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Una revista francesa tituló así una nota sobre los disturbios que a fines del mes de marzo pasado, culminaron con el incendio del edificio del Parlamento paraguayo

Bello como un parlamento en llamas

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Una publicación anarquista francesa, Cette Semaine, realizó hace unos días un elogio de los disturbios que en Asunción terminaron con el incendio de la sede del Congreso paraguayo. El artículo me cita como fuente en un par de ocasiones, dado que tomaron como una de sus bases mi relato “La versión paraguaya del incendio del Reichstag”, aparecida en esta columna de Siglo XXI.

Primero debo aclarar que soy muy respetuoso de las ideas anarquistas, tanto como las comunistas, y que las considero merecedoras de atención. Un anarquista español, Rafael Barret, ha dejado una huella imborrable en las ideas políticas y la literatura paraguaya. La historia del Partido Comunista paraguayo es un dechado de heroísmo, y varios de sus ilustres militantes me honran con su amistad.

Pero es innegable que aunque el artículo proviene de un país central para la literatura y cultura mundial, y tiene sorprendentes aciertos en sus apreciaciones sobre las falsedades tradicionalmente escenificadas por la izquierda paraguaya, nobleza obliga señalar que la publicación francesa se asoma con ojos ajenos a otros aspectos de la realidad en los que ha penetrado muy poco.

Si profundizaran algo más en los sucesos del pasado marzo en Asunción, comprenderían que contravienen sus propias ideas expresas cuando hablan de que la guerra social no espera jamás la atención de los medios de comunicación.

Fueron precisamente los medios de comunicación en manos de dos poderosos empresarios paraguayos, los que incitaron a los actos violentos que derivaron en un parlamento en llamas, alegoría cuya belleza no está en discusión. Aciertan cuando afirman que los periódicos son la voz de la policía, las instrucciones de origen que deben tomarse con precaución.

Fueron precisamente estos voceros los que llamaron a incendiar el parlamento la noche del 31 de marzo, a través de perfeccionadas técnicas conspirativas no frontales y manipulación de la mente pública, escondiendo al causante de los choques como si el poder financiero de los empresarios no fuera un poder. Desde hace un tiempo, estos golpes “suaves” son la alternativa a los golpes militares en Latinoamérica y otros lugares del mundo.

El incendio del Parlamento paraguayo fue una expresión de odio, es cierto, pero no contra verdugos que mientan, que manipulan, que decretan la pobreza y la miseria, legalizan el desastre ambiental y la militarización. Fue una expresión de odio organizada por una élite financiera nunca imaginada por Mosca ni Pareto, contra un hato de otrora sumisos gerentes que se encontraba en rebeldía.

La ausencia de políticos en la inspiración, gestación y materialización del incendio del Congreso paraguayo del 31 de marzo, también pertenece a la fantasmática de la publicación francesa, que ha sacado sus conclusiones a una distancia que, culturalmente, excede bastante los diez mil kilómetros de distancia que separan a Paraguay de Francia en la geografía mundial.

Está probado con filmaciones, grabaciones y testigos la participación de varios líderes políticos y parlamentarios en los hechos, en mi opinión premeditados y planeados con el fin de crear un gran impacto mediático internacional, a través de una teatralización capaz de distorsionar la realidad.

De ninguna manera se trató de una operación de bandera falsa, y personalmente, tampoco creo que la quema del parlamento alemán por Marinus van der Lubbe en 1933 lo fue. Coincido con la versión de que en realidad, Van der Lubbe era un fanático de la acción directa como lo señala “Cette Semaine”, que al respecto cuenta con mayor autoridad si se considera que reporta desde un lugar cercano a la frontera entre Francia y Alemania, y la Holanda natal del activista que incendió el Reichstag.

Debo reconocer también que desde el lugar de los hechos disfruté de leer su análisis, a pesar de los errores de apreciación, y espero a pesar de todo, que defiendan contra viento y marea las bellas ilusiones que les llevaron a cometerlos.

