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Cuestionarlo todo es una herramienta. Es sólo una llave que abre la puerta del cambio de nuestros pensamientos

Cuestionarlo todo

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Tengo un montón de frases motivacionales escritas por todos lados. En mi despacho de trabajo incluso he colgado un fragmento entero de uno de mis libros favoritos, “Momo”. Esa parte en la que Beppo el barrendero le explica a Momo como hay que barrer la calle. No sé si lo han leído pero si no lo han hecho, de verdad que merece la pena.

Cuando abro la agenda, enciendo el ordenador o incluso cuando me levanto para preparar un café, siempre me encuentro con alguna frase o palabra que en algún momento me resultó inspiradora y que he dejado por ahí a ver si en algún punto clave de mi existencia, me inspira para hacer algo genial.

Pero sólo hay una frase que siempre que la leo me motiva y me revuelve algo por dentro. Es una frase corta, sencilla y directa. Dos palabras que agitan mi cerebro hasta que las ideas que hay dentro de él se ponen a bailar al ritmo de una música diferente: “Cuestionarlo todo”.

Decía Heráclito que “Nada es permanente a excepción del cambio” pero aún siendo conscientes de ello, los seres humanos tendemos de una forma, que es incomprensible para mí, al inmovilismo mental.

No podría contar las veces que he escuchado aquello de “Yo soy así y no puedo cambiar”.

Cambiamos físicamente. Cambian nuestras circunstancias. Cambia la sociedad. Cambian nuestras ciudades y nuestros pueblos. Incluso dicen que estamos viviendo un cambio climático, pero por lo visto, pretendemos no cambiar nunca lo que está dentro de nuestras cabezas. ¿Cómo se entiende esto?

Cuestionarlo todo es una herramienta. Es sólo una llave que abre la puerta del cambio de nuestros pensamientos.

Cuestionarlo todo implica cuestionarnos a nosotros mismos lo primero. Cuestionar nuestras acciones y cuestionar nuestras convicciones.

Cuestionar una creencia no implica que nos haga cambiar de idea. De hecho, si después del proceso de cuestión seguimos creyendo lo mismo, lo haremos de una forma más firme y convencida.

La falta de cuestionamiento me parece peligrosa en cualquier ámbito de la vida. Si alguien no se cuestiona es porque no duda. Y si conoce a alguien sin dudas me voy a permitir darle un consejo: ¡Huya lo más rápido que pueda de esa persona!

Una desgracia, un hecho afortunado, un amor, una decepción, un viaje....cualquier evento importante en nuestras vidas producen cambios en nosotros. Una persona que con 60 años sigue proclamando que es igual que cuando tenía 20, una de dos, o es porque ha vivido muy poco o es porque no ha permitido que la vida pase por su alma. Cualquiera de las dos alternativas me parece un desperdicio enorme de energía vital.

Cuestionarlo todo nos ayuda a ser críticos, nos permite aprender y nos da el combustible que necesitamos para evolucionar.

Así que, querido lector, le voy a pedir un pequeño favor. Cada vez que me lea a partir de ahora, ¡Cuestione todo lo que escribo!

Así, ambos podremos crecer.

Cuestionarlo todo

Cuestionarlo todo es una herramienta. Es sólo una llave que abre la puerta del cambio de nuestros pensamientos
Iria Bouzas Álvarez
lunes, 14 de agosto de 2017, 10:07 h (CET)
Tengo un montón de frases motivacionales escritas por todos lados. En mi despacho de trabajo incluso he colgado un fragmento entero de uno de mis libros favoritos, “Momo”. Esa parte en la que Beppo el barrendero le explica a Momo como hay que barrer la calle. No sé si lo han leído pero si no lo han hecho, de verdad que merece la pena.

Cuando abro la agenda, enciendo el ordenador o incluso cuando me levanto para preparar un café, siempre me encuentro con alguna frase o palabra que en algún momento me resultó inspiradora y que he dejado por ahí a ver si en algún punto clave de mi existencia, me inspira para hacer algo genial.

Pero sólo hay una frase que siempre que la leo me motiva y me revuelve algo por dentro. Es una frase corta, sencilla y directa. Dos palabras que agitan mi cerebro hasta que las ideas que hay dentro de él se ponen a bailar al ritmo de una música diferente: “Cuestionarlo todo”.

Decía Heráclito que “Nada es permanente a excepción del cambio” pero aún siendo conscientes de ello, los seres humanos tendemos de una forma, que es incomprensible para mí, al inmovilismo mental.

No podría contar las veces que he escuchado aquello de “Yo soy así y no puedo cambiar”.

Cambiamos físicamente. Cambian nuestras circunstancias. Cambia la sociedad. Cambian nuestras ciudades y nuestros pueblos. Incluso dicen que estamos viviendo un cambio climático, pero por lo visto, pretendemos no cambiar nunca lo que está dentro de nuestras cabezas. ¿Cómo se entiende esto?

Cuestionarlo todo es una herramienta. Es sólo una llave que abre la puerta del cambio de nuestros pensamientos.

Cuestionarlo todo implica cuestionarnos a nosotros mismos lo primero. Cuestionar nuestras acciones y cuestionar nuestras convicciones.

Cuestionar una creencia no implica que nos haga cambiar de idea. De hecho, si después del proceso de cuestión seguimos creyendo lo mismo, lo haremos de una forma más firme y convencida.

La falta de cuestionamiento me parece peligrosa en cualquier ámbito de la vida. Si alguien no se cuestiona es porque no duda. Y si conoce a alguien sin dudas me voy a permitir darle un consejo: ¡Huya lo más rápido que pueda de esa persona!

Una desgracia, un hecho afortunado, un amor, una decepción, un viaje....cualquier evento importante en nuestras vidas producen cambios en nosotros. Una persona que con 60 años sigue proclamando que es igual que cuando tenía 20, una de dos, o es porque ha vivido muy poco o es porque no ha permitido que la vida pase por su alma. Cualquiera de las dos alternativas me parece un desperdicio enorme de energía vital.

Cuestionarlo todo nos ayuda a ser críticos, nos permite aprender y nos da el combustible que necesitamos para evolucionar.

Así que, querido lector, le voy a pedir un pequeño favor. Cada vez que me lea a partir de ahora, ¡Cuestione todo lo que escribo!

Así, ambos podremos crecer.

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