Que las dos industrias cinematográficas más productivas del mundo, Hollywood y Bollywood, no son la misma cosa, queda claro a través de sus películas y a través del alcance internacional de las mismas, ya que si las películas de "H" recalan en los más recónditos lugares, las de "B" se limitan, casi exclusivamente y salvo raras excepciones transfronterizas, al consumo propio. Sin embargo, poco a poco, ambas parecen darse la mano y unir intereses, y esta cinta, La joven de las especias, viene a ser tanto un producto de celuloide como un puente tendido entre ambas culturas. Como queda patente con esta historia, el cine que nos llega de la India no se limita a las "parodias norteamericanas" que aparecen en algunas de las películas “Made in USA”, ni tampoco a los cantos puestos de moda no hace mucho por los anuncios de uno de sus buques insignia, la Coca-Cola. Hay otras alternativas, y ésta, con sus limitaciones, es una de ellas.
La joven de las especias es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Chitra Banerjee Divakaruni –no sólo de famosos códigos vive el hombre-, una historia que se centra en la vida de sacrificio y renuncia personal de una joven, Tilo, para que a través de sus capacidades, circunscritas a su tienda-bazar, los demás puedan ser felices. Para poder cumplir con las enseñanzas que le fueron inculcadas de pequeña, la joven tiene además que seguir una serie de reglas. Y ahí precisamente comienzan los problemas, cuando la protagonista también quiere ser feliz. Si bien Quiero ser como Beckham o Bodas y prejuicios, productos ambos del mismo dúo –la pareja de guionistas-realizadores, también en la vida real, formada por Gurinder Chadha y Paul Mayeda Berges respectivamente-, tenían, como suele decirse, “duende”, esta historia, a pesar de su exagerada magia, no la desprende en ningún momento, salvándose únicamente su delicada fotografía –sólo hubiese faltado eso para ajar los colores- y su bien llevada música a base de fusiones de ritmos étnicos, porque el montaje, por momentos, desprende visos de amateurismo y recurre sin ningún sentido a flashbacks innecesarios. Y menos mal que no les ha dado por incluir otros ingredientes propios de ese cine, como los números musicales indescifrables o una duración sempiterna –la apenas hora y media ya se hace larga-. Eso sí, han acertado, aunque por poco, al no hacer que la taza de café rebose por culpa del azúcar tanto como las genuinas cintas de Bollywood, y es que esta pareja no es nueva en estos temas gastronómicos, puesto que su carrera la iniciaron con ¿Qué se está cociendo?
Jugando con el propio título, la verdadera especia del metraje es su actriz protagonista Aishwarya Rai, para lo bueno y para lo malo, con su dulzura física –incrementada con un sensual vestuario- y su acidez interpretativa. Como dice Alejandro Sanz, no es lo mismo, en este caso, un anuncio de cosméticos que una interpretación para una película, y, por más que esta Miss Mundo y estrella de Bollywood se esmere, lo cierto es que no sabemos si por deméritos suyos o del director, a pesar de su impresionante mirada, sus excesivos primeros planos empalagan más que agradan. Como en toda historia romántica, porque a pesar de algún que otro matiz estamos sin duda ante una comedia romántica, tiene que haber una pareja, un amor idílico, y aquí el intérprete masculino es Dylan McDermott, actor a quien hemos visto, por ejemplo, en Tango para tres y cuyo perfil no es el más adecuado, sobre todo con ese aspecto de motero más propio de otras historias que gustan tanto al cine independiente. Las especias –incluidas unas guindillas que más bien, por instantes, parecen sacadas de La tienda de los horrores-, y el bazar son otros personajes más con vida propia, tanta como los clientes de la protagonista, una curiosa mezcla que, además, es casi lo que más juego da. Como dato anecdótico, en la película aparece también la pareja del escritor Salman Rushdie, la modelo y actriz Padma Lakshmi. Y una lástima es que no se aproveche la ciudad de San Francisco lo suficiente, y pase casi de puntillas al fondo.
Últimamente, el cine parece cocinarse “a fuego lento” con títulos que compaginan el celuloide y los utensilios de cocina. American Cuisine, Supersize me, Chocolat, Como agua para chocolate, Hannibal –curiosos festín el del señor Anthony Hopkins-, Woman on Top –con nuestra Penélope Cruz-... son sólo algunos ejemplos de esta tendencia. La joven de las especias se suma a esta particular lista de la compra con un mensaje sobre tradiciones aperturistas y no enquistadas, y donde queda claro que, a veces, sólo muy de vez en cuando, la “comida americana”, en este caso su cine, no es lo peor del mercado, que algunos tratan de vendernos otros “aromas y sabores de anuncio”.
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