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Levedad especulativa

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Los alardes solían provenir del bravucón de turno, el talante genral tendía a la moderación, la denominada normalidad, equidistante de los extremos. Ahora resultan extrañas aquellas tendencias en las que predominaba la contención de los protagonistas. Los EXCESOS impusieron su ley en cualquier sector, transformados de rara avis en el perejil presente en todas las actuaciones. No es que uno no comprenda los misterios, estos han de seguir nuestras directrices. Ni el mismo Dios será independiente de dichas ínfulas.

Quedó atrasado lo de contar con los dedos, lo de sopesar cada moneda a la hora de afrontar un gasto; el contaje adquirió condiciones abstractas, como inversiones evanescentes, que nos liberan del recuento minucioso. Con el saber y la educación ocurre otro tanto, sin preocupaciones ni esfuerzos, los contenidos están disponibles en Internet, comprenden en amplios archivos las diversas perspectivas. Después de entrar allí, sales sabio y educado, es lo que tienen los avances tan completos, casi omnipotentes. No hablemos del “casi” limitante; es el exceso quien actúa.

Lo que hacemos es bien visible, afrontamos las peripecias con muy poco sosiego. ¡El qué nos permiten! La misma evasiva ya indica la fuerza de arrastre soportada. La aceleración y los diversos atropellos compiten apresurados, sin tiempo para la menor pausa reflexiva. Cuando pretendemos apreciar algo, ya pasó. Prevalece el efecto del SUMIDERO que lo succiona todo, sin demasiada o ninguna distinción de las calidades. Esa acción indiscriminada nos deja al pairo, sin asideros y sin tiempo para rectificaciones; el remolino intensifica su agitación. Así visto, parece el único camino, correr, actuar, gritar, mientras arribamos a la salida; un potente agujero negro donde nos desintegramos sin remisión. Hemos desdeñado las alternativas para una navegación digna; el orgullo nos puede.

Los aires de grandeza no paran mientes en lo que consideran pequeñeces particulares. Además, con eso de los vertiginosos ritmos de vida, tratan de engañarnos en relación con el tiempo; todo es pasado y aún no disponemos del futuro, no disponemos del presente. De tal guisa, nos dejan aturdidos, nos cierran la posibilidad para actuar. Nos inculcan un desarraigo progresivo, que asumimos como irremediable. Asistimos a la DEVALUACIÓN de la persona; además de apaleados, consentidos. Quien más o quien peor todavía, utiliza cualquier subterfugio para abusar de la gente sencilla; en eso, los adelantos se notan poco. Muchas veces desde unos cargos políticos, pero utilizan otros cargos o puestos de supuesta responsabilidad; no faltan los escandalosos jocosos, como oráculos entretenidos para deformar los conocimientos. La anulación personal, condujo a una abdicación injustificada y dejó el campo libre a los resabiados malversadores de la convivencia. Candidez o ineptitud, en esas tergiversaciones estamos involucrados a tope.

El minimalismo puja fuerte desde los grupos sociales dominantes. Les vienen de perlas el conformismo general y la credulidad sumisa. Recuerden el “arte” de aquella habitación vacía, que era la nada falseada porque estaba llena de aire y ahuecada de ideas mejores. O la obra del “Combate de negros”, con un lienzo pintado de negro, sin figuras. Son ideas presentadas como iluminadas, que van calando en los comportamientos. Constituyen una de las principales fases de la levedad especulativa de candente actualidad. La REDUCCIÓN de los conceptos, ideas o proyectos, que pudieran ser útiles al gran público; es la manera permisiva de no entorpecer los planes de las minorías poderosas. ¿Opiniones e ideas políticas? Sólo las defendidas por la cúpula de los partidos. Miremos las televisiones y la prensa, ¿Abiertas al sentir plural de los ciudadanos? Pretenden reducir la vida de la población general a las meras condiciones de subsistencia; si acaso algo de entretenimiento y poco más.

Aunque la siguiente fase impide la transparencia deseable, siempre aparece alguna grieta para atisbar las maniobras no declaradas y quizá inconfesables. En ocasiones son tan grandes las grietas, auténticas paredes derrumbadas, que permiten la observación a las claras de las maquinaciones. Me refiero a las maniobras encubridoras, a la OCULTACIÓN interesada y dolosa, con todos los agravantes imaginables. De qué nos sirven tantos sillones legislativos en las Cortes Generales, si los sueldos o pensiones de los banqueros pueden despreciar a los ciudadanos, robarles incluso, sin leyes para impedirlo. Por cierto, el silencio también es cómplice de las pensiones vitalicias de los políticos. ¿Sobran políticos? Hoy no cito a Urdangarín, quienes pagaron al susodicho yerno real, presidentes del Villarreal o del Valencia incluidos, qué dinero usarían y con qué objetivo. ¿Eran operaciones limpias?
 
