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Un hecho que parecía superado porque se reservaba a épocas de oscurantismo religioso sigue siendo de actualidad: el comercio de reliquias. Eusebio Val, escribe: “Los italianos siempre han sido muy católicos y hábiles comerciantes. No debe sorprendernos el pujante negocio de las reliquias sagradas, y menos todavía en estos tiempos de tan fácil mercado global gracias a internet. En el portal de los estados Unidos d’eBay, coloso de las ventas y subastas en línea se ofrece un relicario que contiene un recipiente que supuestamente guarda leche del pecho de la Virgen María, la leche que amamantó a Jesús. El precio es de 3000 dólares”. No puedo imaginarme a alguien acercándose a María mientras amamantaba a su Hijo y ponerle un recipiente bajo el pecho para recoger una gotitas de tan preciado líquido. No puedo entender que alguien crea que después de más de 2000 años se haya conservado una minúscula muestra de la leche de María de no ser que la credulidad de dicha persona le haga creer la enseñanza de que huesos y otras reliquias de supuestos santos deban venerarse con una especie de culto religioso y ver en ellos medios de recibir gracias y favores divinos.
Val sigue escribiendo: “El Vaticano es muy consciente de esta escandalosa realidad y quiere ponerle límite…Por ello, el pasado sábado (que tendría que ser el 16 de diciembre de 2017) se anunció un amplio decreto de 38 artículos con instrucciones muy precisas sobre la autenticación y manipulación de las reliquias sagradas”. ¿Qué credibilidad se le podrá dar a la garantía que procede de una Institución dada a la mentira? El comercio de reliquias seguirá y se pagarán sumas astronómicas por ellas en tanto los fieles católicos sigan creyendo el engaño de que los considerados santos/as se les puede venerar y una vez fallecidos se les pueda rendir culto y súplicas como si fuesen dioses y de ellos recibir bendiciones espirituales y temporales. Una pregunta que deberían hacerse quienes se dejan seducir por el engaños de los poderes de las reliquias es: Si el apóstol Pedro que no aceptó en vida que el centurión Cornelio se postres a sus pies para adorarle cuando salió a recibirle y levantándole le dijese: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hechos 10: 25,26). ¿Cómo podría aceptar ahora que está muerto, aceptar el culto que se le rinde, adoración que pertenece exclusivamente al Señor Jesús? Es imposible esta herejía.
El culto a las reliquias también tiene un fuerte sabor a fetichismo. El fetichismo es la forma más grosera de idolatría. Consiste en dar culto y atribuir virtudes mágicas a objetos materiales tal como los presenta la naturaleza. Solamente se precisa pronunciar unas palabras en latín y hacer con la mano la señal de la cruz y aquellos objetos inofensivos adquieren poderes milagrosos. El pan y el vino conservando sus características naturales, se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesús, sustancias objeto de adoración cuando los fieles participan en la eucaristía y al ser llevados en procesión. El agua después de haber sido bendecida por el sacerdote tiene el poder de regenerar al bautizado. El aceite puro de oliva consagrado confiere gracia a los moribundos…
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
Titulares post-carta: ABC: “La carta exigía consulta previa con el Jefe del Estado”. La Razón: “Perro no come Sánchez”. Ok diario: “El felón gana tiempo aunque cada vez sale peor en las fotos”. Losantos: “Hace falta este fin de semana para armar a los soviets”. COPE: "Lawfaré, lawfaré y a Pedro derribaré"...
Según Wikipedia.org, en la Antigua Atenas un sicofante o sicofanta era un denunciante profesional que cobraba del interesado por presentar la denuncia en su lugar. Eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse envueltas en una denuncia falsa y, a pesar de las fuertes multas que recaían sobre los falsos delatores, los sicofantes llevaban a menudo carreras bastante lucrativas.
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