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Cuatro de cada diez norteamericanos cree que la economía empeora

Ajenos a la realidad, otra vez

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WASHINGTON - ¿Qué tiene la palabra "empleo" que los líderes de nuestra nación no pueden entender? ¿Cómo se les ha pasado la crisis económica más dolorosa en décadas? ¿Por qué ignoran las cuestiones que más preocupan a los estadounidenses?

Eugene Robinson / SIGLO XXI / The Washington Post

A tenor del debate en Washington, le parecerá que el país está absorto en la apasionante saga de la reducción del déficit. Se quedará con la impresión de que en los hogares de todo el país, los tutores meten a sus hijos en sus camas y se quedan en vela haciendo la criba de pilas de estudios de laboratorios de ideas en la mesa de la cocina, intentando calcular si habrá suficiente en el fondo de la seguridad social para financiar las pensiones más allá del 2037.

Y se equivocará. Esos padres están examinando una pila de facturas en la mesa de la cocina, tratando de decidir las que hay que pagar ahora y aquellas cuyo pago se puede ir aplazando. La pregunta no es cómo administrar la sanidad ni el coste de la jubilación dentro de dos décadas. La pregunta es cómo va a llegar la familia a fin de mes.

El presidente Obama da señales de empezar a percibir esta desconexión. Sus rivales Republicanos, no tanto.

Dos nuevos sondeos, dados a conocer los dos la semana pasada, ilustran la cuestión. Una encuesta New York Times/ CBS News concluye que cuatro de cada 10 encuestados está seguro de que la situación económica está empeorando -- más que los tres de cada 10 del pasado octubre. Los economistas insisten en que las cosas mejoran; evidentemente, no tanto como para experimentarlo.

Un preocupante 70% de los encuestados afirma que el país se encamina en la dirección errónea. La mala noticia para el presidente es que el sondeo reduce su popularidad al 46%; la buena noticia, en lo que se refiere al presidente, es que su adversario Republicano más visible, el presidente de la Cámara John Boehner, tiene un índice de popularidad de apenas el 32 por ciento. Claramente los estadounidenses no andan muy complacidos con sus líderes.

La encuesta Washington Post/ ABC News concluye que hay un mayor pesimismo en torno a la situación económica que en cualquier momento de los dos últimos años -- a causa probablemente del marcado incremento de los precios de los combustibles, que el 71% de los encuestados afirma ha provocado dificultades económicas.

Pero si usted sigue el debate en Washington, no escuchará gran cosa acerca del precio de sacar la camioneta a carretera. Todo lo que preocupa a los estadounidenses, tendrá que dar por sentado, es la deuda nacional y su evolución a largo plazo. Si escucha con atención, llegará a la conclusión de que la solución -- recortar las prestaciones médicas federales básicas y las pensiones -- estaba básicamente acordada, y que la única cuestión es si se hace con un escalpelo o con una motosierra.

Pero el sondeo del Post concluye que este debate no guarda ninguna relación con la realidad. Un tajante 78% de los encuestados dicen ser contrarios a los recortes del gasto federal en el programa Medicare de los ancianos. Un 69% casi igual de impresionante es contrario a recortar el gasto en el programa Medicaid de los pobres. La seguridad social, el más sagrado de los pesebres, ni siquiera se contempla -- pero los Republicanos y el estamento de los tertulianos obsesionados con el déficit público tratan de incitar a Obama a meter el primer tijeretazo.

Los avispados de Washington se quejan de que el pueblo estadounidense está enviando un mensaje contradictorio -- esencialmente, que está actuando como unos niños mimados deseosos de lujos que no se pueden permitir. Pero a mí me parece que la gente está hablando de forma bastante clara y sensata, y me parece que a los políticos les va a ir mejor empezando a escuchar.

Queremos una América que se ocupa de los ancianos durante su jubilación.

Queremos una América que garantiza la atención médica a la tercera edad y los pobres. Podemos no saber aún cómo garantizar estas prestaciones dentro de unas décadas, pero sabemos por dónde empezar exactamente: En los dos sondeos, el 72% de los encuestados es partidario de subir los impuestos a los hogares que ingresan más de 250.000 dólares al año. Los dos sondeos arrojan algunas dudas acerca de la profundidad de los recortes al gasto militar, pero insinúan que después de pedir a las rentas más altas que realicen su justa contribución, el presupuesto de la defensa sería el siguiente lugar donde buscar.

Obama está siendo criticado por los militaristas del déficit por no brindar "liderazgo" en la cuestión de la deuda. Pero resulta que la posición de Obama está mucho más próxima a la del pueblo estadounidense. La labor de un presidente no consiste en despeñarnos por un barranco.

Y tal vez Obama haya aprendido un par de cosas. Dedicó más de un año a hablar de reforma sanitaria cuando la gente quería escuchar hablar de empleo -- y el pasado noviembre su formación pagó el pato. Ahora, los Republicanos enloquecidos con la deuda devuelven el favor.

El precio de la vivienda que no se recupera, una epidemia de desahucios por impago de la letra de la hipoteca, 8 millones de puestos de trabajo destruidos -- esa es la realidad a la que se enfrentan a diario los estadounidenses. Los políticos harán mejor en empezar a afrontarla también.

