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¿Estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial?

El inquietante futuro de la civilización

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En noviembre de 2018 se renovará la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, que puede que sirva para crear un contrapoder a Donald Trump. Previamente, el próximo 23 de abril, se celebrarán las elecciones presidenciales en Francia, que posiblemente lleve a la ultraderecha al poder. Y, entre medias, se consumará el brexit, que podría dar lugar al nacimiento de un nuevo imperio.

Es decir, en el plazo de dos años, el escenario político mundial puede dar un giro copernicano por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Mediatizada por una economía global cuya deriva es imprevisible, por un escenario geo-político que lo es aún más y un conflicto entre Oriente y Occidente que no hace sino agravarse permanentemente. La brecha social entre ricos y pobres que se agranda exponencialmente en la medida en que la economía especulativa va devorando a la economía productiva sin que nadie le ponga límites, ahogando a los Estados en una deuda que jamás se podrá pagar. Desempleo, desnutrición, hambrunas, muertes violentas y migraciones, son los daños “colaterales” de esta guerra financiera global a la que eufemísitcamente se le ha dado en llamar “crisis”.

¿Qué nos cabe esperar de los años venideros? Los gobiernos europeos ya han llegado a la conclusión de que hay que plantearse establecer un salario social que permita a los desempleados y a los trabajadores pobres llegar a fin de mes. ¿Pero solo con eso arreglamos el mundo? ¿Es posible mantener la paz y un mínimo de bienestar en una economía que hace aguas por todos lados: el mercado de la deuda, el mercado de las commodities, el mercado de divisas, la robotización, el fraude fiscal, la corrupción, la delincuencia internacional, la especulación con el precio de los alimentos, los recursos naturales y los bienes de primera necesidad? Los más optimistas piensan que sí, los más pesimistas sospechan que el mundo se está preparando para una Tercera Guerra Mundial.

Los países productores deslocalizan sus empresas, condenando a sus trabajadores al paro, expoliando los recursos de los países localizados llamados del Tercer Mundo, esclavizando a su población, causando auténticos desastres medioambientales. Y, para más inri, derivando sus beneficios a la economía especulativa o a paraísos fiscales.

La más que previsible alianza entre Estados Unidos y Reino Unido (Wall Street y la City), ocupará una posición privilegiada en el tablero político internacional, subordinando a una Unión Europea desvertebrada y desmotivada que cuenta con una moneda única, pero que carece de una fiscalidad común o un mercado único de deuda. En el otro lado del tablero, China y la Federación Rusa. Y, entreverados entre estas dos posiciones, los países de Latinoamérica y África. A lo que hay que añadir la permanente amenaza yihadista, expoliada por un Occidente incapaz de ceder mínimamente en su afán hegemónico-expansivo. Debajo del tablero, la inquietante bomba de relojería que es la burbuja financiera.

De aquí a dos años, si es que antes no ocurre una catástrofe, nos encontraremos en un mundo cuando menos inquietante. Y me temo que la ciudadanía cuenta con muy pocas armas para poder cambiar el curso de los acontecimientos.

El inquietante futuro de la civilización

¿Estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial?
Mario López
sábado, 28 de enero de 2017, 12:29 h (CET)
En noviembre de 2018 se renovará la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, que puede que sirva para crear un contrapoder a Donald Trump. Previamente, el próximo 23 de abril, se celebrarán las elecciones presidenciales en Francia, que posiblemente lleve a la ultraderecha al poder. Y, entre medias, se consumará el brexit, que podría dar lugar al nacimiento de un nuevo imperio.

Es decir, en el plazo de dos años, el escenario político mundial puede dar un giro copernicano por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Mediatizada por una economía global cuya deriva es imprevisible, por un escenario geo-político que lo es aún más y un conflicto entre Oriente y Occidente que no hace sino agravarse permanentemente. La brecha social entre ricos y pobres que se agranda exponencialmente en la medida en que la economía especulativa va devorando a la economía productiva sin que nadie le ponga límites, ahogando a los Estados en una deuda que jamás se podrá pagar. Desempleo, desnutrición, hambrunas, muertes violentas y migraciones, son los daños “colaterales” de esta guerra financiera global a la que eufemísitcamente se le ha dado en llamar “crisis”.

¿Qué nos cabe esperar de los años venideros? Los gobiernos europeos ya han llegado a la conclusión de que hay que plantearse establecer un salario social que permita a los desempleados y a los trabajadores pobres llegar a fin de mes. ¿Pero solo con eso arreglamos el mundo? ¿Es posible mantener la paz y un mínimo de bienestar en una economía que hace aguas por todos lados: el mercado de la deuda, el mercado de las commodities, el mercado de divisas, la robotización, el fraude fiscal, la corrupción, la delincuencia internacional, la especulación con el precio de los alimentos, los recursos naturales y los bienes de primera necesidad? Los más optimistas piensan que sí, los más pesimistas sospechan que el mundo se está preparando para una Tercera Guerra Mundial.

Los países productores deslocalizan sus empresas, condenando a sus trabajadores al paro, expoliando los recursos de los países localizados llamados del Tercer Mundo, esclavizando a su población, causando auténticos desastres medioambientales. Y, para más inri, derivando sus beneficios a la economía especulativa o a paraísos fiscales.

La más que previsible alianza entre Estados Unidos y Reino Unido (Wall Street y la City), ocupará una posición privilegiada en el tablero político internacional, subordinando a una Unión Europea desvertebrada y desmotivada que cuenta con una moneda única, pero que carece de una fiscalidad común o un mercado único de deuda. En el otro lado del tablero, China y la Federación Rusa. Y, entreverados entre estas dos posiciones, los países de Latinoamérica y África. A lo que hay que añadir la permanente amenaza yihadista, expoliada por un Occidente incapaz de ceder mínimamente en su afán hegemónico-expansivo. Debajo del tablero, la inquietante bomba de relojería que es la burbuja financiera.

De aquí a dos años, si es que antes no ocurre una catástrofe, nos encontraremos en un mundo cuando menos inquietante. Y me temo que la ciudadanía cuenta con muy pocas armas para poder cambiar el curso de los acontecimientos.

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