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Robert J. Samuelson

La conveniente evasión de Obama

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WASHINGTON - Fue una oportunidad de sentar cátedra - y Barack Obama no la sentó. A menos que la opinión pública cambie, no vamos a poner fin a nuestra parálisis presupuestaria. Como es bien sabido, los estadounidenses quieren frenar el déficit presupuestario. En un sondeo de la Kaiser Family Foundation, el 54% insta al Congreso y al presidente a "actuar rápidamente" y el 57% prefiere los recortes del gasto público a las subidas tributarias. Pero hay poco apoyo a los recortes en la seguridad social (64% en contra), Medicare (56%) y Medicaid (47%), que rozan la mitad del gasto federal. El discurso del Estado de la Nación daba a Obama la oportunidad de encarar las contradicciones y educar a los estadounidenses en las desagradables realidades de la administración desbocada. La rechazó.

Lo que se nos dio fueron tópicos vacíos. No vamos a quedar "enterrados bajo una montaña de deuda", afirmó Obama. Oye, enterrados estamos ya. Vamos a "ganar el futuro". No será engañándonos. Los estadounidenses creen que el déficit es un problema ajeno que se puede solventar gravando a las rentas más altas (dicen los progres) o poniendo fin al derroche (dicen los conservadores). Obama dio rienda suelta a estas fantasías.

Si el déficit se deriva principalmente de la recesión, no tiene importancia. Se contraerá a medida que la economía se recupere; la recaudación fiscal crecerá y el gasto público (el de la prestación por desempleo o las cartillas de alimentos) bajará. Desafortunadamente, no es el caso. Durante el ejercicio fiscal 2010, el déficit -- la diferencia entre el gasto público y la recaudación fiscal -- fue de 1,3 billones de dólares. De ese importe, alrededor de 725.000 millones es "déficit estructural" según Mark Zandi, de Moody's Analytics. Es decir, existirá incluso si la economía registra el pleno empleo (5,75% según los cálculos de Zandi).

Hasta este cálculo puede ser engañoso. Los tipos de interés en caída libre -- reflejo de la recesión y de la política de la Reserva -- han rebajado la servidumbre de la deuda pública a pesar del disparatado endeudamiento. En 2010, la servidumbre de la deuda federal era de 197.000 millones de dólares, inferior a los 253.000 millones de 2008. Pero a medida que la economía se consolide, los tipos de interés van a subir, contrarrestando parte del efecto benéfico sobre el déficit de la recuperación. Hacia el año 2020, la servidumbre anual podría acercarse a los 800.000 millones de dólares, según proyecta la Oficina Presupuestaria del Congreso.

No podemos celebrar un debate útil acerca del papel del gobierno -- lo que debería hacer, por quién y a expensas de quién - si los estadounidenses siguen estando desinformados. Obama debió haber disipado parte de los mitos presupuestarios comunes. Pensemos tres:

Mito: El problema es el déficit. La cuestión de fondo no es el déficit. Es el volátil gasto público en la tercera edad -- la seguridad social, Medicare y Medicaid - que amplía automáticamente el tamaño en la administración. Si ponemos fin al déficit con subidas tributarias, estaremos canjeando un problema (elevados déficit) por otro (elevados impuestos). Cualquiera de las dos cosas debilitaría la economía; y los impuestos acusadamente más altos representan una transferencia indeseable de riqueza de los contribuyentes jóvenes a los jubilados.

Mito: Eliminar el derroche o los programas ineficaces cuadrará el déficit. El Republican Study Committee - con 176 congresistas -- proponía hace poco recortes de más de 2,5 billones de dólares a lo largo de una década en programas independientes de la defensa y la tercera edad. Este plan liquida docenas de programas concretos. Bien, muchos de estos programas deberían desaparecer; son prescindibles o ineficaces. Considere un candidato a la eliminación, la Corporación de Radiodifusión Pública. En una sociedad empapada de información, es difícil justificar la subvención pública de la radio y la televisión.

Pero esta categoría presupuestaria solamente representa la sexta parte del gasto federal, y exprimirla castiga a muchas funciones vitales de la administración (la investigación, el transporte, el FBI). Los recortes de los Republicanos son sustanciales, en torno al 35%. Aun así, reducen el déficit proyectado un tercio como mucho. Durante la próxima década, ese déficit podría sumar en total entre 7 y 10 billones de dólares.

