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“Fíjate en mí, me he esforzado para llegar de la nada a la pobreza extrema” Groucho Marx

La condena del español: bogar y ciar a un tiempo

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Verán ustedes cuando, en un país, sus ciudadanos tienen una cierta vergüenza en reconocerse patriotas, respetar sus símbolos o defender sus instituciones es que, seguramente, algo no anda bien. Cuesta encontrar a una nación que, como ocurre en la nuestra, resultan ser más encendidos patriotas, nacionalistas y se baten más el cobre para intentar conseguir su independencia, determinados grupos minoritarios, de ciertas comunidades autónomas, que los ciudadanos que no comparten tales sentimientos, que son los primeros que debieran salir en defensa de la unidad patria, el respeto a las leyes comunes, la democracia acordada por todos y el mantenimiento de todos los lazos que nos han unido a través de siglos de convivencia y fraternidad y, no obstante, se muestran abúlicos y pasivos.

De un tiempo a esta parte, cuando precisamente daba la sensación de que España había sido capaz de superar la parte más dura de la crisis y se empezaban a notar ciertos síntomas de resurgimiento de nuestra economía y disminución de nuestra exagerada tasa de paro; hemos sufrido lo que se podría definir como un grave ataque de amnesia colectiva, en virtud del cual una parte importante, casi un 50% del pueblo español, vayan ustedes a saber por qué extraños embrujamientos, han perdido los recuerdos de lo que fue el gobierno socialista del señor Rodriguez Zapatero, sus fatales consecuencias económicas y sociales, sus errores en la política internacional, sus fracasos en cuestiones de subvenciones y mejoras sociales, para las cuales no había previstos medios adecuados de sostenimiento etc. Como si nada de todo ello hubiera sucedido; como si, a finales del 2011, aquel gobierno de pacotilla no hubiera tirado la toalla, dejando una nación al borde de la quiebra y a un paso de tener que sufrir la humillación de que, desde Europa, se hubiera acudido a nuestro rescate, lo que hubiera supuesto entregarnos en manos de los famosos hombres de negro y el inicio de unas rebajas y restricciones que, en cuanto a privaciones, consecuencias salariales, recortes de pensiones, y menguas en general del nivel del bienestar; los sacrificios hechos en España nos hubieran parecido un simple catarro en comparación con una neumonía grave. Lo ocurrido en Grecia, con el señor Psipras y su partido comunista Syriza a la cabeza sería, sin duda, un espejo en el que mirarnos para darnos cuenta de lo hubiera sido si, Rajoy, no hubiera evitado el que la nación hubiera sido intervenida por los enviados del BCE, el FMI y la Comisión Europea.

Como suele suceder habitualmente en nuestro país, no se sabe si por una especie de instinto masoquista, siempre surgen, en el momento menos oportuno, aquellos carroñeros que buscan sacar provecho de una situación que creen que les es propicia, intentando aprovechar el disgusto de aquellos que ha sido azotados por la crisis, que se han visto obligados a hacer sacrificios o que han salido más perjudicados, como consecuencia de su particular afectación por la famosa burbuja inmobiliaria, para arrimar el ascua a su sardina. Grupos, como los comunistas bolivarianos, enviados desde Venezuela por Maduro; los separatistas catalanes, junto a los anarquistas de la CUP, que buscan sacar ventaja de un gobierno débil para seguir en sus intentos de conseguir la independencia o los mismos socialistas que, en manos del señor Pedro Sánchez, intentaron, por simples intereses personales y particulares de su dirigente, romper la unidad de los españoles, buscar salidas que hubieran facilitado la desmembración de España y ahora, el comportamiento actual del partido, una vez apartado de la primera fila del mando su anterior secretario general, sigue siendo el de seguir obstaculizando la labor del Gobierno aunque, eso sí, siempre en medio de un caos general, donde cada cual tira para sí sin que nadie sepa cuál va a ser el resultado final de este enfrentamiento que se lleva produciendo entre las distintas facciones del PSOE.

