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Luis del Palacio
La linterna de diógenes
Luis del Palacio
Una reflexión en torno a las protestas estudiantiles en Valencia
La diferencia –y digo “la diferencia” y no “una de las diferencias”- entre el Estado de derecho y el Estado totalitario es el modo en que el Poder utiliza a las fuerzas de orden público. En el primer caso, el empleo de la fuerza se limita al máximo.
El ejemplo griego podría extenderse en breve a otras zonas de Europa
Nunca diré que “la cosa pinta mal”, sino que “tiene mala pinta”. Es una cuestión, en el fondo, más morfológica que otra cosa; y como los modismos varían, sería raro también que entre la “excelsa” clase política escucháramos la locución “a corto plazo” –tan en boga entre los tecnócratas a finales de los sesenta- sustituida por una que a algunos les suena mucho más “in”: “en el medio plazo”.
“Cuando estar en contra de la Justicia es sinónimo de lo bueno y deseable”
Es un fastidio que uno tenga que verse obligado a expresar su opinión sobre temas que, o bien no conoce en profundidad, o que, simplemente, le traen al pairo. Ambas cosas me ocurren a mí con el juez Garzón y su tan traído y llevado juicio.
“La memoria es frágil cuando recordamos a los héroes”
Dos sucesos separados por unos pocos días, y que han tenido como protagonista al mar, invitan a reflexionar sobre el carácter misterioso de la naturaleza humana; sobre el arcano de sus resortes, que pueden hacer de una persona un filósofo, un poeta, un filántropo… o justo todo lo contrario: un fundamentalista, un ser pedestre, un especulador de vidas y haciendas…
Hace pocos días el ex Secretario General de la Liga Árabe, Amr Moussa, uno de los probables candidatos a convertirse en el primer Presidente elegido por sufragio universal en la República Árabe de Egipto, afirmaba sin ambages en una larga entrevista que el principal problema con el que habría de enfrentarse el gobierno elegido en las urnas sería la lucha contra la pobreza.
Poco se imaginaba el sociólogo José Vidal Beneyto, “Pepín Vidal”, uno de los ideólogos de la Junta Democrática, que Manuel Fraga Iribarne, a la sazón embajador de España en la Corte de San Jaime, cumpliría acto seguido su amenaza, dejándolo con la palabra en la boca; mientras el otro, mostrando una agilidad que no encajaba del todo con su corpulencia, se alejaba, primero al trote y después a grandes zancadas, por uno de los innumerables senderos de Hyde Park.
Era de esperar que las medidas adoptadas por el nuevo gobierno cayeran como un jarro de agua fría sobre la vapuleada población española, sobre todo las de carácter económico.
Hace algo así como unos treinta y cinco años, mi admirado Joaquín Merino escribió dos libros ("Londres para turistas pobres" y "Londres para turistas ricos") en los que hablaba de "la Metrópoli" (la metrópoli europea por excelencia, mal que les suene a ellos eso de "europea"; como acaso Nueva York lo sea de América y Sanghai de Asia). El periodista –a quien entre otros muchos saberes le debo el haber conocido el soberbio cocido de Malacatín, junto al Rastro madrileño- nunca trató de hacer una guía al uso, sino más bien una serie de descripciones, de paseos por lugares de una ciudad que conoció muy bien y disfrutó como pocos. Luis Carandell fue también un maestro del paseo literario por las ciudades.
La aplastante victoria del Partido Popular en las elecciones del pasado 20 de noviembre, no debería entenderse como un triunfo de las tesis políticas ni del programa del partido conservador (de hecho, lo que sorprende es la ausencia de un programa político sólido en ambos partidos mayoritarios) sino como reacción a un gobierno incompetente, que ha sumido al país en un verdadero atolladero económico, que no ha sabido o no ha querido contener las abusivas exigencias de las minorías nacionalistas y que ha sembrado la discordia social con leyes lamentables; en concreto me refiero a las llamadas popularmente "ley del aborto" y "ley de la memoria histórica".
No sé si será el otoño, la luz que agoniza, pero a uno le asalta la sensación de que hay algo triste en el ambiente de las calles. Es difícil saber si es la proyección del propio estado de ánimo o si acaso se debe a algo parecido a la desesperanza, que va impregnando lentamente a una sociedad que decae.
Aconsejé hace dos meses a la Misión Arqueológica Española “Proyecto Visir Amen Hotep Huy”, de la que he sido miembro hasta el pasado 4 de noviembre, sobre la conveniencia de no acometer la campaña este año. La razón principal estribaba en la falta de presupuesto, dado que el ministerio que ha dirigido con profundo desacierto Ángeles González Sinde, no consideró oportuno financiar con dinero público un trabajo que habría de situar a la Egiptología Española entre las punteras del mundo. El proyecto no contaba, pues, este año con ayuda oficial alguna y ha arrancado a duras penas, a trancas y barrancas, por la insistencia y bienintencionada ofuscación (pero ofuscación al fin) de sus directores, Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman.
Me he traído, para dejar como recuerdo en la Casa del Sicomoro, hogar de la Misión Arqueológica Española “Visir Amen-Hotep Huy”, en la orilla occidental de la antigua ciudad de Tebas, dos de mis historias favoritas de Tintín: Los cigarros del faraón y El loto azul. A muchos niños de los sesenta se nos abrió la imaginación con el joven reportero belga y Milú, su inseparable compañero perruno, al que posteriormente se le uniría otro inseparable compañero humano: el cascarrabias, entrañable borrachín, capitán Haddock.
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