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Hace dos años en Cairo, Barack Obama tenia todas las de ganar

¿Cambio en la política exterior o un gafe de Obama?

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Hace dos años en Cairo, Barack Obama tenia todas las de ganar en el discurso que iba a dar a la comunidad global musulmana como nuevo líder de Norteamérica; el nuevo presidente elegido para introducir cambio político no solo en el ámbito domestico sino también en política exterior, particularmente en esa región del mundo donde EEUU tiene tanto en juego: el Oriente Medio.

Y el discurso tuvo un gran comienzo, si bien simbólico, cuando usó el saludo tradicional árabe de Assalaamu alaykum como apertura. Claro que esa nota alta fue posiblemente la más alta en su discurso. En su totalidad, el discurso transmitió un tono de realismo azucarado con esperanza, algo que no sentó muy bien a los muchos que en Oriente Medio habían anticipado, como mínimo, un ademán mas conciliatorio de EEUU hacia la región; definitivamente un cambio en política exterior en el conflicto entre israelíes y palestinos, algo que proyectara a EEUU mas cerca, sin estar afinado, a lo que la comunidad internacional reconociera durante años en su votación en la ONU.

Pero eso no iba a ocurrir, y no ocurrió. En su lugar quedó esa velita mermada con destello de esperanza; vela que no es ahora sino una montañita de cera derretida.

Si el discurso en Cairo fue importante para Obama a principios de la presidencia, su discurso el 19 de mayo era crítico para que EEUU enunciara clara y definitivamente, de una vez para siempre, cual es su política después de meses sin rumbo durante ese periodo que se le ha bautizado como Primavera Árabe.

Pero tampoco iba a ocurrir; y si bien este elocuente presidente había defraudado al público musulmán dos años antes, esta vez sus palabras caían sobre apatía, gran escepticismo y desconfianza en lugar de esperanza... excepto por un pequeño rayo: cuando dijo que futuras negociaciones entre palestinos e israelíes deben basarse en las fronteras que existían en 1967. Esa declaración de Obama está causando una gran conmoción política en EEUU, y según van las cosas en estas primeras horas se está empezando a ver como un gafe colosal, sobretodo por los Republicanos; y si ese movimiento sísmico-político continua, Obama probablemente tenga que retractarse si quiere que su candidatura sea fiable en las próximas elecciones presidenciales (2012).

En su discurso no hubo ni la mínima insinuación de disculpa por el apoyo flagrante de EEUU a los regimenes tiránicos siempre y cuando esos gobiernos fuesen amistosos con EEUU – así que el Assad de Siria y el Gaddafi de Libia podían (pueden) muy bien ser sacrificados – y dieran apoyo a los intereses norteamericanos en la región. Esos intereses de acuerdo con Obama son el enfrentamiento al terrorismo; prevenir la propagación nuclear (de Irán, no de Israel); seguridad en la región para el trafico comercial; y, desde luego, la seguridad de Israel mediante una paz negociada entre palestinos e israelíes. Un mejor enfoque hubiera sido el decir simplemente: acceso al petróleo y seguridad inequívoca para Israel; esta ultima atendiendo a las demandas de Israel en todo lo que ellos crean pueda concernir a esa seguridad.

En Cairo, su discurso fue en gran parte realista, mientras que este jueves fue más idealista. De todas formas, trató de agradar a todos – específicamente a los gobiernos de Arabia Saudita, Yemen y Baréin – acusando a Irán de interferencia en la región. Además hizo promesas de ayuda económica a Egipto y Túnez, algo que el Congreso debe aprobar, y donde la mayoría conservadora exigirá que estos gobiernos sigan una política “a su gusto”; un insulto a la democracia, pero es algo que ocurrirá, y si no que se lo pregunten a los palestinos cuando en sus elecciones parlamentarias de 2006 votaron a “quien no debieran haber votado” (Hamas) y se les está aun haciendo pagar por su “error” cinco años después.

Lo mejor de su discurso, digamos el plato fuerte para la comunidad musulmana en general, y los palestinos en particular, no estaba escrito en su discurso, y fue algo que ocurriera seis días antes, el 13 de mayo. George Mitchell presentó su renuncia como enviado especial a Oriente Medio ese día. Es muy probable que la Casa Blanca tratase de disuadirle por ser fecha inoportuna dada su proximidad a la del discurso, pero el “honesto George” sabia la elocuencia de su acción, la importancia de renunciar antes de que Netanyahu diera su charla promocional ante el congreso estadounidense, y que ocurrirá el 24 de mayo. Creo que Mitchell vio al presidente, quien le mandase a cumplir una misión 28 meses antes, con menos influencia en el Congreso que la de el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; y que su trabajo y dedicación no fue sino un escenario engañador para el mundo, un esfuerzo en vano. Su renuncia en forma discreta y silenciosa era la forma de expresar su denuncia de la falta de voluntad del primer ministro israelí de negociar algo en el que Israel no tuviera todas las ventajas.

Con el Sr. Netanyahu en Washington durante los próximos días, pronto sabremos de forma inequívoca si ha habido un cambio en la política exterior, o si el presidente norteamericano continúa siendo el nuevo maestro de elocuencia cosmética que simplemente ha cometido un gafe más.

¿Cambio en la política exterior o un gafe de Obama?

