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Parecen reducirse de manera notable las posibilidades del bueno de Pedro Sánchez para retomar la dirección de la secretaría general de su partido. El de Tetuán, humilde distrito madrileño que lo vio crecer y convertirse en un político sin prejuicios, sigue levantando grandes pasiones entre sus incondicionales allá donde va, pero la cosa ya no pinta ni mucho menos tan bien como al principio de renunciar al acta de diputado. Ni el propio Sánchez, consciente de lo que se le puede venir encima, no cuenta hoy ni con la mitad de fuelle que entonces. Y es que todos estos meses transcurridos calentando banquillo, le han pasado factura.
Me niego en redondo a aceptar como fidedigna la tesis de que su tren camino a Moncloa pasase sin detenerse en Ferraz. Otra cosa muy distinta es que Pedro Sánchez ignorara por sistema y sin ambages las señales que le invitaban a unirse al convoy. No hace tanto tiempo de eso, es cierto, pero aun así quedan ya lejanas en el espacio-tiempo, si es que alguna vez las tuvo, sus ínfulas de gobernante en ciernes. Otro en su lugar, pero con muchos menos escrúpulos, habría pactado hasta con el mismísimo diablo si eso le ayudaba a auparse ni que fuera un solo peldaño en sus aspiraciones, algo que ciertamente tan sólo le pasó por la cabeza a Pedro cuando las circunstancias le fueron particularmente propicias.
Ignoro si su periplo por las diferentes federaciones socialistas, con el que Sánchez parecía dispuesto a reafirmarse con la adhesión de las bases a un programa de gobierno cuya máxima preponderante era evitar que Mariano Rajoy volviese a gobernarnos cuatro años más, le habrá servido de algo. Espero que sí, francamente, pero eso no lo sabremos mientras que la gestora que dirige la formación desde su cesantía se digne a poner una fecha concreta para celebrar un congreso que se presagia ciertamente complicado.
En cuanto a la presidenta andaluza, somos muchos los que intuimos que se postulará asimismo para ocupar ese cargo, pero como Susana Díaz todavía no se ha pronunciado al respecto resulta precipitado extenderse cuando ni tan siquiera se ha puesto fecha a un congreso que clama con urgencia para su celebración.
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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