Hasta el partido del señor Rajoy, el que decidió optar por intentar un gobierno en minoría, parece que no acaba se decidirse respeto a la nueva política a la que le obliga su minoría en el Parlamento. Lo cierto es que, si bien parece que hay algunos temas sobre los que se vienen desarrollando conversaciones con los principales partidos de la oposición, que se pudieran considerar como constructivas (en una primera fase cogida con alfileres), como es el caso de esta reunión de responsables de educación de todos los partidos para el loable intento de pergeñar una Ley de Educación que pudiera tener el consenso de la mayoría de los partidos constitucionalistas españoles. Lo que ya no vemos tan claro es el caso de la aprobación de los PGE, un tema de suma importancia, aunque, al parecer, la cuestión de la fijación del máximo de gasto para las autonomías sigue un camino aparte, ya que se están negociando con los distintos representantes de las distintas comunidades autónomas. El tema, como es evidente se centra en sí, como parece que espera el señor Rajoy, va a conseguir sacar adelante esta legislatura sin dejarse en ella una parte importante de la filosofía del partido en concesiones y claudicaciones ante la oposición o si, como hasta ahora parece que va a ser la tónica parlamentaria, se va a ver obligado a encajar, una tras otra, una serie de derrotas parlamentarias, de modo que llegue un momento en el que le va a ser imposible seguir cediendo y se vea obligado, una vez más, a convocar nuevas elecciones solo que, en este caso, quizá ya no tenga las mismas posibilidades y ventajas, de las que gozaba si las hubiera convocado para este mes de diciembre, dejando que fracasara la investidura y permitiendo a los socialistas y a Sánchez que se salieran con la suya; algo que, con toda seguridad, le hubiera beneficiado al PP ya que, incluso dentro de los simpatizantes del PSOE, la postura de negarse al diálogo adoptada por Sánchez, era vista como una gran equivocación.



Lo cierto es que, en esta España de hoy en día, es difícil prever lo que va a ocurrir si, como es fácil pensar, seguimos empeñados en mantenernos enfrentados, a cara de perro, los unos con los otros. Si convertimos la política, no en un medio de llegar a acuerdos, de buscar lo mejor para todos los españoles y para toda la nación; sino en buscar las causas de desencuentro que tengan su origen en lo que fueron los enfrentamientos guerra civilistas; en persistir en pretender solucionar actualmente lo que debió de quedar en el olvido, una vez la guerra concluyó y después de 80 años en los que la nación ha sido capaz de buscar la mejora del nivel de vida del pueblo español, sin enzarzarse, como parece ser que pretenden los recién llegados de Podemos y los separatistas catalanes, en batallas idealistas, en confrontaciones sin razón y en intentos absurdos que parecen tener el apoyo de una parte de la juventud ( aquella que ha sido víctima del adoctrinamiento de la extrema izquierda), sin tener en cuenta que todos estos intentos revolucionarios, anticapitalistas, antisistema, neocomunistas y ácratas, de acabar con todo lo construido para, sobre sus escombros, edificar un nuevo sistema social basado en los postulados izquierdistas, consistentes en la plena igualdad, en la estatalización de la economía, en el dirigismo doctrinario, en la masificación y en la supresión o descalificación de la iniciativa privada y de la ley de oferta y demanda; no ha tenido, en ninguno de los países en los que se ha ensayado, otro resultado que el fracaso, la pobreza generalizada, la pérdida de las libertades individuales, la dictadura y la tiranía, como existen abundantes ejemplos en tierras americanas, suficientes para desacreditar a todos aquellos que nos pretenden vender como exitos todos estos intentos que han tenido lugar, con grandes fracaso de resultados, en aquellos países indigenistas en los que se han ensayado las teoría bolivarianas como el gran remedio al caciquismo de quienes sucedieron en el poder a los españoles cuando fueron rechazados de ellos. Hoy saben que se equivocaron.

Como ha sucedido en muchas colonias una vez han conseguido su independencia, el periodo de adaptación que precisan para aprender a ser un país libre e independiente, en muchas ocasiones precisa de largos periodos revolucionarios para que, los ciudadanos, acaben por entender que sin emprendedores, sin disciplina, sin técnicos preparados, sin modernidad y sin libertades individuales y vía libre a la iniciativa privada, no existen alicientes, intereses, empeños y esfuerzos que conduzca a una nación a la prosperidad, a conseguir un nivel de vida digno para sus habitantes y a poder conseguir los servicios sociales que toda nación civilizada debe tener para todos sus ciudadanos.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, cuesta entender como todavía los hay que se dejan seducir por estos falsos profetas que, con recetas políticas obsoletas y de amarga experiencia, intentan convertir a países, no en la miseria o empobrecidos como son muchas de las repúblicas sudamericanas, sino a una nación como es la nuestra, situada en uno de los primeros lugares de la economía europea y, por supuesto, muy por encima de estas naciones latinas que intentan ponernos como ejemplo todos estos activistas que nos han invadido y han sido capaces de llevarnos a una situación en la que, el porvenir de España, está puesto en cuestión, principalmente, por la falta de energía, decisión y valentía de aquellas instituciones que hubieran debido poner coto a este maremágnum, antes de que, como ha sucedido, los que buscan el descalabro de nuestro país, fueran capaces de situarse, como lo han hecho, en condiciones de condicionar nuestro futuro. Lo malo es que nadie es capaz de predecir si, la reacción que reclamamos para ahora, llegue un momento en el que sea preciso hacerla con otros medios y otras consecuencias. Algunas veces quien tira de la cuerda se da cuenta de que, en ocasiones, se rompe y entonces…

