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Las categorías sociales las generaron personas ofuscadas por sentimientos de superioridad. Personas con buenas viandas, buena vestimenta, buena cortesía, buenos trabajos y mucha diplomacia. Personas que no conocían los pucheros, la ropa colgada en la ventana, la mano sucia extendida, el pico, la pala, la mecánica… y los acuerdos sin firma.
La España arruinada, como novia mentirosa, recorre el mundo disfrazada de cruzada templaria. Sus huestes, banderas en ristre y armamento quijotesco, se afanan en predicar el buenísmo de los que luego, “dicen”, les darán de comer. Pólvora mojada, triunfalismo medieval, sumisión de "ejecutivo barato".
La sociedad, dicen más avanzada, ha creado una “casta de aspiradores”: quieren llegar, sin escalera, a lo más alto, quieren subir en ascensor para llegar antes que otros, quieren contemplar la vida del paraíso sin suficientes medios y para ello se endeudan, se ahogan… Esa casta, con esas ilusiones, destaca por su soberbia, de rico pobre.
¿Están locos sus señorías? Deben estarlo si no han sido capaces de ponerse de acuerdo para encontrar una fórmula que hiciera posible la aprobación del dictamen sobre “políticas sociales” elaborado por la Comisión para la Reconstrucción, tan vapuleada durante su andadura.
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