Mito: Los ancianos se han "ganado" su seguridad social y Medicare a través de sus retenciones en la nómina, que fueron sumando con vistas a su jubilación. Para nada. Los dos programas se pagan según se incurre en la deuda. Los impuestos de hoy están financiando las pensiones de hoy; muy poco "se ahorra". Incluso si todo se ahorrara, la mayoría de los jubilados recibiría pensiones que superarían con creces sus retenciones acumuladas. Considere un caballero que cumpliera los 65 años en 2010 y ganara un salario medio (43.100 dólares). A lo largo de su esperanza de vida, percibe 417.000 dólares ajustados a la inflación en prestaciones de la seguridad social y Medicare en comparación con una retención tributaria acumulada de 345.000 dólares, calcula un estudio del Urban Institute.

Es un cliché, pero es verdad: Las soluciones fáciles -- o populares -- no existen. Meter en cintura el presupuesto exige algún maridaje entre (a) reducir las pensiones de la tercera edad; (b) rebajar el alcance del resto de programas, incluyendo la defensa; y (c) subir los impuestos. Obama no sólo evitó tomar las decisiones. No enmarcó el debate de una forma que aclarase cuáles son las opciones. De manera que la opinión pública sigue confusa, y los políticos -- sensibles a la opinión pública -- siguen paralizados.

La evasión conveniente por parte de Obama es lo diametralmente opuesto al liderazgo presidencial. Maximiza las cifras de popularidad a corto plazo al tiempo que incurre en riesgos a largo plazo. La pérdida de la confianza del inversor puede provocar una huida caótica del dólar y la deuda pública estadounidense. Un economista escribía hace poco en el Financial Times: "Espero que finalmente no haga falta una crisis para restaurar el equilibrio fiscal, pero me temo que hará falta". Era Peter Orszag, el primer responsable presupuestario de la administración Obama. Revelador.

La conveniente evasión de Obama

Robert J. Samuelson
Robert J. Samuelson
viernes, 28 de enero de 2011, 07:48 h (CET)
WASHINGTON - Fue una oportunidad de sentar cátedra - y Barack Obama no la sentó. A menos que la opinión pública cambie, no vamos a poner fin a nuestra parálisis presupuestaria. Como es bien sabido, los estadounidenses quieren frenar el déficit presupuestario. En un sondeo de la Kaiser Family Foundation, el 54% insta al Congreso y al presidente a "actuar rápidamente" y el 57% prefiere los recortes del gasto público a las subidas tributarias. Pero hay poco apoyo a los recortes en la seguridad social (64% en contra), Medicare (56%) y Medicaid (47%), que rozan la mitad del gasto federal. El discurso del Estado de la Nación daba a Obama la oportunidad de encarar las contradicciones y educar a los estadounidenses en las desagradables realidades de la administración desbocada. La rechazó.

Lo que se nos dio fueron tópicos vacíos. No vamos a quedar "enterrados bajo una montaña de deuda", afirmó Obama. Oye, enterrados estamos ya. Vamos a "ganar el futuro". No será engañándonos. Los estadounidenses creen que el déficit es un problema ajeno que se puede solventar gravando a las rentas más altas (dicen los progres) o poniendo fin al derroche (dicen los conservadores). Obama dio rienda suelta a estas fantasías.

Si el déficit se deriva principalmente de la recesión, no tiene importancia. Se contraerá a medida que la economía se recupere; la recaudación fiscal crecerá y el gasto público (el de la prestación por desempleo o las cartillas de alimentos) bajará. Desafortunadamente, no es el caso. Durante el ejercicio fiscal 2010, el déficit -- la diferencia entre el gasto público y la recaudación fiscal -- fue de 1,3 billones de dólares. De ese importe, alrededor de 725.000 millones es "déficit estructural" según Mark Zandi, de Moody's Analytics. Es decir, existirá incluso si la economía registra el pleno empleo (5,75% según los cálculos de Zandi).

