ligero incremento en las subvenciones administrativas (graciables y anuales) y las de Obras Sociales de las Cajas de Ahorros. La sociedad veía que las necesidades de colectivos desfavorecidos eran atendidas por las administraciones públicas, pero el mueble tenia carcoma. Las subvenciones se fueron recortando y retrasando los pagos; con lo que hubo que acudir al crédito bancario, con el correspondiente interés. Conclusión: la pasta de las subvenciones de las obras sociales de las Cajas de Ahorro se iba en parte al pago de intereses con la entidad, por los créditos pedidos para atender las dificultades de tesorería. Después desaparecieron las Cajas de Ahorro y con ellas no solo el patrocinio de federaciones y clubs deportivos.

Marcial dice que esto se arregla con una recluta de ciudadanos, que para eso está el artículo 30 de la Constitución, que dice que “Podrá establecerse un servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general”. Cuando le dije que cuando suprimieron el servicio social femenino el gobierno de entonces ya lo planteó, me dijo: “Lo ves, eso es lo que hay que hacer poner en marcha un servicio civil para que todos aportemos. Si los cascaos somos buenos para cargar con el coste de la crisis, también somos buenos para un servicio civil”.

Mi amigo Justo, asegura que en España ningún gobierno va a implantar un servicio civil por el coste electoral, y no por el hecho de que no se den circunstancias contempladas en la constitución: “Mediante ley podrán regularse los deberes de los ciudadanos en los casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública.” Y no hay momento que más lo justifique, pero como no cuesta dinero y de donde no hay no se puede….

Tal como yo lo veo se va a perder una generación, porque las mozas que hicieron el servicio social tienen para contar sus historias y lo mismo pasa con los que hicieron la mili o el servicio social sustitutorio. Pero a esta generación se le está negando el derecho a aportar a la comunidad. Y lo que es peor, negado el derecho a contar batallitas.

En fin, viendo que ante la crisis y las medidas de ahorro, Alemania se enfrenta al reto de eliminar las obligaciones con la sociedad a bajo precio: servicio social obligatorio. Pensé pedir el desarrollo constitucional del servicio civil en España, porque aquí lo más parecido es la pena de trabajos en beneficio de la comunidad, concebido por tanto como castigo, pero no voy a pedirlo porque seguro que esa es una de las reformas que Ángela y los troikanos han exigido. En Alemania la medida puede ser muy popular, pero cara; porque aunque el gobierno ha creado un servicio social voluntario este no cubre las plazas del obligatorio.

Tampoco creo que no pueda esperar el 30.3. Nuestros mayores ya se apañaban sin esperar nada de “los que mandan”. Aun recuerdo como las madres mandaban a los hijos a comprar sin dinero, con la indicación de que le dijera a la Vicentica que lo apuntara; después cuando el padre pillaba sobre, el sábado a mediodía, se pagaba. El crédito era un apunte en un papel de estraza y el aval era la palabra dada; la oficina del servicio civil: la tienda o la parada y el voluntariado el vecino.

En definitiva, subconscientemente justifico la ausencia del desarrollo constitucional del servicio civil con aquello que enseñaban a las mocitas, referido a los políticos: “Ponte en sus zapatos. No te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o no llega en toda la noche. Trata de entender su mundo de compromisos.” Perdón, donde dije “políticos” quería decir “maridos”

Por cierto, ni con esos zapatos consigo levantarme de la silla de ruedas y dar un paso.

Ponte en sus zapatos o 30.3

El vacio que dejaron los objetores se cubrió en parte, con un ligero incremento en las subvenciones administrativas
Vicente Valero
lunes, 11 de noviembre de 2013, 07:24 h (CET)
Serian principios de los 70 cuando llegaron las chicas del Servicio Social Femenino (SSF) al Asilo Hospital de San Juan de Dios en la Malvarrosa, donde yo penaba desde los 7 años. El SSF se implantó en 1938 para que todas las mujeres solteras colaboraran al esfuerzo bélico en tareas auxiliares y se prolongó hasta 1978. Conocido como “la mili de las mujeres” era requisito para las mozas entre los 17 y 35 años que quisieran: un curro pagado, un título oficial, sacarse el carnet de conducir,…. y el permiso de armas. Tenía dos periodos, uno en el que se les instruía en tareas tradicionales propias (buenas patriotas, buenas esposas, buenas madres) y 3 meses de prestaciones en entidades benéficas.

Con respecto a la formación no puedo resistirme a recomendar la lectura de uno de los libros de formación: “Guía de la buena esposa: 11 reglas para mantener a tu marido feliz”.

Mientras tanto, los mocitos eran sacados de sus casas para prepararse para defender a la patria, y “hacerse hombres”. Para lo cual había aprender a hacerse la cama, lavar la ropa, limpiar botones y hebillas, pegar tiros (pocos porque el presupuesto del ejercito era el que era), comer rancho, hacer chapuzas en las casas de los oficiales,… Allí les enseñaron a ser disciplinados, fraternales y caritativos.

La llegada de la democracia trajo la Constitución y en ella, al tiempo que se fijaba la obligación de defender a la patria, con la bayoneta si era preciso; se mentaba una cosa que se llamaba “objeción de conciencia”, y se establecía la posibilidad de ejercerla haciendo una prestación social sustitutoria, para no pillar el mosquetón.

