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Ruth Marcus

Tarde en entrar al campo, otra vez

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WASHINGTON - No soy ninguna fanática deportiva, pero he pasado el tiempo suficiente en partidos de fútbol infantil para entender que es imposible marcar si te pones en la región equivocada del campo.

Motivo de que encuentre tan desconcertante la estrategia de la Casa Blanca para plantar cara a los Republicanos a tenor del déficit.

La lucha por el gasto público en este ejercicio fiscal es un ejemplo de manual. La perspectiva de la toma Republicana de la Cámara era evidente mucho antes de las elecciones. El resultado inevitable iban a ser unos recortes más draconianos de lo que habría hecho falta si los anteproyectos de gasto hubieran sido tramitados con anterioridad.

Tras las derrotas sufridas por los Demócratas, el debate entero se jugó según unos términos que ellos estaban destinados a perder. Si enmarcamos el argumento únicamente en términos de recortes presupuestarios, siempre ganan los Republicanos: ellos son los que están dispuestos a recortar siempre más que los Demócratas. Esa inclinación insalvable se vio agravada por la virtual ausencia de un mensaje desde la Casa Blanca relativo al impacto de los propios recortes o de la clausura de la administración federal por falta de asignación económica.

En el último momento, los Demócratas movilizaron a los suyos con denuncias de una "guerra contra la mujer" por parte de los Republicanos -- y se mantuvieron firmes contra la eliminación de las partidas del colectivo Paternidad Responsable. Pero ¿cuántas personas sabían que los presupuestos tramitados por la Cámara iban a eliminar la totalidad de los fondos federales que se destinan a planificación familiar? Casi nadie - porque ni la Casa Blanca ni los Demócratas lo dijeron. El debate giró en torno a las cifras fundamentales, no a las legislaciones en las que las cifras se sustentan.

Un segundo ejemplo más indignante de caso en el que la Casa Blanca permitió que la otra parte enmarcara el debate implica el panorama fiscal a largo plazo. El presidente primero constituyó una comisión en la materia, y luego prescindió de ella. Primero, no movió un dedo para ayudar a sus dos presidentes, Erskine Bowles y Alan Simpson, a reunir los 14 votos imprescindibles para someter al pleno las recomendaciones de la comisión. Después, cuando se dieron a conocer los planes, el presidente se negó deliberadamente a dar su opinión. Se mantuvo fiel a la estrategia de la vaguedad de su discurso del Estado de la Nación y su propuesta presupuestaria del ejercicio 2012.

En el ínterin, el vacío fue ocupado -- y el terreno de juego se desplazó aún más hacia la derecha -- por el secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan. El legislador Republicano de Wisconsin desveló un plan que hace que la propuesta centrista de la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal parezca redactada por los legisladores de izquierdas Nancy Pelosi y Howard Dean.

Si la Casa Blanca hubiera considerado la propuesta Simpson-Bowles antes de conocerse los planes del legislador Ryan, podría haber acotado el debate diciendo que el marco -- una mezcla de recortes del gasto público y subidas tributarias -- es el adecuado pero que hay detalles (el maridaje preciso entre los dos factores, los detalles de la corrección en la seguridad social) que van demasiado lejos en la dirección conservadora. Ahora el compromiso "razonable" habrá que buscarlo entre la propuesta de la comisión Simpson-Bowles como izquierda y la propuesta del legislador Ryan como derecha.

La Casa Blanca decidió esperar y dejar que Ryan entrara primero. La idea consistía en que sus planes parecerían tan radicales que ello brindaría a los Demócratas una útil oportunidad de ataque, de forma muy parecida a los goles que marcaron los Republicanos a los Demócratas las últimas elecciones en torno a los recortes del programa Medicare de la tercera edad contenidos en la reforma sanitaria.

Mientras tanto, insistía la administración, proponer un plan propio iba a ser contraproducente. Los antecedentes de los acuerdos presupuestarios, decían los funcionarios, apuntan a que las propuestas presidenciales públicas se quedan cortas (por ejemplo, George W. Bush con la seguridad social en el año 2005). Los resultados fructíferos son los que se redactan entre bambalinas.

En realidad, esto estaba sucediendo en la forma de la denominada Banda de los Seis, el grupo bipartidista de Senadores que trabajan para convertir en ley el marco de disciplina fiscal Simpson-Bowles. Justo cuando el grupo estaba cerca de lograr el acuerdo, sale a la luz el plan Ryan y la Casa Blanca, sacudida por su acogida, decide que tiene que salir al campo.

Ésta se apresura a organizar un discurso que compone de mala manera lo que se está perfilando no tanto como plan Obama sino como aprobación del enfoque de la Banda de los Seis. Estoy totalmente a favor de que el presidente se piense detenidamente las cosas -- en realidad, llevo meses recomendándolo. Pero cuestiono la precipitación y el momento escogido: Si la Banda de los Seis va a considerarse la alternativa Demócrata a los presupuestos de Ryan, sus integrantes Republicanos van a tener dificultades. El legislador Republicano de Georgia Saxby Chambliss, que reunió al grupo junto al legislador Demócrata de Virginia Mark Warner, decía que la Casa Blanca "se nos ha pasado por el forro" con su anuncio sorpresa del domingo. Y si la Casa Blanca iba a apoyar el marco de la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal, ¿por qué no hacerlo antes y aprovechar el tirón?

En términos de la metáfora deportiva, hace que te preguntes: ¿Es que nadie aquí sabe jugar a esto?

