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Mario López

La muerte de la política y el patriotismo asimétrico

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Como deja bien demostrado el ranking mundial del Cato Institute, la libertad económica es inversamente proporcional a la libertad política. Está claro que el ideal del Gran Capital sería que en lugar de ciudadanos capaces de decidir sobre sus vidas independientemente de los intereses financieros, hubiera esclavos sumisos dispuestos a trabajar gratuitamente, alimentándose del aire y dispuestos a suicidarse en cuanto se requiriera una regulación de empleo.

Todo por mantener unas ciudades punteras, con residencias de lujo, maravillosos ingenios de la tecnología y equipos deportivos de primera fila, para el disfrute de los pocos que se lo puedan pagar; y lo están consiguiendo. Hay días que leer la prensa y desear montar una banda armada es todo uno. Si me pasa a mí que soy incapaz de matar una mosca, no sé qué les pasará por la cabeza a otros mucho mejor dispuestos que yo a tomarse la justicia por su mano. Ayer me dijo un señor sexagenario que pagaba tres euros diarios por la pensión. Cuando le dije que no me lo podía creer, me explicó que era lo que tenía que pagar él por dormir en el solado de la T-4. En fin. Si los mercados nos han dado un golpe mortal a nuestras economías, aún nos han causado mayor daño en nuestra política; la han matado. La política, siempre se ha dicho, iba a ser lo único que nos salvaría de la ley de la selva. Pues si los mercados nos obligan a regirnos por esa ley ancestral, pasándose por el arco del triunfo siglos de evolución, no nos quedará otra que echarnos al monte. Por no hablar de este extraño patriotismo futbolero. Patriotismo que, por ser suave, califico de asimétrico. Resulta que a los jubilados y pensionistas les va a costar dinero tener a una selección de fútbol en Sudáfrica, en cambio, a los jugadores, que se supone son los primeros interesados en el evento, no sólo les mandamos con todos los gastos pagados a un viaje de lujo, sino que se les va a incentivar con 500.000 euros a cada uno de ellos; propina que les correspondería por darnos esa abstracta, volátil y efímera satisfacción de ganar un campeonato de fútbol. En caso, por tanto, de traerse la copa (que ninguno de los paganos tocaremos y que a ninguno de nosotros sacará de pobre) el conjunto deportivo que mandamos al sur de África se llevará, como mínimo, 11 millones de euros. Con ese dinero se podría pagar la pensión anual de 1100 jubilados, la escolarización de más de 10 mil chavales o el tratamiento farmacológico durante un año de más de 2 mil enfermos portadores del VIH. ¿No es como para montar en cólera? En este estado de cosas, y como cualquier español en su sano juicio, lo último que deseo es que la selección española gane el mundial. Once millones de euros es una ahorro mayúsculo, muy superior al que supone la bajada de los sueldos de los miembros del Gobierno; y, hoy por hoy, aún considero más necesario un Gobierno que una selección de fútbol. Aún, aunque ya está faltando poco para que esto deje de ser así. A mí, porque se me pasó el arroz, que si no ya estaba reventando bancos a saco. Como cantaba Silvio Rodríguez, ojalá por lo menos que me lleve la muerte.

La muerte de la política y el patriotismo asimétrico

Mario López
Mario López
miércoles, 2 de junio de 2010, 06:14 h (CET)
Como deja bien demostrado el ranking mundial del Cato Institute, la libertad económica es inversamente proporcional a la libertad política. Está claro que el ideal del Gran Capital sería que en lugar de ciudadanos capaces de decidir sobre sus vidas independientemente de los intereses financieros, hubiera esclavos sumisos dispuestos a trabajar gratuitamente, alimentándose del aire y dispuestos a suicidarse en cuanto se requiriera una regulación de empleo.

Todo por mantener unas ciudades punteras, con residencias de lujo, maravillosos ingenios de la tecnología y equipos deportivos de primera fila, para el disfrute de los pocos que se lo puedan pagar; y lo están consiguiendo. Hay días que leer la prensa y desear montar una banda armada es todo uno. Si me pasa a mí que soy incapaz de matar una mosca, no sé qué les pasará por la cabeza a otros mucho mejor dispuestos que yo a tomarse la justicia por su mano. Ayer me dijo un señor sexagenario que pagaba tres euros diarios por la pensión. Cuando le dije que no me lo podía creer, me explicó que era lo que tenía que pagar él por dormir en el solado de la T-4. En fin. Si los mercados nos han dado un golpe mortal a nuestras economías, aún nos han causado mayor daño en nuestra política; la han matado. La política, siempre se ha dicho, iba a ser lo único que nos salvaría de la ley de la selva. Pues si los mercados nos obligan a regirnos por esa ley ancestral, pasándose por el arco del triunfo siglos de evolución, no nos quedará otra que echarnos al monte. Por no hablar de este extraño patriotismo futbolero. Patriotismo que, por ser suave, califico de asimétrico. Resulta que a los jubilados y pensionistas les va a costar dinero tener a una selección de fútbol en Sudáfrica, en cambio, a los jugadores, que se supone son los primeros interesados en el evento, no sólo les mandamos con todos los gastos pagados a un viaje de lujo, sino que se les va a incentivar con 500.000 euros a cada uno de ellos; propina que les correspondería por darnos esa abstracta, volátil y efímera satisfacción de ganar un campeonato de fútbol. En caso, por tanto, de traerse la copa (que ninguno de los paganos tocaremos y que a ninguno de nosotros sacará de pobre) el conjunto deportivo que mandamos al sur de África se llevará, como mínimo, 11 millones de euros. Con ese dinero se podría pagar la pensión anual de 1100 jubilados, la escolarización de más de 10 mil chavales o el tratamiento farmacológico durante un año de más de 2 mil enfermos portadores del VIH. ¿No es como para montar en cólera? En este estado de cosas, y como cualquier español en su sano juicio, lo último que deseo es que la selección española gane el mundial. Once millones de euros es una ahorro mayúsculo, muy superior al que supone la bajada de los sueldos de los miembros del Gobierno; y, hoy por hoy, aún considero más necesario un Gobierno que una selección de fútbol. Aún, aunque ya está faltando poco para que esto deje de ser así. A mí, porque se me pasó el arroz, que si no ya estaba reventando bancos a saco. Como cantaba Silvio Rodríguez, ojalá por lo menos que me lleve la muerte.

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