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Rafael Pérez Ortolá
Disyuntivas
Rafael Pérez Ortolá nació en Pego (Alicante), en 1945. Es Doctor en Medicina por la Universidad de Navarra y profesor en la Unidad Docente de Vitoria de la Universidad del País Vasco. Es autor de 'Álava. Geometria sentimental itinerante' y 'Bizitzamendi: El monte de la vida', así como de numerosos artículos publicados en diversos medios de comunicación. Las sucesivas y variadas disyuntivas a las que nos vemos abocados en la vida cotidiana, los esfuerzos por hacerlas agradables y la aproximación a las creaciones artísticas que nos
abran camino, son las lineas que caracterizan su columna semanal que se publica todos los domingos.
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En cualquier actividad profesional se realizan acciones directas de su incumbencia y se derivan gran cantidad de conductas por aproximación; unas y otras, con innumerables efectos derivados, cuya valoración acabará siendo desigual. El comentario de hoy parte de las apreciaciones en torno a una obra de Knut Hamsun, Redactor Lynge. Disfrutando primero de su relectura, a pesar del tiempo transcurrido desde su edición; no deja de aportarnos cuajados matices.
Por fas o por las tribulaciones acechantes de una manera denodada, por el carácter pusilánime acentuado con cada frustración o por las poco atinadas propuestas vitales emprendidas; escuchamos esa frase tan manida de no encontrarle sentido a la vida. Dicha expresión denota una situación lamentable de por sí, pero especialmente dolorosa si prestamos atención a los sufrimientos que la acompañan.
En época tan movidita como la actual, no vamos a negar los magníficos adelantos conseguidos; al tiempo, es patente y nos inquieta la proliferación simultánea de irresponsabilidades sin parangón. Incluso aquellos logros de buen ver, se desvirtúan por una serie de prácticas intempestivas.
Quizá por comodidad, nos dejamos llevar por las formalidades sociales, sin la motivación suficiente para averiguar sus justificaciones; son más entretenidas las distracciones de poco fuste en pleno auge. Tampoco sobra tiempo, atareados como estamos en un sinfín de menesteres. Ni ganas tenemos de estrujarnos el caletre en elucubraciones cuya aplicación posterior permanece en un alero indeterminado.
Lo que vemos no siempre es y lo que es no siempre lo vemos. Entonces, ¿de qué nos enteramos? Lejos de tratarse de un trabalenguas ocasional, dicho contraste nos relaciona directamente con la accesibilidad del conocimiento real. Como consecuencia obvia, estará en íntima conexión con el resto de las condiciones efectivas para el desarrollo de las personas.
Es difícil entenderse en la sociedad actual con muchos compartimentos estanco, por lo tanto, incomunicados entre sí, empezando por los propios individuos. En una huida temeraria hacia delante, progresa esa congoja desorientadora; con la consiguiente repercusión en todos los sectores, sean individuales o colectivos; ni la misma Naturaleza se libra de dichos efectos.
Es muy popular aquella expresión de considerar a una persona teclosa; aunque en realidad apenas prestamos atención a donde residan esas teclas, su estructura y funcionalidad. Es una manera de referirnos a esos puntos de contacto con la sensibilidad del individuo.
Al paso que vamos con los discursos actuales, corremos el riesgo de hablar sin conocer realmente lo que estamos diciendo. Se tergiversan tanto las palabras y se usan con un desinterés inusitado, que las palabras pronunciadas dan lo mismo, en realidad nos quedamos con los sobreentendidos particulares; es decir, cada sujeto involucrado en dichas expresiones entenderá las cosas como quiera.
También yo quisiera escribir las mejores líneas este día, pero las letras se alborotan, se dispersan por las hojas o se las lleva el viento, las frases se resquebrajan y el pensamiento se ablanda, se dispersa en distracciones inexplicables. Estamos inmersos en una densa retícula donde se encuentran elementos variopintos.
La vocación no tiene edad ni propietarios, desde los arcanos del individuo emergen determinadas directrices enfocadas a su manera de actuar, como una especie de toque interior modelador del talante. Nadie es capaz de adueñarse de esas directrices, ni tan siquiera de percibirlas nítidamente en el instante requerido.
En esto del habla, decirnos cosas, comunicarnos y entendernos o no; la disparidad irrumpe arrolladora con un rico muestrario. Las ideas, intenciones y palabras, generan un galimatías de gran magnitud. Si comienza la gallina y vienen detrás los huevos, o bien sucede al revés, sigue haciendo brotar incontables incógnitas.
Qué impresión sacaríamos al observar un grupo social integrado por sujetos con la cabeza gacha, indecisos, plegados a cualquier programación, vociferantes pero incapaces de articular razones, aturdidos en definitiva. La manifiesta ausencia de vitalidad es todo un indicador de su servilismo amodorrado cargado de carencias.
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