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Etiquetas | Cartas a un ex guerrillero

También los demonios creen y tiemblan

Sor Clara Tricio
Sor Clara Tricio
domingo, 19 de febrero de 2006, 23:51 h (CET)
Querido Efraín:

La caridad es aquella buena disposición del ánimo que nada antepone al conocimiento de Dios. Nadie que esté subyugado por las cosas terrenas podrá nunca alcanzar esta condición. El que ama a Dios antepone su conocimiento a todas las cosas por él creadas, y todo su deseo y amor tienden continuamente hacia él.

Como sea que todo lo que existe ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios es inmensamente superior a sus criaturas, el que dejando de lado a Dios, incomparablemente mejor, se adhiere a las cosas inferiores demuestra con ello que tiene en menos a Dios que a las cosas por él creadas.

El que me ama -dice el Señor- guardará mis mandamientos. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros. Por tanto, el que no ama al prójimo no guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento no puede amar a Dios. Dichoso el hombre que es capaz de amar a todos los hombres por igual.

El que ama a Dios ama también, inevitablemente, al prójimo; y el que tiene este amor verdadero no puede guardar para sí su dinero, sino que lo reparte según Dios a todos los necesitados.

El que da limosna no hace, a imitación de Dios, discriminación alguna, en lo que atañe a las necesidades corporales, entre buenos y malos, justos e injustos. Reparte a todos por igual, en proporción de las necesidades de cada uno. La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino, sobre todo, con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales.

El que, renunciando, sinceramente y de corazón, a las cosas de este mundo, se entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo pronto se ve liberado de toda pasión y vicio, y se hace partícipe del amor y del conocimiento divinos.

El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie.

No digáis -advierte el profeta Jeremías-: "Somos templo del Señor." Tú no digas tampoco: "La sola y escueta fe en nuestro Señor Jesucristo me dará la salvación." Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir también la caridad para con Cristo, por medio de tus obras. Por lo que respecta a la fe sola, dice la Escritura: “También los demonios creen y tiemblan”.

El fruto de la caridad consiste en la atención sincera y de corazón para con el prójimo, en la generosidad y la paciencia; y también en el recto uso de las cosas materiales que nos dan bienestar.

Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.

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Sor Clara Tricio es religiosa (RR. MM. Oblatas) y mantiene correspondencia pública en el diario Presente de Tabasco (México) con Efraín Barrios Molina, antiguo luchador por la justicia social en Guatemala y Chiapas (México).

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