Así, si pensarlo dos veces, te dicen que la Selección Española es el único equipo que acumula 50 partidos consecutivos sin caer derrotado en rondas eliminatorias para el Mundial y piensas en que no hay rival, que todo es un camino de rosas y que con esta Selección ¡no puede nadie! Bueno, pues abriendo los ojos y viendo partidos como el de ayer en un Saint Denis áspero y hostil para los nuestros, ponemos los pies en la tierra, damos un golpe de efecto, eso sí, sufriendo. Y demostramos porqué una vez más somos los actuales campeones del Mundo y de Europa.

Parece que nos gusta sufrir, que partidos donde casi te juegas el todo por el todo por defender el Mundial en Brasil, nos ponen. A la afición por sentirlos y disfrutarlos como si fueran finales y a toda la plantilla por meterse tan de lleno en la defensa del escudo y los colores. Una camiseta que desde hace años viene siendo un cúmulo de alegrías. Esa proporción tan pequeñita por la que uno puede estar orgulloso de España, capeando los tiempos que corren.

Pan para el pueblo, distracción para olvidar los problemas importantes, qué más da. Lo llamen como lo llamen, o nos tachen como nos tachen, si no disfrutamos con el fútbol, qué nos queda. Esta plantilla hace que todos soñemos y persigamos un objetivo común. Que nos sintamos parte de algo y que a las situaciones de tensión les saquemos algo bueno.

No me extraña que no seamos santo de la devoción de los franceses, deportivamente hablando. Una vez más dejamos claro nuestros intereses y que en situaciones límite hay que estar muy a la altura para poder salir airoso. Hasta ellos mismos se han dado cuenta. Ya era hora de que la presa gala admitiera algo tan claro como que, hoy por hoy, España es superior y que además es vox populi.

Francia es una gran Selección. En pleno cambio generacional está formando un gran equipo. Compacto, sólido y competente, pero todavía les falta rodaje. A la contra pueden ser letales, pero si de algo puede presumir nuestra Roja es de saber dominar estas situaciones, de aprovecharse de su estilo de juego y de hundir al rival a fuerza de toque, posesión y gracias a Xabi Alonso de bastante más verticalidad.

La clave de esta selección pasa por el tolosarra. En El Molinón una vez más se notó su ausencia. Que es elegante, discreto, preciso y muy correcto dentro y fuera del campo ya lo sabemos, pero es que esta pieza del engranaje hace de la presión su mejor aliada y consigue que toda la plantilla baile a su ritmo. Su presencia se perfila como vital en el terreno de juego. Cada uno de ellos son importantes, pero el mediocentro no tiene competencia.

Con el trabajo hecho y los objetivos más que cumplidos ya han regresado a casa. La Liga vuelve este fin de semana y veremos si el virus FIFA no condiciona demasiado a los clubes…porque más de un regalito en forma de sobrecarga o lesión ya se llevan.

Por cierto, espectacular actuación de Valdés. El guardameta de Gavá necesitaba un partido como este para reivindicarse con la Selección y sobre todo dejar claro que los palos de La Roja siempre están bien custodiados. Un apunte más, #Monrealismo. Con este hastag España cayó rendida a sus pies y a sus detalles. Salía, con dudas, a sustituir a Jordi Alba y que nos dejó a todos con la boca abierta. No hay duda de que el fondo de armario de nuestra Selección está bien repleto. Nos vemos en Maracá.