Tarde en entrar al campo, otra vez

Ruth Marcus
Ruth Marcus
miércoles, 13 de abril de 2011, 07:01 h (CET)
WASHINGTON - No soy ninguna fanática deportiva, pero he pasado el tiempo suficiente en partidos de fútbol infantil para entender que es imposible marcar si te pones en la región equivocada del campo.

Motivo de que encuentre tan desconcertante la estrategia de la Casa Blanca para plantar cara a los Republicanos a tenor del déficit.

La lucha por el gasto público en este ejercicio fiscal es un ejemplo de manual. La perspectiva de la toma Republicana de la Cámara era evidente mucho antes de las elecciones. El resultado inevitable iban a ser unos recortes más draconianos de lo que habría hecho falta si los anteproyectos de gasto hubieran sido tramitados con anterioridad.

Tras las derrotas sufridas por los Demócratas, el debate entero se jugó según unos términos que ellos estaban destinados a perder. Si enmarcamos el argumento únicamente en términos de recortes presupuestarios, siempre ganan los Republicanos: ellos son los que están dispuestos a recortar siempre más que los Demócratas. Esa inclinación insalvable se vio agravada por la virtual ausencia de un mensaje desde la Casa Blanca relativo al impacto de los propios recortes o de la clausura de la administración federal por falta de asignación económica.

En el último momento, los Demócratas movilizaron a los suyos con denuncias de una "guerra contra la mujer" por parte de los Republicanos -- y se mantuvieron firmes contra la eliminación de las partidas del colectivo Paternidad Responsable. Pero ¿cuántas personas sabían que los presupuestos tramitados por la Cámara iban a eliminar la totalidad de los fondos federales que se destinan a planificación familiar? Casi nadie - porque ni la Casa Blanca ni los Demócratas lo dijeron. El debate giró en torno a las cifras fundamentales, no a las legislaciones en las que las cifras se sustentan.

Un segundo ejemplo más indignante de caso en el que la Casa Blanca permitió que la otra parte enmarcara el debate implica el panorama fiscal a largo plazo. El presidente primero constituyó una comisión en la materia, y luego prescindió de ella. Primero, no movió un dedo para ayudar a sus dos presidentes, Erskine Bowles y Alan Simpson, a reunir los 14 votos imprescindibles para someter al pleno las recomendaciones de la comisión. Después, cuando se dieron a conocer los planes, el presidente se negó deliberadamente a dar su opinión. Se mantuvo fiel a la estrategia de la vaguedad de su discurso del Estado de la Nación y su propuesta presupuestaria del ejercicio 2012.

En el ínterin, el vacío fue ocupado -- y el terreno de juego se desplazó aún más hacia la derecha -- por el secretario del Comité Presupuestario de la Cámara Paul Ryan. El legislador Republicano de Wisconsin desveló un plan que hace que la propuesta centrista de la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal parezca redactada por los legisladores de izquierdas Nancy Pelosi y Howard Dean.

Si la Casa Blanca hubiera considerado la propuesta Simpson-Bowles antes de conocerse los planes del legislador Ryan, podría haber acotado el debate diciendo que el marco -- una mezcla de recortes del gasto público y subidas tributarias -- es el adecuado pero que hay detalles (el maridaje preciso entre los dos factores, los detalles de la corrección en la seguridad social) que van demasiado lejos en la dirección conservadora. Ahora el compromiso "razonable" habrá que buscarlo entre la propuesta de la comisión Simpson-Bowles como izquierda y la propuesta del legislador Ryan como derecha.

La Casa Blanca decidió esperar y dejar que Ryan entrara primero. La idea consistía en que sus planes parecerían tan radicales que ello brindaría a los Demócratas una útil oportunidad de ataque, de forma muy parecida a los goles que marcaron los Republicanos a los Demócratas las últimas elecciones en torno a los recortes del programa Medicare de la tercera edad contenidos en la reforma sanitaria.

Mientras tanto, insistía la administración, proponer un plan propio iba a ser contraproducente. Los antecedentes de los acuerdos presupuestarios, decían los funcionarios, apuntan a que las propuestas presidenciales públicas se quedan cortas (por ejemplo, George W. Bush con la seguridad social en el año 2005). Los resultados fructíferos son los que se redactan entre bambalinas.

En realidad, esto estaba sucediendo en la forma de la denominada Banda de los Seis, el grupo bipartidista de Senadores que trabajan para convertir en ley el marco de disciplina fiscal Simpson-Bowles. Justo cuando el grupo estaba cerca de lograr el acuerdo, sale a la luz el plan Ryan y la Casa Blanca, sacudida por su acogida, decide que tiene que salir al campo.

Ésta se apresura a organizar un discurso que compone de mala manera lo que se está perfilando no tanto como plan Obama sino como aprobación del enfoque de la Banda de los Seis. Estoy totalmente a favor de que el presidente se piense detenidamente las cosas -- en realidad, llevo meses recomendándolo. Pero cuestiono la precipitación y el momento escogido: Si la Banda de los Seis va a considerarse la alternativa Demócrata a los presupuestos de Ryan, sus integrantes Republicanos van a tener dificultades. El legislador Republicano de Georgia Saxby Chambliss, que reunió al grupo junto al legislador Demócrata de Virginia Mark Warner, decía que la Casa Blanca "se nos ha pasado por el forro" con su anuncio sorpresa del domingo. Y si la Casa Blanca iba a apoyar el marco de la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal, ¿por qué no hacerlo antes y aprovechar el tirón?

En términos de la metáfora deportiva, hace que te preguntes: ¿Es que nadie aquí sabe jugar a esto?

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