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Con lo que nos está pasando carece de sentido recurrir a la manipulación informativa, porque de nada pueden convencer al ciudadano videos que muestran lo contrario de lo que éste ve a su alrededor

Réquiem por TVE

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Cuando en 2012 el Gobierno cambió la ley para darse el gustazo de elegir al nuevo director de Radio Televisión Española (RTVE) sin necesidad de alcanzar acuerdo alguno con la oposición, mostré a través de las redes sociales mi convencimiento de que estábamos asistiendo al principio del fin de la imparcialidad en el ente público. Una querida compañera de profesión me pidió que no fuera tan pesimista y que otorgara el beneficio de la duda al nuevo equipo de dirección.

Sin embargo, los hechos no tardaron en darnos la razón a quienes desde el primer momento sospechábamos que nada bueno cabía esperar. Sobre todo cuando se nombró director de informativos de TVE a Julio Somoano. Aquello parecía un golpe de mano en toda regla: para sustituir a alguien como Fran Llorente, que se había caracterizado por practicar una asepsia informativa nunca vista en la televisión pública, ponían al controlador de la información en la partidista y parcial Telemadrid. Recurrían a uno de los periodistas de cabecera de Esperanza Aguirre para poner fin a la etapa de máxima limpieza editorial en TVE. Acababan por la vía rápida con una encomiable obra reconocida y respaldada por la audiencia, la profesión periodística y no pocos jurados de premios.

Era evidente que las cosas habían cambiado. Y para dejar constancia de ello no tardaron en llegar ceses sonados como el de Ana Pastor en TVE o los de Juan Ramón Lucas y Toni Garrido en RNE. Cambio de caras y, sobre todo, de rigor informativo y pluralidad, que han acarreado en tan solo unos meses una importante pérdida de prestigio y de número de oyentes y telespectadores. Son muchas las personas que se han sentido empujadas a cambiar de canal y de número en el dial. Seguramente porque ya no reconocen a las que hasta hace muy poco habían sido su televisión y radio preferidas.

Craso error comete el Gobierno al considerar que puede obtener rendimiento electoral del engaño y la manipulación. Quizá la técnica haya funcionado en otro tiempo, pero me temo que en la actualidad, con todo lo que nos está pasando, semejante táctica de guerrilla informativa no va a proporcionar rendimiento alguno. Parece hasta infantil que en la actual coyuntura alguien crea que es posible tergiversar la realidad.

Porque la gente es plenamente consciente de lo que está ocurriendo en el país. En todas las familias hay un desempleado, o más de uno, cuando no tres y cuatro. Todo el mundo, cuando pasea por la calle, se topa con situaciones dramáticas, con personas que piden para alimentar a sus hijos o para poder comprar las medicinas que el médico les acaba de recetar. Muchos de esos medicamentos entraban hace unos meses por la Seguridad Social y ahora hay que pagarlos íntegramente. Nos pueden contar que la economía va viento en popa y a toda vela, que la reforma laboral ha sido un rotundo éxito y que vivimos en el más feliz de los mundos posibles. Pero cuando las personas miran a su alrededor, ven desempleo, penurias, estrecheces, desilusión, baja autoestima, impotencia y cabreo. Mucho cabreo.

Ven también la inactividad y el silencio de las ciudades. Al menos es lo que yo contemplo donde vivo. Antes por las calles del centro, a eso de la una del medio día, eran muchas las personas que deambulaban a toda velocidad. Se dirigían a algún sitio a realizar alguna actividad. Ahora, al pasear por esos mismos lugares y a la misma hora, lo normal es encontrarse con muy poca gente. Con seres humanos que parecen no tener prisa. Donde antes había ruido, ahora no se escucha más sonido que el del silencio.

Ante un panorama tan desolador como el que nos está tocando vivir, tiene escaso sentido obligar a Ana Blanco a dar paso a videos en los que se ensalza la gestión del Gobierno. De nada pueden convencer al ciudadano si muestran lo contrario de lo que éste ve. Máxime si se les va tanto la mano que obligan a la propia Ana Blanco a plantarse ante la dirección de informativos para pedir explicaciones sobre los atropellos que se están perpetrando. Debe ser muy frustrante para los profesionales de prestigio y larga trayectoria tener que dar paso a noticias en las que se invita a rezar a los desempleados o en las que se dice que el verano está a la vuelta de la esquina, que para muchos adolescentes será el primero con un nuevo cuerpo y que los padres tiemblan por las minifaldas muy cortas y pantalones demasiado caídos que sus hijos e hijas puedan utilizar.

