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No sólo fingimos no ver nada; a poco que nos descuidemos colaboramos directamente con las malas artes

Oportunismo encubierto

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“¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza fingiendo no ver nada?”
Bob Dylan. Flotando en el viento

Los trucos disponibles abundan. Compiten los intereses morbosos con la credulidad estúpida; ambos enturbian la convivencia hasta extremos intolerables. Una de esas artimañas gira en torno al encumbrado ídolo NUMÉRICO, tiene un amplio sector de adoradores en sus diferentes versiones. Los argumentos son lo de menos si les brotan los amigos anónimos en las redes inalámbricas; sí, sí, aunque ni se sepan los nombres ni se les conozca. De manera similar se comportan los teóricos simpatizantes de políticos, activistas y locuaces parlanchines. Es un impresionante acto de fe, los mensajes son los oráculos modernos. Si no mueven montañas, movilizan a las masas y sirven de excusa populista a los mangoneadores sin escrúpulos.

Las desviaciones a que sometemos a las palabras, a sus significados, enlazan con los ídolos mencionados en el párrafo anterior; derivándose de ello los usos contradictorios de las mismas en las relaciones cotidianas. Oteando las expresiones habituales, vislumbramos lo sucedido con la palabra CULTURA. Aunque todo lo sea, habrá grados cualitativos, digo yo. Chirría que el principal comentario sobre una conferencia se refiera al número de asistentes, sin la mínima consideración del valor de los argumentos aportados, resumidos en el título. Cruje el trato obsecuente dado por ciertos medios a los actos promovidos por grupos afines a los violentos. Visten la cultura con estos ropajes.

Suena bien el lema de la libertad de expresión; por fin libres, dirían los entusiastas. Pronto asoman los recelos. Si uno expresa su opinión en solitario, quizá sea libre, sólo quizá. En cuanto nos refiramos a la emisión o publicación de ideas u opiniones, la complejidad del asunto es evidente, tendenciosa en no pocas ocasiones; con los censores muy adaptados a la modernidad. A la CENSURA ya no le hacen falta los negros tachones, recurre a las truculencias de nuevo cuño. La concentración de medios permite a los capitostes propietarios el silenciamiento de los discordantes. La reiteración de trivialidades ahoga los razonamientos e impone criterios. Las réplicas se difuminaron. De donde, la pretendida dignidad del censor, luce sus indignidades.

Entre los variados pronunciamientos, no sólo se cuelan errores, sino que prospera un predominio inusitado de las expresiones equívocas emitidas a sabiendas; persiguen intereses mezquinos o, por malas artes, contribuyen a la confusión que experimentamos. Las FALSIFICACIONES se enseñorean del panorama hablado en la sociedad. Sobre todo si nos pillan desprevenidos, algo muy fácil, porque no alcanzamos el conjunto de los matices. Así, las explicaciones históricas desvirtúan las posibles interpretaciones, las memorias no pasan de simples recuerdos, el empleo de las palabras es una mera subjetividad inaccesible, Del dicho al hecho es el trayecto de las falsificaciones. Y del hecho a sus consecuencias resaltan los lamentos.

La consideración de cualquier asunto importante requiere de sus espacios dialécticos; en ellos afluirían las aportaciones reflexivas de los personajes mejor preparados para logros meritorios. El debate vendría a ser una invitación general a quienes conozcan del asunto. Sin embargo, los arribistas contribuyen a la ocupación masiva de los medios de comunicación. De tal guisa, la SATURACIÓN a base de mensajes triviales, medias verdades, reiteración de rumores chocantes o creando personajes ficticios, dejan fuera de lugar a las pausadas intervenciones calibradoras de los razonamientos. Saturados y agobiados, contemplamos las acciones de los agresivos mequetrefes de aviesas intenciones.

Bien está la defensa de las particularidades en tiempos de abusos globalizadores; es natural y necesaria. Contando con el riesgo peligroso del ensimismamiento a ultranza. Sin ánimo de corregirlo y con rasgos impositivos, acaba en barbarismo. Entre esas desproporciones suele arraigar la SECTORIZACIÓN hasta grados absurdos con sus consecuencias penosas. Sucede cuando no se respeta la propia pluralidad de sus integrantes. ¿Todos los de ese sector deben responder con un único pensamiento? ¿La complicidad con los delincuentes del lugar, incluso extorsionadores y asesinos, será tolerable; mientras se condenan esas actitudes en otros sectores? Algunos medran por dichos compartimentos.