Ajenos a la realidad, otra vez

Cuatro de cada diez norteamericanos cree que la economía empeora
Lectores
jueves, 28 de abril de 2011, 08:42 h (CET)
WASHINGTON - ¿Qué tiene la palabra "empleo" que los líderes de nuestra nación no pueden entender? ¿Cómo se les ha pasado la crisis económica más dolorosa en décadas? ¿Por qué ignoran las cuestiones que más preocupan a los estadounidenses?

Eugene Robinson / SIGLO XXI / The Washington Post

A tenor del debate en Washington, le parecerá que el país está absorto en la apasionante saga de la reducción del déficit. Se quedará con la impresión de que en los hogares de todo el país, los tutores meten a sus hijos en sus camas y se quedan en vela haciendo la criba de pilas de estudios de laboratorios de ideas en la mesa de la cocina, intentando calcular si habrá suficiente en el fondo de la seguridad social para financiar las pensiones más allá del 2037.

Y se equivocará. Esos padres están examinando una pila de facturas en la mesa de la cocina, tratando de decidir las que hay que pagar ahora y aquellas cuyo pago se puede ir aplazando. La pregunta no es cómo administrar la sanidad ni el coste de la jubilación dentro de dos décadas. La pregunta es cómo va a llegar la familia a fin de mes.

El presidente Obama da señales de empezar a percibir esta desconexión. Sus rivales Republicanos, no tanto.

Dos nuevos sondeos, dados a conocer los dos la semana pasada, ilustran la cuestión. Una encuesta New York Times/ CBS News concluye que cuatro de cada 10 encuestados está seguro de que la situación económica está empeorando -- más que los tres de cada 10 del pasado octubre. Los economistas insisten en que las cosas mejoran; evidentemente, no tanto como para experimentarlo.

Un preocupante 70% de los encuestados afirma que el país se encamina en la dirección errónea. La mala noticia para el presidente es que el sondeo reduce su popularidad al 46%; la buena noticia, en lo que se refiere al presidente, es que su adversario Republicano más visible, el presidente de la Cámara John Boehner, tiene un índice de popularidad de apenas el 32 por ciento. Claramente los estadounidenses no andan muy complacidos con sus líderes.

La encuesta Washington Post/ ABC News concluye que hay un mayor pesimismo en torno a la situación económica que en cualquier momento de los dos últimos años -- a causa probablemente del marcado incremento de los precios de los combustibles, que el 71% de los encuestados afirma ha provocado dificultades económicas.

Pero si usted sigue el debate en Washington, no escuchará gran cosa acerca del precio de sacar la camioneta a carretera. Todo lo que preocupa a los estadounidenses, tendrá que dar por sentado, es la deuda nacional y su evolución a largo plazo. Si escucha con atención, llegará a la conclusión de que la solución -- recortar las prestaciones médicas federales básicas y las pensiones -- estaba básicamente acordada, y que la única cuestión es si se hace con un escalpelo o con una motosierra.

Pero el sondeo del Post concluye que este debate no guarda ninguna relación con la realidad. Un tajante 78% de los encuestados dicen ser contrarios a los recortes del gasto federal en el programa Medicare de los ancianos. Un 69% casi igual de impresionante es contrario a recortar el gasto en el programa Medicaid de los pobres. La seguridad social, el más sagrado de los pesebres, ni siquiera se contempla -- pero los Republicanos y el estamento de los tertulianos obsesionados con el déficit público tratan de incitar a Obama a meter el primer tijeretazo.

Los avispados de Washington se quejan de que el pueblo estadounidense está enviando un mensaje contradictorio -- esencialmente, que está actuando como unos niños mimados deseosos de lujos que no se pueden permitir. Pero a mí me parece que la gente está hablando de forma bastante clara y sensata, y me parece que a los políticos les va a ir mejor empezando a escuchar.

Queremos una América que se ocupa de los ancianos durante su jubilación.

Queremos una América que garantiza la atención médica a la tercera edad y los pobres. Podemos no saber aún cómo garantizar estas prestaciones dentro de unas décadas, pero sabemos por dónde empezar exactamente: En los dos sondeos, el 72% de los encuestados es partidario de subir los impuestos a los hogares que ingresan más de 250.000 dólares al año. Los dos sondeos arrojan algunas dudas acerca de la profundidad de los recortes al gasto militar, pero insinúan que después de pedir a las rentas más altas que realicen su justa contribución, el presupuesto de la defensa sería el siguiente lugar donde buscar.

Obama está siendo criticado por los militaristas del déficit por no brindar "liderazgo" en la cuestión de la deuda. Pero resulta que la posición de Obama está mucho más próxima a la del pueblo estadounidense. La labor de un presidente no consiste en despeñarnos por un barranco.

Y tal vez Obama haya aprendido un par de cosas. Dedicó más de un año a hablar de reforma sanitaria cuando la gente quería escuchar hablar de empleo -- y el pasado noviembre su formación pagó el pato. Ahora, los Republicanos enloquecidos con la deuda devuelven el favor.

El precio de la vivienda que no se recupera, una epidemia de desahucios por impago de la letra de la hipoteca, 8 millones de puestos de trabajo destruidos -- esa es la realidad a la que se enfrentan a diario los estadounidenses. Los políticos harán mejor en empezar a afrontarla también.

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