Bello como un parlamento en llamas

Una revista francesa tituló así una nota sobre los disturbios que a fines del mes de marzo pasado, culminaron con el incendio del edificio del Parlamento paraguayo
Luis Agüero Wagner
viernes, 28 de abril de 2017, 00:02 h (CET)
Una publicación anarquista francesa, Cette Semaine, realizó hace unos días un elogio de los disturbios que en Asunción terminaron con el incendio de la sede del Congreso paraguayo. El artículo me cita como fuente en un par de ocasiones, dado que tomaron como una de sus bases mi relato “La versión paraguaya del incendio del Reichstag”, aparecida en esta columna de Siglo XXI.

Primero debo aclarar que soy muy respetuoso de las ideas anarquistas, tanto como las comunistas, y que las considero merecedoras de atención. Un anarquista español, Rafael Barret, ha dejado una huella imborrable en las ideas políticas y la literatura paraguaya. La historia del Partido Comunista paraguayo es un dechado de heroísmo, y varios de sus ilustres militantes me honran con su amistad.

Pero es innegable que aunque el artículo proviene de un país central para la literatura y cultura mundial, y tiene sorprendentes aciertos en sus apreciaciones sobre las falsedades tradicionalmente escenificadas por la izquierda paraguaya, nobleza obliga señalar que la publicación francesa se asoma con ojos ajenos a otros aspectos de la realidad en los que ha penetrado muy poco.

Si profundizaran algo más en los sucesos del pasado marzo en Asunción, comprenderían que contravienen sus propias ideas expresas cuando hablan de que la guerra social no espera jamás la atención de los medios de comunicación.

Fueron precisamente los medios de comunicación en manos de dos poderosos empresarios paraguayos, los que incitaron a los actos violentos que derivaron en un parlamento en llamas, alegoría cuya belleza no está en discusión. Aciertan cuando afirman que los periódicos son la voz de la policía, las instrucciones de origen que deben tomarse con precaución.

Fueron precisamente estos voceros los que llamaron a incendiar el parlamento la noche del 31 de marzo, a través de perfeccionadas técnicas conspirativas no frontales y manipulación de la mente pública, escondiendo al causante de los choques como si el poder financiero de los empresarios no fuera un poder. Desde hace un tiempo, estos golpes “suaves” son la alternativa a los golpes militares en Latinoamérica y otros lugares del mundo.

El incendio del Parlamento paraguayo fue una expresión de odio, es cierto, pero no contra verdugos que mientan, que manipulan, que decretan la pobreza y la miseria, legalizan el desastre ambiental y la militarización. Fue una expresión de odio organizada por una élite financiera nunca imaginada por Mosca ni Pareto, contra un hato de otrora sumisos gerentes que se encontraba en rebeldía.

La ausencia de políticos en la inspiración, gestación y materialización del incendio del Congreso paraguayo del 31 de marzo, también pertenece a la fantasmática de la publicación francesa, que ha sacado sus conclusiones a una distancia que, culturalmente, excede bastante los diez mil kilómetros de distancia que separan a Paraguay de Francia en la geografía mundial.

Está probado con filmaciones, grabaciones y testigos la participación de varios líderes políticos y parlamentarios en los hechos, en mi opinión premeditados y planeados con el fin de crear un gran impacto mediático internacional, a través de una teatralización capaz de distorsionar la realidad.

De ninguna manera se trató de una operación de bandera falsa, y personalmente, tampoco creo que la quema del parlamento alemán por Marinus van der Lubbe en 1933 lo fue. Coincido con la versión de que en realidad, Van der Lubbe era un fanático de la acción directa como lo señala “Cette Semaine”, que al respecto cuenta con mayor autoridad si se considera que reporta desde un lugar cercano a la frontera entre Francia y Alemania, y la Holanda natal del activista que incendió el Reichstag.

Debo reconocer también que desde el lugar de los hechos disfruté de leer su análisis, a pesar de los errores de apreciación, y espero a pesar de todo, que defiendan contra viento y marea las bellas ilusiones que les llevaron a cometerlos.

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