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Su calendario de retirada de Afganistán es demasiado lento para los pacifistas y demasiado rápido para los militaristas

Obama y el suplicio de la prudencia

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WASHINGTON - Entre los gags más brillantes interpretados por el humorista Dana Carvey en "Saturday Night Live" se cuenta su interpretación calcada del Presidente George H.W. Bush, contribución permanente al idioma político de América. "¡Que no lo hago!" decía Carvey interpretando a Bush padre. "¡No sería prudente!"

Lo que captaba Carvey es que Bush padre era conservador no tanto por ideología como por temperamento. La prudencia era en realidad una de sus virtudes cardinales.

La prudencia se fue de vacaciones durante la administración del segundo Presidente Bush, pero ha vuelto como distintivo del enfoque del Presidente Obama en política exterior. Y fue la temática subyacente del discurso de Obama sobre Afganistán la semana pasada.

Pensaría que esto sería popular. Pero resulta que Obama se encuentra casi sólo en su iniciativa por definir un terreno medio amplio en cuestiones internacionales. No es que el centro no esté presente. Es que la mayoría de los políticos no quieren ni acercarse a él.

Este es el pasaje más importante del discurso de Obama: "Hemos de trazar un rumbo más centrado. Como las generaciones anteriores, hemos de suscribir el papel singular de América en el rumbo de los acontecimientos de la humanidad. Pero hemos de ser tan pragmáticos como apasionados; tan estratégicos como resueltos. Cuando seamos amenazados, hemos de responder con fuerza -- pero cuando esa fuerza se pueda focalizar, no es necesario desplegar grandes ejércitos en el extranjero".

Obama intenta salir de Afganistán, con cuidado. Trata de dejar atrás "una década difícil" de guerra. Si sale reelegido, trazará un nuevo rumbo liberado de los dos enormes compromisos militares que emprendió George W. Bush.

El problema para Obama es que lo que él considera un importante renacimiento del bipartidismo en política exterior está siendo despreciado como mentalidad improvisada de elecciones tácticas sin ningún interés concreto a largo plazo.

Su calendario de retirada de Afganistán es demasiado lento para los pacifistas y demasiado rápido para los militaristas. En el caso de Libia, es demasiado agresivo para los cansados de la intervención militar estadounidense y no es lo bastante audaz para los que creen que Estados Unidos tiene la obligación moral de deponer a la dictadura de Gadafi. El hecho de que casi todas nuestras tropas estarán fuera de Irak a finales de año se pasa por alto.

A nivel político, el congresista Demócrata de Massachusetts Jim McGovern, veterano defensor de la retirada de Afganistán, dice que Obama corre el riesgo de ocupar la posición de los Demócratas en 1968. A Lyndon Johnson y Hubert Humphrey se les pedían cuentas de la Guerra de Vietnam mientras el Republicano Richard Nixon podía pedir votos prometiendo ponerle fin sin ofrecer ningún detalle del cómo.

Con tantos Republicanos emigrando al bando pacifista, Obama podría acabar atrapado en una maniobra ofensiva entre estos nuevos Republicanos pacifistas y los que dicen que desperdició la oportunidad de "ganar" en Afganistán al no dar a los Generales el tiempo para utilizar nuestro incremento de efectivos durante una "campaña" más.

La administración está atascada defendiendo un argumento cuya única virtud reside en que podría acabar siendo el correcto. Estados Unidos ha hecho lo posible para mejorar la situación en Afganistán sobre el terreno. Hemos de decidir si este compromiso acaba, o si va a haber una serie incesante de "campañas" en las que tendremos que dar una oportunidad más. Una solución política es la única forma de marcharse, y no es evidente que una ronda de campaña más mejoraría sustancialmente el resultado de esas conversaciones.

Es fácil, al menos para mí, identificarme con los que quieren salir más rápido. Pero Obama no está siendo excesivamente prudente para preocuparse de que un repliegue más precipitado podría alterar nuestras alianzas, deshacer nuestros avances sobre el terreno o debilitar los esfuerzos por dejar una situación relativamente estable atrás cuando nos vayamos. Sí, las guerras son más difíciles de acabar que de empezar, sobre todo cuando no es posible ninguna victoria limpia y clara. Las guerras civiles de los demás son así.

Hay momentos en los que la obsesión de Obama por encontrar puntos de encuentro más sensatos resulta profundamente frustrante. En las negociaciones presupuestarias, ha realizado un amplio surtido de concesiones a los Republicanos sólo para verles abandonar e insistir en definir el bipartidismo como a ellos les apetezca. La tendencia de Obama a evitar los conflictos le ha conducido a no defender sus propias políticas nacionales.

Pero su iniciativa de encontrar un terreno intermedio más estable en política exterior merece más apoyo del que está recibiendo. Hay cosas peores que merecer comparaciones con George H.W. Bush, brillantes interpretaciones de Dana Carvey aparte.

