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¡Muchas Gracias Rollán!

Diego Blázquez
Redacción
martes, 14 de marzo de 2006, 22:35 h (CET)
El pasado sábado, los amantes del deporte amanecimos con la peor de las noticias que nos podíamos encontrar, el maravilloso guardameta de la selección española de waterpolo Jesús Rollán falleció a los treinta y siete años de edad al precipitarse por la ventana de su habitación en la Residencia Balneario Blancafort de la localidad barcelonesa de La Garriga, donde estaba recuperándose de una depresión aguda a causa de diversas circunstancias que protagonizaban su vida. Todas la explicaciones que se han dado sobre la compleja situación personal que atravesaba el ya ex waterpolista, y que al parecer han sido la causa de su más que probable suicidio, giraban acerca de diversos problemas de salud física (la espalda le obligó a dejar su disciplina), y mental. Por este motivo, el COE le había ofrecido un programa de ayuda, “Tutoría de deportistas”, persiguiendo así la recuperación del mítico portero.

Para mí, hablar de Jesús Rollán es hablar de aquel maravilloso verano del 96, en el que todo un país se enganchó a una selección de anfibios que nos regalaron una de las más bellas estampas que se recuerdan en aquel año. “Los calimeros”, como mi padre decidió bautizarlos, fueron los encargados de devolver a España ese espíritu olvidado de casta, coraje, esfuerzo, sacrificio y compañerismo, tan necesarios en el deporte, y que sirvieron para que fuéramos campeones olímpicos de Waterpolo en los Juegos que siguieron al sueño de Barcelona 92. Pues bien, todos esos valores que nos enseñó aquel fabuloso equipo, estaban encarnados como en el que más por Jesús Rollán. Para el que no se acuerde bien, era aquel que siempre estaba bajo los palos, con su gorro, un tanto ridículo si se comparan con los tiarrones que los llevaban, sus dientes separados, que suscitaban simpatía, y ese gesto de fuerza que siempre llevaba en el semblante el deportista madrileño. Porque Rollán era de esos jugadores que conectaban rápido con el público, que ponían la piel de gallina cada vez que la televisión le enfocaba con planos cortos, sus brazos en alto celebrando todos los goles de sus compañeros, y por supuesto, sus imposibles paradas, quedarán para el recuerdo de todos. Así como las celebraciones de aquel entorchado de oro de aquel verano de Atlanta, en las que Jesús era uno de los protagonistas por su carácter extrovertido y alegre, que han destacado en estos días los que le conocían.

El deportista español debutó en la selección con dieciocho años y había sido 443 veces internacional. Había participado en ocho campeonatos de Europa, entre los que destaca la plata del 91; en 7 campeonatos del Mundo, entre los que destaca las dos medallas de bronce del 91 y el 99; otras dos presencias en la Liga Mundial, en la del 2002 fue plata; cinco campeonatos del Mundo, de los cuales ganó el del 98 y el 2001, y quedó subcampeón en el 91 y en el 94; y por supuesto, los cinco Juegos Olímpicos en los que desfiló, de los cuales se llevó el oro en el 96 y la plata en los de Barcelona 92. Además, atesoraba siete títulos de liga y seis Copas del Rey con el Catalunya, y una liga italiana con el Pro-Recco. Fue campeón de Europa de clubes en el 95 y en el 2003, subcampeón en el 89 y en el 94; campeón de la Recopa en el 92; y subcampeón de la Supercopa continental en el 92 y en el 95. Desde luego, un palmarés de ensueño al alcance de muy pocos deportistas de este planeta. Y a pesar de ello, ¡qué poco se ha hablado de esta trágica noticia!, la muerte de toda una figura de la historia de nuestro deporte, que bien debe pasar a convertirse en leyenda, pues idolatramos antes a deportistas que todavía tienen mucho que demostrar y que no han ganado nada, máxime si son de fuera, que grandes héroes como los ha sido y lo será Jesús Rollán.

Siempre me ha sobrecogido la pregunta de ¿qué se le pasará a alguien por la cabeza para suicidarse?. La vida me parece el más preciado don que puede recibir una persona, y por eso me inquieta y me trastorna el pensar que hay gente que prefiere acabar con su existencia porque ya no encuentra esperanza en lo más remoto de su andadura por este mundo. No sé si habrá sido la separación de su mujer, las pocas ocasiones en las que disfrutaba de su amada hija Asia, de tres años, o el no haber superado la retirada de la actividad que más le gustaba hacer, seguramente la que más llenaba su ya apagada vida. La verdad es que no quiero saber cuál ha sido el motivo, porque el hecho es que nos ha abandonado uno de los mejores deportistas que ha dado este país, uno de los valientes que desafiaba al rival con respeto, pero con esa mirada de ganador, un héroe que se ganó el corazón de todos, porque el era todo corazón. Creo que es de recibo devolverle un poco de nuestro afecto y nuestro cariño, de nuestro recuerdo, de nuestra memoria, porque aquella alegría del verano del 96, como muchas otras llevan su firma. ¡Muchas gracias por todo, monstruo!. Descanse en paz el siempre portero de nuestra selección nacional de Waterpolo. ¡Hasta siempre Jesús Rollán!.

 
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