Caminamos sobre realidades movedizas, suceden cambios impensados, nos sobrepasan los conocimientos, las sorpresas proliferan y las frustraciones acogotan. Ante tal inestabilidad, los impulsos personales sufren modelaciones increíbles; en ocasiones acaba tergiversada su orientación inicial. Deducimos de ese ambiente complejo el probable carácter equívoco de los grandes ENTUSIASMOS. Llevados de su potente sugestión, suelen desplazar a cuantos entorpecimientos hallan para su desarrollo. Conviene el implante de un cierto grado de sospecha modeladora, que filtre los nacientes desmadres. La inspiración fogosa, pocas veces contempla la existencia de gentes con otras aspiraciones.

En respuesta a la pregunta de Bob Dylan, considerando la realidad que palpamos, cabe una respuesta categórica; en cuantas ocasiones lo exija el guión de las actuaciones emprendidas. Aquel ribete melancólico de la pregunta, insinuante de una mirada frontal dirigida a la vida saludable en común, ha sido suplantado por el rimbombante ESPECTÁCULO con ínfulas de abarcarlo todo, a pesar de la escasa enjundia de su contenido. Embebidos del jolgorio originado, seguimos las directrices de los hilos manejados entre bambalinas por unos personajes encubiertos. Dirigen la función, dado el disimulo apocado de quienes giran la cabeza para no emitir su veredicto y no verse empujados a dar una respuesta responsable.

“Es un poco como si hubiera hombres para quienes la cultura es una cobertura superficial”; son palabras de George Steiner, a las que añado, superficial en cuanto atañe a las consideraciones de los oportunistas con respecto al resto de la gente; pero a esa cultura le sacan todo el provecho propio posible en unos afanados comportamientos inclementes. Cada uno profundiza a su aire en el sentido de la convivencia. Unos tiran y otros aflojan en este mundo desequilibrado. Las posibilidades son acaparadas por el OPORTUNISMO, en una especie de retorno a las regiones salvajes de la Naturaleza. Con lo cual, la tosquedad inicial es superada por unos pocos, a costa de muchísimos más.

Quién no reivindica un nuevo código para la mejora de las condiciones existenciales. Los posibles avances ocupan los anhelos naturales. Aunque quizá olvidamos el carácter de forzamiento que los códigos o normativas suponen para la gente corriente. Han de ser muy finos los perfiles para no coartar innecesariamente las expectativas de nadie. Y puesto que la igualdad no existe, las diferencias son la realidad; el OBJETIVO es nítido, el logro de un trato respetuoso para cada persona en medio del ensamblaje social, pero activos, evitando a toda costa el dislate abusivo de los engreídos dominadores.

Oportunismo encubierto

No sólo fingimos no ver nada; a poco que nos descuidemos colaboramos directamente con las malas artes
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de enero de 2017, 00:17 h (CET)
“¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza fingiendo no ver nada?”
Bob Dylan. Flotando en el viento

Los trucos disponibles abundan. Compiten los intereses morbosos con la credulidad estúpida; ambos enturbian la convivencia hasta extremos intolerables. Una de esas artimañas gira en torno al encumbrado ídolo NUMÉRICO, tiene un amplio sector de adoradores en sus diferentes versiones. Los argumentos son lo de menos si les brotan los amigos anónimos en las redes inalámbricas; sí, sí, aunque ni se sepan los nombres ni se les conozca. De manera similar se comportan los teóricos simpatizantes de políticos, activistas y locuaces parlanchines. Es un impresionante acto de fe, los mensajes son los oráculos modernos. Si no mueven montañas, movilizan a las masas y sirven de excusa populista a los mangoneadores sin escrúpulos.

Las desviaciones a que sometemos a las palabras, a sus significados, enlazan con los ídolos mencionados en el párrafo anterior; derivándose de ello los usos contradictorios de las mismas en las relaciones cotidianas. Oteando las expresiones habituales, vislumbramos lo sucedido con la palabra CULTURA. Aunque todo lo sea, habrá grados cualitativos, digo yo. Chirría que el principal comentario sobre una conferencia se refiera al número de asistentes, sin la mínima consideración del valor de los argumentos aportados, resumidos en el título. Cruje el trato obsecuente dado por ciertos medios a los actos promovidos por grupos afines a los violentos. Visten la cultura con estos ropajes.

Suena bien el lema de la libertad de expresión; por fin libres, dirían los entusiastas. Pronto asoman los recelos. Si uno expresa su opinión en solitario, quizá sea libre, sólo quizá. En cuanto nos refiramos a la emisión o publicación de ideas u opiniones, la complejidad del asunto es evidente, tendenciosa en no pocas ocasiones; con los censores muy adaptados a la modernidad. A la CENSURA ya no le hacen falta los negros tachones, recurre a las truculencias de nuevo cuño. La concentración de medios permite a los capitostes propietarios el silenciamiento de los discordantes. La reiteración de trivialidades ahoga los razonamientos e impone criterios. Las réplicas se difuminaron. De donde, la pretendida dignidad del censor, luce sus indignidades.