Cuando tomamos una decisión y llevamos a cabo una acción determinada, nadie dudará, habremos recibido influencias de una potencia y calidad bien diferentes. Ahí están agrupadas, las formas de pensar, la educación, las argucias, presiones favorecedoras o contrarias, la ignorancia o los engaños, como los complejos, las manías e incluso las alteraciones psíquicas; apenas suponen una cita reducida, la lista sería interminable. Es conveniente una consideración adecuada de las circunstancias para una valoración completa de los hechos. Otra cuestión muy distinta, a la vez que muy practicada, radica en la utilización de dichos conocimientos para eludir las responsabilidades. Al fin, las estrategias pergeñadas consiguieron la presencia EVANESCENTE del sujeto protagonista. La circunstancia suplantó al responsable. Destrozos, abusos sexuales o laborales, malos tratos, asesinatos; pasan a ser achacados a las circunstancias influyentes, aún mejor si provinieron de la sociedad, de esa forma diluyen la responsabilidad del transgresor. Lo vemos a diario en sentencias controvertidas.

¿Qué sienten ustedes cuando el asesino de Sandra Palo sale en libertad a los 3 ó 4 años? O cuando un grupo de gente pide la liberación de asesinos terroristas a quienes aplauden. El círculo de la levedad adquiere proporciones alarmantes en situaciones maléficas. Para un gran porcentaje de ciudadanos, no pasarán de ser noticias del montón, relacionadas con unos hechos olvidados. Pero en áreas próximas al suceso, unos actos crueles y degenerados, tampoco originan reivindicaciones de mayor calado. En ejemplos así, comprobamos la difuminación de asuntos graves, muy cerca de su DESAPARICIÓN. Informes, peritajes, burocracia y pasividades, condujeron a dicha realidad. El rastro de las actuaciones desalmadas deriva en cifras o informes, que no en la asimilación de su mala prosapia. Los campos de la corrupción están sembrados de desapariciones increíbles. Nos enteramos de las maniobras de políticos valencianos desviando dineros de una ONG. Supervisados por las...¿Trapisondas sindicales? Proliferan las desapariciones.

La ausencia de implicación no trae cosa buena, iremos a remolque de la desvergüenza y la mediocridad. Cada persona necesita dos televisiones, como en la anécdota referida por Jorge Oteiza. Uno, el habitual transmisor de naderías. Y otro, colocado justo al lado, que sería una caja vacía, como espacio disponible para la expresión de esa persona; cada sujeto pasaría a ser el agente activo, quien presentara sus propias consideraciones y asumiera riesgos responsables.

Levedad especulativa

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 1 de junio de 2012, 07:09 h (CET)
Los alardes solían provenir del bravucón de turno, el talante genral tendía a la moderación, la denominada normalidad, equidistante de los extremos. Ahora resultan extrañas aquellas tendencias en las que predominaba la contención de los protagonistas. Los EXCESOS impusieron su ley en cualquier sector, transformados de rara avis en el perejil presente en todas las actuaciones. No es que uno no comprenda los misterios, estos han de seguir nuestras directrices. Ni el mismo Dios será independiente de dichas ínfulas.

Quedó atrasado lo de contar con los dedos, lo de sopesar cada moneda a la hora de afrontar un gasto; el contaje adquirió condiciones abstractas, como inversiones evanescentes, que nos liberan del recuento minucioso. Con el saber y la educación ocurre otro tanto, sin preocupaciones ni esfuerzos, los contenidos están disponibles en Internet, comprenden en amplios archivos las diversas perspectivas. Después de entrar allí, sales sabio y educado, es lo que tienen los avances tan completos, casi omnipotentes. No hablemos del “casi” limitante; es el exceso quien actúa.

Lo que hacemos es bien visible, afrontamos las peripecias con muy poco sosiego. ¡El qué nos permiten! La misma evasiva ya indica la fuerza de arrastre soportada. La aceleración y los diversos atropellos compiten apresurados, sin tiempo para la menor pausa reflexiva. Cuando pretendemos apreciar algo, ya pasó. Prevalece el efecto del SUMIDERO que lo succiona todo, sin demasiada o ninguna distinción de las calidades. Esa acción indiscriminada nos deja al pairo, sin asideros y sin tiempo para rectificaciones; el remolino intensifica su agitación. Así visto, parece el único camino, correr, actuar, gritar, mientras arribamos a la salida; un potente agujero negro donde nos desintegramos sin remisión. Hemos desdeñado las alternativas para una navegación digna; el orgullo nos puede.

Los aires de grandeza no paran mientes en lo que consideran pequeñeces particulares. Además, con eso de los vertiginosos ritmos de vida, tratan de engañarnos en relación con el tiempo; todo es pasado y aún no disponemos del futuro, no disponemos del presente. De tal guisa, nos dejan aturdidos, nos cierran la posibilidad para actuar. Nos inculcan un desarraigo progresivo, que asumimos como irremediable. Asistimos a la DEVALUACIÓN de la persona; además de apaleados, consentidos. Quien más o quien peor todavía, utiliza cualquier subterfugio para abusar de la gente sencilla; en eso, los adelantos se notan poco. Muchas veces desde unos cargos políticos, pero utilizan otros cargos o puestos de supuesta responsabilidad; no faltan los escandalosos jocosos, como oráculos entretenidos para deformar los conocimientos. La anulación personal, condujo a una abdicación injustificada y dejó el campo libre a los resabiados malversadores de la convivencia. Candidez o ineptitud, en esas tergiversaciones estamos involucrados a tope.