Hasta este cálculo puede ser engañoso. Los tipos de interés en caída libre -- reflejo de la recesión y de la política de la Reserva -- han rebajado la servidumbre de la deuda pública a pesar del disparatado endeudamiento. En 2010, la servidumbre de la deuda federal era de 197.000 millones de dólares, inferior a los 253.000 millones de 2008. Pero a medida que la economía se consolide, los tipos de interés van a subir, contrarrestando parte del efecto benéfico sobre el déficit de la recuperación. Hacia el año 2020, la servidumbre anual podría acercarse a los 800.000 millones de dólares, según proyecta la Oficina Presupuestaria del Congreso.

No podemos celebrar un debate útil acerca del papel del gobierno -- lo que debería hacer, por quién y a expensas de quién - si los estadounidenses siguen estando desinformados. Obama debió haber disipado parte de los mitos presupuestarios comunes. Pensemos tres:

Mito: El problema es el déficit. La cuestión de fondo no es el déficit. Es el volátil gasto público en la tercera edad -- la seguridad social, Medicare y Medicaid - que amplía automáticamente el tamaño en la administración. Si ponemos fin al déficit con subidas tributarias, estaremos canjeando un problema (elevados déficit) por otro (elevados impuestos). Cualquiera de las dos cosas debilitaría la economía; y los impuestos acusadamente más altos representan una transferencia indeseable de riqueza de los contribuyentes jóvenes a los jubilados.

Mito: Eliminar el derroche o los programas ineficaces cuadrará el déficit. El Republican Study Committee - con 176 congresistas -- proponía hace poco recortes de más de 2,5 billones de dólares a lo largo de una década en programas independientes de la defensa y la tercera edad. Este plan liquida docenas de programas concretos. Bien, muchos de estos programas deberían desaparecer; son prescindibles o ineficaces. Considere un candidato a la eliminación, la Corporación de Radiodifusión Pública. En una sociedad empapada de información, es difícil justificar la subvención pública de la radio y la televisión.

Pero esta categoría presupuestaria solamente representa la sexta parte del gasto federal, y exprimirla castiga a muchas funciones vitales de la administración (la investigación, el transporte, el FBI). Los recortes de los Republicanos son sustanciales, en torno al 35%. Aun así, reducen el déficit proyectado un tercio como mucho. Durante la próxima década, ese déficit podría sumar en total entre 7 y 10 billones de dólares.

Mito: Los ancianos se han "ganado" su seguridad social y Medicare a través de sus retenciones en la nómina, que fueron sumando con vistas a su jubilación. Para nada. Los dos programas se pagan según se incurre en la deuda. Los impuestos de hoy están financiando las pensiones de hoy; muy poco "se ahorra". Incluso si todo se ahorrara, la mayoría de los jubilados recibiría pensiones que superarían con creces sus retenciones acumuladas. Considere un caballero que cumpliera los 65 años en 2010 y ganara un salario medio (43.100 dólares). A lo largo de su esperanza de vida, percibe 417.000 dólares ajustados a la inflación en prestaciones de la seguridad social y Medicare en comparación con una retención tributaria acumulada de 345.000 dólares, calcula un estudio del Urban Institute.

Es un cliché, pero es verdad: Las soluciones fáciles -- o populares -- no existen. Meter en cintura el presupuesto exige algún maridaje entre (a) reducir las pensiones de la tercera edad; (b) rebajar el alcance del resto de programas, incluyendo la defensa; y (c) subir los impuestos. Obama no sólo evitó tomar las decisiones. No enmarcó el debate de una forma que aclarase cuáles son las opciones. De manera que la opinión pública sigue confusa, y los políticos -- sensibles a la opinión pública -- siguen paralizados.

La evasión conveniente por parte de Obama es lo diametralmente opuesto al liderazgo presidencial. Maximiza las cifras de popularidad a corto plazo al tiempo que incurre en riesgos a largo plazo. La pérdida de la confianza del inversor puede provocar una huida caótica del dólar y la deuda pública estadounidense. Un economista escribía hace poco en el Financial Times: "Espero que finalmente no haga falta una crisis para restaurar el equilibrio fiscal, pero me temo que hará falta". Era Peter Orszag, el primer responsable presupuestario de la administración Obama. Revelador.

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