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Ángel Ruiz Cediel

El nuevo paradigma

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Lo único que no se debe hacer cuando se está en el fondo del pozo, es seguir cavando. Al menos, si es que se quiere salir de él, claro. Seguir en las mismas, buscar salida de él realizando los mismos actos que nos condujeron hasta su siniestro fondo, sólo puede suponer que los propios actos nos sepulten.

Crisis es una palabra inglesa que significa cambio. El nombre a estas situaciones que ponen cada tanto a la sociedad contra las cuerdas de la continuidad, desde luego no puede ser más adecuado. O se cambia, o se muere: no hay otra. Y esto es exactamente lo que está sucediendo en nuestra sociedad: o cambiamos los planteamientos y desarrollamos un nuevo paradigma, o estamos listos. Los políticos, que al fin y al cabo son los valedores de intereses financieros particulares, tratan de sobreponerse a la adversa situación rehabilitando la estructura del viejo sistema para seguir en las mismas, porque como es natural los que tienen y controlan quieren seguir teniendo y controlando, y seguir siendo los amos de la manada. Sin embargo, todo hace pensar que son esfuerzos baldíos, inútiles por su propia naturaleza, por más que nos carguen con impuestos y doctrinas para tontos. El barco en el que bogamos como sociedad no tiene una vía de agua, sino que se cae de puro viejo, está carcomido por la codicia y la angurria de unos pocos, y no tiene solución de flotabilidad. No importa lo que digan los expertos a sueldo: el sistema está kaputt.

Mi hija arquitecto me pedía el otro día una idea para salir adelante porque todos los estudios de arquitectura y todas las empresas de construcción estaban, o muertas, o en trámite de estarlo, y le dije que aplicara el I+D, pero cambiando la investigación por innovación. No se trata de implantar nuevas tecnologías (éstas sólo dejarán descolgadas nuevamente a la mayor parte de la población por razones obvias), sino de ser ingeniosos, de innovar, de implantar nuevos paradigmas. No es tiempo de ingenieros, sino de ingeniosos. Lo viejo, está muerto. El mundo, la sociedad, cambia, crece y precisa nuevos horizontes, y quienes no se adapten a él, están fuera de juego, son obsoletos y están muertos, lo sepan o lo ignoren.

Lo de ayer ya no vale, y empeñarse en buscar una actividad semejante a la de ayer es estar perdiendo el tiempo y perder la oportunidad de posicionarse ante los nuevos tiempos que llegan. El presente ya no está en la empresa tradicional, tal y como ha sido concebida hasta ahora, ni siquiera en la individualidad. Si se quiere sobrevivir a los tiempos que ya han llegado, no queda otra que buscar asociaciones fiables, clanes de acción, aunar esfuerzos e innovar, innovar e innovar. Luego vendrá el desarrollo, esa D que hay que materializar, estableciendo entre todo el clan los métodos pertinentes para convertir la idea en realidad.

No importa qué digan los gurús financieros, ni qué horizonte dibujen los políticos: el sistema ha muerto. Hoy es una guerra de divisas lo que está en ciernes, pero está ya en el disparadero desde hace algún tiempo la guerra por los recursos, y entretanto la población se multiplica. Las técnicas de presente inmediato son de supervivencia, porque en cualquier momento, en cualquier telediario, anunciarán el RIP definitivo, poco importa si porque se ha hundido un continente a causa de una catástrofe natural, si porque el terrorismo internacional ha golpeado en el corazón del futuro o si porque la guerra de divisas ha desatado la hambruna en el mundo. Demasiados codos rozan el tintero como para que no se derrame sobre el pliego, y en vano será entonces ponerse a trabajar por algo que ya no tiene solución. Los remedios hay que buscarlos antes de que los hechos sean irreversibles, y esta sociedad predadora está en su canto del cisne, antesala de lo que será su estrepitoso y fulminante derrumbe. Sólo los innovadores, los que sepan dar un giro adecuado a su actividad y su pensamiento, tendrán alguna oportunidad de seguir adelante.

El paradigma ha cambiado. Resistirse a él, es inútil y sólo conduce al fracaso. Cuando el huracán se desata más oportunidad de supervivencia tiene un junco que un roble. Es la hora de ser un junco, de buscar la hondonada junto al arroyo mejor que la cima de la colina. Lo que está más alto hace más ruido al caer. Es imprescindible, pues, innovar, asociarse, buscar el refugio del clan, afiliarse a los que ni mienten ni defraudan y aunar esfuerzos, acaso buscando la manera de ser autárquicos, ajenos a una sociedad que, por intereses de unos pocos, está en permanente equilibrio inestable. Demasiados elementos pueden fallar en el complejo circuito de la sociedad globalizada, casi infinitos, y basta con que sólo uno falle para que todo el edificio se derrumbe, aplastando a los que estén debajo. Aplicar la misma ecuación siempre dará el mismo resultado. De cajón.