El minimalismo puja fuerte desde los grupos sociales dominantes. Les vienen de perlas el conformismo general y la credulidad sumisa. Recuerden el “arte” de aquella habitación vacía, que era la nada falseada porque estaba llena de aire y ahuecada de ideas mejores. O la obra del “Combate de negros”, con un lienzo pintado de negro, sin figuras. Son ideas presentadas como iluminadas, que van calando en los comportamientos. Constituyen una de las principales fases de la levedad especulativa de candente actualidad. La REDUCCIÓN de los conceptos, ideas o proyectos, que pudieran ser útiles al gran público; es la manera permisiva de no entorpecer los planes de las minorías poderosas. ¿Opiniones e ideas políticas? Sólo las defendidas por la cúpula de los partidos. Miremos las televisiones y la prensa, ¿Abiertas al sentir plural de los ciudadanos? Pretenden reducir la vida de la población general a las meras condiciones de subsistencia; si acaso algo de entretenimiento y poco más.

Aunque la siguiente fase impide la transparencia deseable, siempre aparece alguna grieta para atisbar las maniobras no declaradas y quizá inconfesables. En ocasiones son tan grandes las grietas, auténticas paredes derrumbadas, que permiten la observación a las claras de las maquinaciones. Me refiero a las maniobras encubridoras, a la OCULTACIÓN interesada y dolosa, con todos los agravantes imaginables. De qué nos sirven tantos sillones legislativos en las Cortes Generales, si los sueldos o pensiones de los banqueros pueden despreciar a los ciudadanos, robarles incluso, sin leyes para impedirlo. Por cierto, el silencio también es cómplice de las pensiones vitalicias de los políticos. ¿Sobran políticos? Hoy no cito a Urdangarín, quienes pagaron al susodicho yerno real, presidentes del Villarreal o del Valencia incluidos, qué dinero usarían y con qué objetivo. ¿Eran operaciones limpias?
 
Cuando tomamos una decisión y llevamos a cabo una acción determinada, nadie dudará, habremos recibido influencias de una potencia y calidad bien diferentes. Ahí están agrupadas, las formas de pensar, la educación, las argucias, presiones favorecedoras o contrarias, la ignorancia o los engaños, como los complejos, las manías e incluso las alteraciones psíquicas; apenas suponen una cita reducida, la lista sería interminable. Es conveniente una consideración adecuada de las circunstancias para una valoración completa de los hechos. Otra cuestión muy distinta, a la vez que muy practicada, radica en la utilización de dichos conocimientos para eludir las responsabilidades. Al fin, las estrategias pergeñadas consiguieron la presencia EVANESCENTE del sujeto protagonista. La circunstancia suplantó al responsable. Destrozos, abusos sexuales o laborales, malos tratos, asesinatos; pasan a ser achacados a las circunstancias influyentes, aún mejor si provinieron de la sociedad, de esa forma diluyen la responsabilidad del transgresor. Lo vemos a diario en sentencias controvertidas.

¿Qué sienten ustedes cuando el asesino de Sandra Palo sale en libertad a los 3 ó 4 años? O cuando un grupo de gente pide la liberación de asesinos terroristas a quienes aplauden. El círculo de la levedad adquiere proporciones alarmantes en situaciones maléficas. Para un gran porcentaje de ciudadanos, no pasarán de ser noticias del montón, relacionadas con unos hechos olvidados. Pero en áreas próximas al suceso, unos actos crueles y degenerados, tampoco originan reivindicaciones de mayor calado. En ejemplos así, comprobamos la difuminación de asuntos graves, muy cerca de su DESAPARICIÓN. Informes, peritajes, burocracia y pasividades, condujeron a dicha realidad. El rastro de las actuaciones desalmadas deriva en cifras o informes, que no en la asimilación de su mala prosapia. Los campos de la corrupción están sembrados de desapariciones increíbles. Nos enteramos de las maniobras de políticos valencianos desviando dineros de una ONG. Supervisados por las...¿Trapisondas sindicales? Proliferan las desapariciones.

La ausencia de implicación no trae cosa buena, iremos a remolque de la desvergüenza y la mediocridad. Cada persona necesita dos televisiones, como en la anécdota referida por Jorge Oteiza. Uno, el habitual transmisor de naderías. Y otro, colocado justo al lado, que sería una caja vacía, como espacio disponible para la expresión de esa persona; cada sujeto pasaría a ser el agente activo, quien presentara sus propias consideraciones y asumiera riesgos responsables.

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