Entre los variados pronunciamientos, no sólo se cuelan errores, sino que prospera un predominio inusitado de las expresiones equívocas emitidas a sabiendas; persiguen intereses mezquinos o, por malas artes, contribuyen a la confusión que experimentamos. Las FALSIFICACIONES se enseñorean del panorama hablado en la sociedad. Sobre todo si nos pillan desprevenidos, algo muy fácil, porque no alcanzamos el conjunto de los matices. Así, las explicaciones históricas desvirtúan las posibles interpretaciones, las memorias no pasan de simples recuerdos, el empleo de las palabras es una mera subjetividad inaccesible, Del dicho al hecho es el trayecto de las falsificaciones. Y del hecho a sus consecuencias resaltan los lamentos.

La consideración de cualquier asunto importante requiere de sus espacios dialécticos; en ellos afluirían las aportaciones reflexivas de los personajes mejor preparados para logros meritorios. El debate vendría a ser una invitación general a quienes conozcan del asunto. Sin embargo, los arribistas contribuyen a la ocupación masiva de los medios de comunicación. De tal guisa, la SATURACIÓN a base de mensajes triviales, medias verdades, reiteración de rumores chocantes o creando personajes ficticios, dejan fuera de lugar a las pausadas intervenciones calibradoras de los razonamientos. Saturados y agobiados, contemplamos las acciones de los agresivos mequetrefes de aviesas intenciones.

Bien está la defensa de las particularidades en tiempos de abusos globalizadores; es natural y necesaria. Contando con el riesgo peligroso del ensimismamiento a ultranza. Sin ánimo de corregirlo y con rasgos impositivos, acaba en barbarismo. Entre esas desproporciones suele arraigar la SECTORIZACIÓN hasta grados absurdos con sus consecuencias penosas. Sucede cuando no se respeta la propia pluralidad de sus integrantes. ¿Todos los de ese sector deben responder con un único pensamiento? ¿La complicidad con los delincuentes del lugar, incluso extorsionadores y asesinos, será tolerable; mientras se condenan esas actitudes en otros sectores? Algunos medran por dichos compartimentos.

Caminamos sobre realidades movedizas, suceden cambios impensados, nos sobrepasan los conocimientos, las sorpresas proliferan y las frustraciones acogotan. Ante tal inestabilidad, los impulsos personales sufren modelaciones increíbles; en ocasiones acaba tergiversada su orientación inicial. Deducimos de ese ambiente complejo el probable carácter equívoco de los grandes ENTUSIASMOS. Llevados de su potente sugestión, suelen desplazar a cuantos entorpecimientos hallan para su desarrollo. Conviene el implante de un cierto grado de sospecha modeladora, que filtre los nacientes desmadres. La inspiración fogosa, pocas veces contempla la existencia de gentes con otras aspiraciones.

En respuesta a la pregunta de Bob Dylan, considerando la realidad que palpamos, cabe una respuesta categórica; en cuantas ocasiones lo exija el guión de las actuaciones emprendidas. Aquel ribete melancólico de la pregunta, insinuante de una mirada frontal dirigida a la vida saludable en común, ha sido suplantado por el rimbombante ESPECTÁCULO con ínfulas de abarcarlo todo, a pesar de la escasa enjundia de su contenido. Embebidos del jolgorio originado, seguimos las directrices de los hilos manejados entre bambalinas por unos personajes encubiertos. Dirigen la función, dado el disimulo apocado de quienes giran la cabeza para no emitir su veredicto y no verse empujados a dar una respuesta responsable.

“Es un poco como si hubiera hombres para quienes la cultura es una cobertura superficial”; son palabras de George Steiner, a las que añado, superficial en cuanto atañe a las consideraciones de los oportunistas con respecto al resto de la gente; pero a esa cultura le sacan todo el provecho propio posible en unos afanados comportamientos inclementes. Cada uno profundiza a su aire en el sentido de la convivencia. Unos tiran y otros aflojan en este mundo desequilibrado. Las posibilidades son acaparadas por el OPORTUNISMO, en una especie de retorno a las regiones salvajes de la Naturaleza. Con lo cual, la tosquedad inicial es superada por unos pocos, a costa de muchísimos más.

Quién no reivindica un nuevo código para la mejora de las condiciones existenciales. Los posibles avances ocupan los anhelos naturales. Aunque quizá olvidamos el carácter de forzamiento que los códigos o normativas suponen para la gente corriente. Han de ser muy finos los perfiles para no coartar innecesariamente las expectativas de nadie. Y puesto que la igualdad no existe, las diferencias son la realidad; el OBJETIVO es nítido, el logro de un trato respetuoso para cada persona en medio del ensamblaje social, pero activos, evitando a toda costa el dislate abusivo de los engreídos dominadores.

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