El nuevo paradigma

Ángel Ruiz Cediel
Ángel Ruiz Cediel
martes, 16 de noviembre de 2010, 08:47 h (CET)
Lo único que no se debe hacer cuando se está en el fondo del pozo, es seguir cavando. Al menos, si es que se quiere salir de él, claro. Seguir en las mismas, buscar salida de él realizando los mismos actos que nos condujeron hasta su siniestro fondo, sólo puede suponer que los propios actos nos sepulten.

Crisis es una palabra inglesa que significa cambio. El nombre a estas situaciones que ponen cada tanto a la sociedad contra las cuerdas de la continuidad, desde luego no puede ser más adecuado. O se cambia, o se muere: no hay otra. Y esto es exactamente lo que está sucediendo en nuestra sociedad: o cambiamos los planteamientos y desarrollamos un nuevo paradigma, o estamos listos. Los políticos, que al fin y al cabo son los valedores de intereses financieros particulares, tratan de sobreponerse a la adversa situación rehabilitando la estructura del viejo sistema para seguir en las mismas, porque como es natural los que tienen y controlan quieren seguir teniendo y controlando, y seguir siendo los amos de la manada. Sin embargo, todo hace pensar que son esfuerzos baldíos, inútiles por su propia naturaleza, por más que nos carguen con impuestos y doctrinas para tontos. El barco en el que bogamos como sociedad no tiene una vía de agua, sino que se cae de puro viejo, está carcomido por la codicia y la angurria de unos pocos, y no tiene solución de flotabilidad. No importa lo que digan los expertos a sueldo: el sistema está kaputt.

Mi hija arquitecto me pedía el otro día una idea para salir adelante porque todos los estudios de arquitectura y todas las empresas de construcción estaban, o muertas, o en trámite de estarlo, y le dije que aplicara el I+D, pero cambiando la investigación por innovación. No se trata de implantar nuevas tecnologías (éstas sólo dejarán descolgadas nuevamente a la mayor parte de la población por razones obvias), sino de ser ingeniosos, de innovar, de implantar nuevos paradigmas. No es tiempo de ingenieros, sino de ingeniosos. Lo viejo, está muerto. El mundo, la sociedad, cambia, crece y precisa nuevos horizontes, y quienes no se adapten a él, están fuera de juego, son obsoletos y están muertos, lo sepan o lo ignoren.

Lo de ayer ya no vale, y empeñarse en buscar una actividad semejante a la de ayer es estar perdiendo el tiempo y perder la oportunidad de posicionarse ante los nuevos tiempos que llegan. El presente ya no está en la empresa tradicional, tal y como ha sido concebida hasta ahora, ni siquiera en la individualidad. Si se quiere sobrevivir a los tiempos que ya han llegado, no queda otra que buscar asociaciones fiables, clanes de acción, aunar esfuerzos e innovar, innovar e innovar. Luego vendrá el desarrollo, esa D que hay que materializar, estableciendo entre todo el clan los métodos pertinentes para convertir la idea en realidad.

No importa qué digan los gurús financieros, ni qué horizonte dibujen los políticos: el sistema ha muerto. Hoy es una guerra de divisas lo que está en ciernes, pero está ya en el disparadero desde hace algún tiempo la guerra por los recursos, y entretanto la población se multiplica. Las técnicas de presente inmediato son de supervivencia, porque en cualquier momento, en cualquier telediario, anunciarán el RIP definitivo, poco importa si porque se ha hundido un continente a causa de una catástrofe natural, si porque el terrorismo internacional ha golpeado en el corazón del futuro o si porque la guerra de divisas ha desatado la hambruna en el mundo. Demasiados codos rozan el tintero como para que no se derrame sobre el pliego, y en vano será entonces ponerse a trabajar por algo que ya no tiene solución. Los remedios hay que buscarlos antes de que los hechos sean irreversibles, y esta sociedad predadora está en su canto del cisne, antesala de lo que será su estrepitoso y fulminante derrumbe. Sólo los innovadores, los que sepan dar un giro adecuado a su actividad y su pensamiento, tendrán alguna oportunidad de seguir adelante.

El paradigma ha cambiado. Resistirse a él, es inútil y sólo conduce al fracaso. Cuando el huracán se desata más oportunidad de supervivencia tiene un junco que un roble. Es la hora de ser un junco, de buscar la hondonada junto al arroyo mejor que la cima de la colina. Lo que está más alto hace más ruido al caer. Es imprescindible, pues, innovar, asociarse, buscar el refugio del clan, afiliarse a los que ni mienten ni defraudan y aunar esfuerzos, acaso buscando la manera de ser autárquicos, ajenos a una sociedad que, por intereses de unos pocos, está en permanente equilibrio inestable. Demasiados elementos pueden fallar en el complejo circuito de la sociedad globalizada, casi infinitos, y basta con que sólo uno falle para que todo el edificio se derrumbe, aplastando a los que estén debajo. Aplicar la misma ecuación siempre dará el mismo resultado. De cajón.

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