Hace dos años en Cairo, Barack Obama tenia todas las de ganar
Ben Tanosborn
lunes, 23 de mayo de 2011, 07:02 h (CET)
Hace dos años en Cairo, Barack Obama tenia todas las de ganar en el discurso que iba a dar a la comunidad global musulmana como nuevo líder de Norteamérica; el nuevo presidente elegido para introducir cambio político no solo en el ámbito domestico sino también en política exterior, particularmente en esa región del mundo donde EEUU tiene tanto en juego: el Oriente Medio.

Y el discurso tuvo un gran comienzo, si bien simbólico, cuando usó el saludo tradicional árabe de Assalaamu alaykum como apertura. Claro que esa nota alta fue posiblemente la más alta en su discurso. En su totalidad, el discurso transmitió un tono de realismo azucarado con esperanza, algo que no sentó muy bien a los muchos que en Oriente Medio habían anticipado, como mínimo, un ademán mas conciliatorio de EEUU hacia la región; definitivamente un cambio en política exterior en el conflicto entre israelíes y palestinos, algo que proyectara a EEUU mas cerca, sin estar afinado, a lo que la comunidad internacional reconociera durante años en su votación en la ONU.

Pero eso no iba a ocurrir, y no ocurrió. En su lugar quedó esa velita mermada con destello de esperanza; vela que no es ahora sino una montañita de cera derretida.

Si el discurso en Cairo fue importante para Obama a principios de la presidencia, su discurso el 19 de mayo era crítico para que EEUU enunciara clara y definitivamente, de una vez para siempre, cual es su política después de meses sin rumbo durante ese periodo que se le ha bautizado como Primavera Árabe.

Pero tampoco iba a ocurrir; y si bien este elocuente presidente había defraudado al público musulmán dos años antes, esta vez sus palabras caían sobre apatía, gran escepticismo y desconfianza en lugar de esperanza... excepto por un pequeño rayo: cuando dijo que futuras negociaciones entre palestinos e israelíes deben basarse en las fronteras que existían en 1967. Esa declaración de Obama está causando una gran conmoción política en EEUU, y según van las cosas en estas primeras horas se está empezando a ver como un gafe colosal, sobretodo por los Republicanos; y si ese movimiento sísmico-político continua, Obama probablemente tenga que retractarse si quiere que su candidatura sea fiable en las próximas elecciones presidenciales (2012).

En su discurso no hubo ni la mínima insinuación de disculpa por el apoyo flagrante de EEUU a los regimenes tiránicos siempre y cuando esos gobiernos fuesen amistosos con EEUU – así que el Assad de Siria y el Gaddafi de Libia podían (pueden) muy bien ser sacrificados – y dieran apoyo a los intereses norteamericanos en la región. Esos intereses de acuerdo con Obama son el enfrentamiento al terrorismo; prevenir la propagación nuclear (de Irán, no de Israel); seguridad en la región para el trafico comercial; y, desde luego, la seguridad de Israel mediante una paz negociada entre palestinos e israelíes. Un mejor enfoque hubiera sido el decir simplemente: acceso al petróleo y seguridad inequívoca para Israel; esta ultima atendiendo a las demandas de Israel en todo lo que ellos crean pueda concernir a esa seguridad.

En Cairo, su discurso fue en gran parte realista, mientras que este jueves fue más idealista. De todas formas, trató de agradar a todos – específicamente a los gobiernos de Arabia Saudita, Yemen y Baréin – acusando a Irán de interferencia en la región. Además hizo promesas de ayuda económica a Egipto y Túnez, algo que el Congreso debe aprobar, y donde la mayoría conservadora exigirá que estos gobiernos sigan una política “a su gusto”; un insulto a la democracia, pero es algo que ocurrirá, y si no que se lo pregunten a los palestinos cuando en sus elecciones parlamentarias de 2006 votaron a “quien no debieran haber votado” (Hamas) y se les está aun haciendo pagar por su “error” cinco años después.

Lo mejor de su discurso, digamos el plato fuerte para la comunidad musulmana en general, y los palestinos en particular, no estaba escrito en su discurso, y fue algo que ocurriera seis días antes, el 13 de mayo. George Mitchell presentó su renuncia como enviado especial a Oriente Medio ese día. Es muy probable que la Casa Blanca tratase de disuadirle por ser fecha inoportuna dada su proximidad a la del discurso, pero el “honesto George” sabia la elocuencia de su acción, la importancia de renunciar antes de que Netanyahu diera su charla promocional ante el congreso estadounidense, y que ocurrirá el 24 de mayo. Creo que Mitchell vio al presidente, quien le mandase a cumplir una misión 28 meses antes, con menos influencia en el Congreso que la de el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; y que su trabajo y dedicación no fue sino un escenario engañador para el mundo, un esfuerzo en vano. Su renuncia en forma discreta y silenciosa era la forma de expresar su denuncia de la falta de voluntad del primer ministro israelí de negociar algo en el que Israel no tuviera todas las ventajas.

Con el Sr. Netanyahu en Washington durante los próximos días, pronto sabremos de forma inequívoca si ha habido un cambio en la política exterior, o si el presidente norteamericano continúa siendo el nuevo maestro de elocuencia cosmética que simplemente ha cometido un gafe más.

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