Los objetores me llegaron a través de Codifiva, en uno de esos convenios del Ministerio de Interior con entidades sociales, y sirvieron para que durante varios años dispusiera sábados y domingos de una persona que me prestara los apoyos que yo precisaba para el criar a mi hija.

La Constitución lo había previsto todo y con dos cojones, el gobierno de turno se llevó por delante en 1978 el servicio social femenino y en 2002 la mili y la prestación de los objetores. La discriminación que suponía a las mujeres privarles de su derecho a contribuir se iba a resolver con la aprobación de un “servicio cívico temporal para mujeres, objetores de conciencia e inútiles para el servicio militar”. Pero el proyecto de ley lo robaron de los cajones de la Dirección General de Desarrollo Comunitario, del Ministerio de Cultura. Mis esperanzas de aportar a la patria, después de haber sido declarado “inutilísimo”, porque en caso de guerra no servía ni de prisionero, se vieron frustradas.

De entrada la prestación se dirigió hacia: Cruz Roja, Protección Civil, Inserso, Icona…. Como sobraba recluta se buscó acomodo en centros de administración pública, con el condicionante de que su labor no podía suplir la actividad laboral. Y a falta de puestos se dirigió hacía entidades sociales no gubernamentales, mediante la firma de convenios.

Los mozos y mozas que fueron destinados a tratar con el casquerio, abuelos, y otros especímenes históricamente discriminados, segregados y marginados; se dieron cuenta de que la primera condición que tenían era la de personas. Conocieron que en una vivienda cercana vivía una persona que no podía bajar a la calle, o le costaba mucho y precisaba que le hicieran un recado, acompañar a algún sitio o hacerle compañía un rato. Conocieron a personas que por su condición física o intelectual no habían aparecido por las aulas que ellos habían pisado durante su etapa escolar, viviendo en un mundo paralelo.

El caso es que el vacio que dejaron los objetores se cubrió en parte, con un ligero incremento en las subvenciones administrativas (graciables y anuales) y las de Obras Sociales de las Cajas de Ahorros. La sociedad veía que las necesidades de colectivos desfavorecidos eran atendidas por las administraciones públicas, pero el mueble tenia carcoma. Las subvenciones se fueron recortando y retrasando los pagos; con lo que hubo que acudir al crédito bancario, con el correspondiente interés. Conclusión: la pasta de las subvenciones de las obras sociales de las Cajas de Ahorro se iba en parte al pago de intereses con la entidad, por los créditos pedidos para atender las dificultades de tesorería. Después desaparecieron las Cajas de Ahorro y con ellas no solo el patrocinio de federaciones y clubs deportivos.

Marcial dice que esto se arregla con una recluta de ciudadanos, que para eso está el artículo 30 de la Constitución, que dice que “Podrá establecerse un servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general”. Cuando le dije que cuando suprimieron el servicio social femenino el gobierno de entonces ya lo planteó, me dijo: “Lo ves, eso es lo que hay que hacer poner en marcha un servicio civil para que todos aportemos. Si los cascaos somos buenos para cargar con el coste de la crisis, también somos buenos para un servicio civil”.

Mi amigo Justo, asegura que en España ningún gobierno va a implantar un servicio civil por el coste electoral, y no por el hecho de que no se den circunstancias contempladas en la constitución: “Mediante ley podrán regularse los deberes de los ciudadanos en los casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública.” Y no hay momento que más lo justifique, pero como no cuesta dinero y de donde no hay no se puede….

Tal como yo lo veo se va a perder una generación, porque las mozas que hicieron el servicio social tienen para contar sus historias y lo mismo pasa con los que hicieron la mili o el servicio social sustitutorio. Pero a esta generación se le está negando el derecho a aportar a la comunidad. Y lo que es peor, negado el derecho a contar batallitas.

En fin, viendo que ante la crisis y las medidas de ahorro, Alemania se enfrenta al reto de eliminar las obligaciones con la sociedad a bajo precio: servicio social obligatorio. Pensé pedir el desarrollo constitucional del servicio civil en España, porque aquí lo más parecido es la pena de trabajos en beneficio de la comunidad, concebido por tanto como castigo, pero no voy a pedirlo porque seguro que esa es una de las reformas que Ángela y los troikanos han exigido. En Alemania la medida puede ser muy popular, pero cara; porque aunque el gobierno ha creado un servicio social voluntario este no cubre las plazas del obligatorio.

Tampoco creo que no pueda esperar el 30.3. Nuestros mayores ya se apañaban sin esperar nada de “los que mandan”. Aun recuerdo como las madres mandaban a los hijos a comprar sin dinero, con la indicación de que le dijera a la Vicentica que lo apuntara; después cuando el padre pillaba sobre, el sábado a mediodía, se pagaba. El crédito era un apunte en un papel de estraza y el aval era la palabra dada; la oficina del servicio civil: la tienda o la parada y el voluntariado el vecino.

En definitiva, subconscientemente justifico la ausencia del desarrollo constitucional del servicio civil con aquello que enseñaban a las mocitas, referido a los políticos: “Ponte en sus zapatos. No te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o no llega en toda la noche. Trata de entender su mundo de compromisos.” Perdón, donde dije “políticos” quería decir “maridos”

Por cierto, ni con esos zapatos consigo levantarme de la silla de ruedas y dar un paso.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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