Obama y el suplicio de la prudencia

Su calendario de retirada de Afganistán es demasiado lento para los pacifistas y demasiado rápido para los militaristas
E. J. Dionne
domingo, 26 de junio de 2011, 08:42 h (CET)
WASHINGTON - Entre los gags más brillantes interpretados por el humorista Dana Carvey en "Saturday Night Live" se cuenta su interpretación calcada del Presidente George H.W. Bush, contribución permanente al idioma político de América. "¡Que no lo hago!" decía Carvey interpretando a Bush padre. "¡No sería prudente!"

Lo que captaba Carvey es que Bush padre era conservador no tanto por ideología como por temperamento. La prudencia era en realidad una de sus virtudes cardinales.

La prudencia se fue de vacaciones durante la administración del segundo Presidente Bush, pero ha vuelto como distintivo del enfoque del Presidente Obama en política exterior. Y fue la temática subyacente del discurso de Obama sobre Afganistán la semana pasada.

Pensaría que esto sería popular. Pero resulta que Obama se encuentra casi sólo en su iniciativa por definir un terreno medio amplio en cuestiones internacionales. No es que el centro no esté presente. Es que la mayoría de los políticos no quieren ni acercarse a él.

Este es el pasaje más importante del discurso de Obama: "Hemos de trazar un rumbo más centrado. Como las generaciones anteriores, hemos de suscribir el papel singular de América en el rumbo de los acontecimientos de la humanidad. Pero hemos de ser tan pragmáticos como apasionados; tan estratégicos como resueltos. Cuando seamos amenazados, hemos de responder con fuerza -- pero cuando esa fuerza se pueda focalizar, no es necesario desplegar grandes ejércitos en el extranjero".

Obama intenta salir de Afganistán, con cuidado. Trata de dejar atrás "una década difícil" de guerra. Si sale reelegido, trazará un nuevo rumbo liberado de los dos enormes compromisos militares que emprendió George W. Bush.

El problema para Obama es que lo que él considera un importante renacimiento del bipartidismo en política exterior está siendo despreciado como mentalidad improvisada de elecciones tácticas sin ningún interés concreto a largo plazo.

Su calendario de retirada de Afganistán es demasiado lento para los pacifistas y demasiado rápido para los militaristas. En el caso de Libia, es demasiado agresivo para los cansados de la intervención militar estadounidense y no es lo bastante audaz para los que creen que Estados Unidos tiene la obligación moral de deponer a la dictadura de Gadafi. El hecho de que casi todas nuestras tropas estarán fuera de Irak a finales de año se pasa por alto.

A nivel político, el congresista Demócrata de Massachusetts Jim McGovern, veterano defensor de la retirada de Afganistán, dice que Obama corre el riesgo de ocupar la posición de los Demócratas en 1968. A Lyndon Johnson y Hubert Humphrey se les pedían cuentas de la Guerra de Vietnam mientras el Republicano Richard Nixon podía pedir votos prometiendo ponerle fin sin ofrecer ningún detalle del cómo.

Con tantos Republicanos emigrando al bando pacifista, Obama podría acabar atrapado en una maniobra ofensiva entre estos nuevos Republicanos pacifistas y los que dicen que desperdició la oportunidad de "ganar" en Afganistán al no dar a los Generales el tiempo para utilizar nuestro incremento de efectivos durante una "campaña" más.

La administración está atascada defendiendo un argumento cuya única virtud reside en que podría acabar siendo el correcto. Estados Unidos ha hecho lo posible para mejorar la situación en Afganistán sobre el terreno. Hemos de decidir si este compromiso acaba, o si va a haber una serie incesante de "campañas" en las que tendremos que dar una oportunidad más. Una solución política es la única forma de marcharse, y no es evidente que una ronda de campaña más mejoraría sustancialmente el resultado de esas conversaciones.

Es fácil, al menos para mí, identificarme con los que quieren salir más rápido. Pero Obama no está siendo excesivamente prudente para preocuparse de que un repliegue más precipitado podría alterar nuestras alianzas, deshacer nuestros avances sobre el terreno o debilitar los esfuerzos por dejar una situación relativamente estable atrás cuando nos vayamos. Sí, las guerras son más difíciles de acabar que de empezar, sobre todo cuando no es posible ninguna victoria limpia y clara. Las guerras civiles de los demás son así.

Hay momentos en los que la obsesión de Obama por encontrar puntos de encuentro más sensatos resulta profundamente frustrante. En las negociaciones presupuestarias, ha realizado un amplio surtido de concesiones a los Republicanos sólo para verles abandonar e insistir en definir el bipartidismo como a ellos les apetezca. La tendencia de Obama a evitar los conflictos le ha conducido a no defender sus propias políticas nacionales.

Pero su iniciativa de encontrar un terreno intermedio más estable en política exterior merece más apoyo del que está recibiendo. Hay cosas peores que merecer comparaciones con George H.W. Bush, brillantes interpretaciones de Dana Carvey aparte.

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