Siempre he pensado que Herrera Campo debía tener un voto de confianza, sobre todo porque la prudencia era su bandera. También estaba seguro que plantearía un programa de austeridad para los próximos cuatro años, porque sabemos que su gente le ha engañado durante muchos años, hasta el punto que no estamos seguros de que la comunidad que conoce sea la real. Ni siquiera la Administración que le han pintado es la imagen más acertada. Por eso tengo mis dudas sobre los ajustes que planteará; me temo que puedan quedarse en palabras sin hechos.
Sea como fuere, el control del gasto sí tiene que hacerlo, porque en ello le va la credibilidad. Lleva años rodeado de elogios porque su Gobierno ha 'regalado' excesivos puestos de trabajo, a veces a gentes indignas del puesto que ocupaba. Ahí tienen a toda una élite de 'descolgados', con quienes Herrera no quiere volver a contar. No hay más que ver cómo algunos altos cargos hacían uso del coche oficial para recorrer 350 metros, la distancia que separa la Consejería de educación del edifico de las Cortes de Castilla y León. El uso descontrolado de coches oficiales es lo primero que debe abordar y si hay que suprimir coches oficiales... ¡hágase! Posiblemente, pasada la investidura, Herrera no sepa distinguir entre paja y heno, sobre todo si se deja aturdir, como ha sucedido estos años de atrás.
Es muy urgente que Herrera utilice la fumigadora en Castilla y León. Excesivo número de parásitos en la Administración autonómica hacen que la credibilidad y la protesta de la calle aumenten de día en día. Todo lo que sea recortar menos del 35 % de altos cargos es jugar por jugar e intentar engañar a la ciudadanía. También debe presentar un plan de adecuación y racionalización del Consejo Económico y social.
De la misma manera que no se puede dejar más tiempo sin revisar la sobredimensionada plantilla administrativa de la Consejería de Educación y el abuso de la hasta ahora Consejería de Cultura, donde campan "las esposas de" y "los amigos de". Y debe reinventar los cometidos del Procurador del Común; órgano que se ha convertido en la chinche a quien las diversas Administraciones hacen la peineta con mofa; a ello dedicaremos el artículo de mañana.
Si Herrera no sabe ver la indignación de la calle, habrá iniciado el declive de su andadura porque no tardando, y con la llegada de las elecciones generales, Mariano Rajoy le va a poner por bandera. Eso lo sabe él y lo sé yo. Si los políticos como Herrera Campo no dan la cara, se la partirán de igual forma. Al tiempo.
Por eso, a mi presidente --a quien no le daré los cien días de gracia, como de costumbre-- le aconsejo que a su prudencia mezcle unos gramos de locura, para aderezar sus propósitos. Es lo mismo que aconsejaba Horacio.