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En clave cristiana lo real no es bueno porque esté exento de sufrimiento, sino porque incluye la compañía activa de un Dios que se implica. La realidad no es un sinsentido, sino que posee una lógica que debe ser revelada. Los medios de comunicación, muy especialmente los que son animados por la fe cristiana, deben y pueden servir a este ideal.
No se trata de propagar un optimismo infantil, sino de iluminar un mundo complejo, plagado de contradicciones y paradojas que no está naturalmente a la lucha entre contrarios. La amistad cívica es posible y los medios de comunicación están llamados a propagarla.
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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