Réquiem por TVE

Con lo que nos está pasando carece de sentido recurrir a la manipulación informativa, porque de nada pueden convencer al ciudadano videos que muestran lo contrario de lo que éste ve a su alrededor
Rafa García
lunes, 20 de mayo de 2013, 09:51 h (CET)
Cuando en 2012 el Gobierno cambió la ley para darse el gustazo de elegir al nuevo director de Radio Televisión Española (RTVE) sin necesidad de alcanzar acuerdo alguno con la oposición, mostré a través de las redes sociales mi convencimiento de que estábamos asistiendo al principio del fin de la imparcialidad en el ente público. Una querida compañera de profesión me pidió que no fuera tan pesimista y que otorgara el beneficio de la duda al nuevo equipo de dirección.

Sin embargo, los hechos no tardaron en darnos la razón a quienes desde el primer momento sospechábamos que nada bueno cabía esperar. Sobre todo cuando se nombró director de informativos de TVE a Julio Somoano. Aquello parecía un golpe de mano en toda regla: para sustituir a alguien como Fran Llorente, que se había caracterizado por practicar una asepsia informativa nunca vista en la televisión pública, ponían al controlador de la información en la partidista y parcial Telemadrid. Recurrían a uno de los periodistas de cabecera de Esperanza Aguirre para poner fin a la etapa de máxima limpieza editorial en TVE. Acababan por la vía rápida con una encomiable obra reconocida y respaldada por la audiencia, la profesión periodística y no pocos jurados de premios.

Era evidente que las cosas habían cambiado. Y para dejar constancia de ello no tardaron en llegar ceses sonados como el de Ana Pastor en TVE o los de Juan Ramón Lucas y Toni Garrido en RNE. Cambio de caras y, sobre todo, de rigor informativo y pluralidad, que han acarreado en tan solo unos meses una importante pérdida de prestigio y de número de oyentes y telespectadores. Son muchas las personas que se han sentido empujadas a cambiar de canal y de número en el dial. Seguramente porque ya no reconocen a las que hasta hace muy poco habían sido su televisión y radio preferidas.

Craso error comete el Gobierno al considerar que puede obtener rendimiento electoral del engaño y la manipulación. Quizá la técnica haya funcionado en otro tiempo, pero me temo que en la actualidad, con todo lo que nos está pasando, semejante táctica de guerrilla informativa no va a proporcionar rendimiento alguno. Parece hasta infantil que en la actual coyuntura alguien crea que es posible tergiversar la realidad.

Porque la gente es plenamente consciente de lo que está ocurriendo en el país. En todas las familias hay un desempleado, o más de uno, cuando no tres y cuatro. Todo el mundo, cuando pasea por la calle, se topa con situaciones dramáticas, con personas que piden para alimentar a sus hijos o para poder comprar las medicinas que el médico les acaba de recetar. Muchos de esos medicamentos entraban hace unos meses por la Seguridad Social y ahora hay que pagarlos íntegramente. Nos pueden contar que la economía va viento en popa y a toda vela, que la reforma laboral ha sido un rotundo éxito y que vivimos en el más feliz de los mundos posibles. Pero cuando las personas miran a su alrededor, ven desempleo, penurias, estrecheces, desilusión, baja autoestima, impotencia y cabreo. Mucho cabreo.

Ven también la inactividad y el silencio de las ciudades. Al menos es lo que yo contemplo donde vivo. Antes por las calles del centro, a eso de la una del medio día, eran muchas las personas que deambulaban a toda velocidad. Se dirigían a algún sitio a realizar alguna actividad. Ahora, al pasear por esos mismos lugares y a la misma hora, lo normal es encontrarse con muy poca gente. Con seres humanos que parecen no tener prisa. Donde antes había ruido, ahora no se escucha más sonido que el del silencio.

Ante un panorama tan desolador como el que nos está tocando vivir, tiene escaso sentido obligar a Ana Blanco a dar paso a videos en los que se ensalza la gestión del Gobierno. De nada pueden convencer al ciudadano si muestran lo contrario de lo que éste ve. Máxime si se les va tanto la mano que obligan a la propia Ana Blanco a plantarse ante la dirección de informativos para pedir explicaciones sobre los atropellos que se están perpetrando. Debe ser muy frustrante para los profesionales de prestigio y larga trayectoria tener que dar paso a noticias en las que se invita a rezar a los desempleados o en las que se dice que el verano está a la vuelta de la esquina, que para muchos adolescentes será el primero con un nuevo cuerpo y que los padres tiemblan por las minifaldas muy cortas y pantalones demasiado caídos que sus hijos e hijas puedan utilizar.

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