Damien Monier, del Cofidis, se lució en Peio Terme, donde finalizaba la 17ª etapa del Giro de Italia, para lograr su primer triunfo como profesional. El francés formó parte de la escapada del día y fue el más atento en la parte final. Se fue con Hondo y Kruijswijk, a los que atacó en el momento preciso, y dejó con la miel en los labios a Dani Moreno, quizá el más fuerte del resto, quien realizó una persecución que sólo le sirvió para ser cuarto.
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Álvaro Calleja / SIGLO XXI
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Si un chico de Zaldivar, del Euskaltel-Euskadi, llamado Rubén Pérez, de 28 años, estrenaba su palmarés, le inauguraba, hoy en Alemania, otro chico, éste de Clermont-Ferrand, del Cofidis, un año menor, que responde al nombre de Damien Monier, hacía lo mismo, probaba el sabor de la victoria por primera vez con la etiqueta de profesional, camino de Peio Terme, en pleno Giro de Italia.
Y lo hacía de una manera inmejorable, de una manera brutal, de una manera impecable. Eligió la forma más bonita de ganar, dando una exhibición, atacando, siendo el más atento, el más listo, el más combativo. Monier se vistió de Moncoutie, combativo como pocos, que para algo comparten equipo, comparten colores, y culminó la página más bonita de su vida, también la más valiosa, con un demarraje final a falta de tres kilómetros cuando parecía el más agotado de los tres de cabeza.
Un genial, un brillante remate final para una jornada en la que todos miraban, todas los ojos apuntaban a David Arroyo, que iba como la Pantera Rosa, entero de rosa, casco rosa, gafas rosas, equipación rosa, guantes rosas, calcetines rosas, bicicleta rosa, quien tenía que seguir peleando por su sueño. Y aguantó. Y ahí sigue, a punto de dar un susto a más de uno, a punto de emular a aquel gallego de Mos que hizo tambalear los corazones de los principales favoritos del Tour 2006.
El talaverano no tuvo ningún problema para seguir el arreón en los últimos kilómetros del Liquigas, esos que van de verde, que van muy fuerte, que tienen un verdadero equipazo, y el posterior intento de Michele Scarponi, uno de los corredores de ese conjunto que tiene casi más patrocinadores que todo el resto del pelotón junto, el Minardi, escudería ya antigua, ya leyenda, del ciclismo, cuando la pancarta de meta ya asomaba por el horizonte. La que al cruzar tachó un día más en el calendario de su viaje a Verona.
Tachó, para ser exactos, el 26 de mayo de 2010, la fecha con la que hará un cuadro Damien Monier, quien, al contrario, cosas de este deporte, cosas del deporte, desearía que este día nunca acabase, nunca llegase a su fin. Y es que siempre recordará, sobre todo cuando esta noche no pueda ni dormir, ese momento en el que decidió, él o su director, coger la amplia fuga que después se convertiría en la gran protagonista de la jornada. Fuga en la que también andaba metido un simpático madrileño de 28 años, Dani Moreno, líder del Omega Pharma-Lotto, quien está en el Giro para ir al Tour y que hoy acabó cuarto. Cuarto y pensando en la oportunidad perdida. En qué hubiera pasado si hubiese cogido la rueda de Monier, si hubiese cogido la rueda de Danilo Hondo o de Steven Kruijswijk, los otros dos que se jugaron la victoria con el francés que terminó firmando con su nombre la 17ª etapa de un Giro del que aún queda lo mejor.