La condena del español: bogar y ciar a un tiempo

“Fíjate en mí, me he esforzado para llegar de la nada a la pobreza extrema” Groucho Marx
Miguel Massanet
jueves, 1 de diciembre de 2016, 00:54 h (CET)
Verán ustedes cuando, en un país, sus ciudadanos tienen una cierta vergüenza en reconocerse patriotas, respetar sus símbolos o defender sus instituciones es que, seguramente, algo no anda bien. Cuesta encontrar a una nación que, como ocurre en la nuestra, resultan ser más encendidos patriotas, nacionalistas y se baten más el cobre para intentar conseguir su independencia, determinados grupos minoritarios, de ciertas comunidades autónomas, que los ciudadanos que no comparten tales sentimientos, que son los primeros que debieran salir en defensa de la unidad patria, el respeto a las leyes comunes, la democracia acordada por todos y el mantenimiento de todos los lazos que nos han unido a través de siglos de convivencia y fraternidad y, no obstante, se muestran abúlicos y pasivos.

De un tiempo a esta parte, cuando precisamente daba la sensación de que España había sido capaz de superar la parte más dura de la crisis y se empezaban a notar ciertos síntomas de resurgimiento de nuestra economía y disminución de nuestra exagerada tasa de paro; hemos sufrido lo que se podría definir como un grave ataque de amnesia colectiva, en virtud del cual una parte importante, casi un 50% del pueblo español, vayan ustedes a saber por qué extraños embrujamientos, han perdido los recuerdos de lo que fue el gobierno socialista del señor Rodriguez Zapatero, sus fatales consecuencias económicas y sociales, sus errores en la política internacional, sus fracasos en cuestiones de subvenciones y mejoras sociales, para las cuales no había previstos medios adecuados de sostenimiento etc. Como si nada de todo ello hubiera sucedido; como si, a finales del 2011, aquel gobierno de pacotilla no hubiera tirado la toalla, dejando una nación al borde de la quiebra y a un paso de tener que sufrir la humillación de que, desde Europa, se hubiera acudido a nuestro rescate, lo que hubiera supuesto entregarnos en manos de los famosos hombres de negro y el inicio de unas rebajas y restricciones que, en cuanto a privaciones, consecuencias salariales, recortes de pensiones, y menguas en general del nivel del bienestar; los sacrificios hechos en España nos hubieran parecido un simple catarro en comparación con una neumonía grave. Lo ocurrido en Grecia, con el señor Psipras y su partido comunista Syriza a la cabeza sería, sin duda, un espejo en el que mirarnos para darnos cuenta de lo hubiera sido si, Rajoy, no hubiera evitado el que la nación hubiera sido intervenida por los enviados del BCE, el FMI y la Comisión Europea.

Como suele suceder habitualmente en nuestro país, no se sabe si por una especie de instinto masoquista, siempre surgen, en el momento menos oportuno, aquellos carroñeros que buscan sacar provecho de una situación que creen que les es propicia, intentando aprovechar el disgusto de aquellos que ha sido azotados por la crisis, que se han visto obligados a hacer sacrificios o que han salido más perjudicados, como consecuencia de su particular afectación por la famosa burbuja inmobiliaria, para arrimar el ascua a su sardina. Grupos, como los comunistas bolivarianos, enviados desde Venezuela por Maduro; los separatistas catalanes, junto a los anarquistas de la CUP, que buscan sacar ventaja de un gobierno débil para seguir en sus intentos de conseguir la independencia o los mismos socialistas que, en manos del señor Pedro Sánchez, intentaron, por simples intereses personales y particulares de su dirigente, romper la unidad de los españoles, buscar salidas que hubieran facilitado la desmembración de España y ahora, el comportamiento actual del partido, una vez apartado de la primera fila del mando su anterior secretario general, sigue siendo el de seguir obstaculizando la labor del Gobierno aunque, eso sí, siempre en medio de un caos general, donde cada cual tira para sí sin que nadie sepa cuál va a ser el resultado final de este enfrentamiento que se lleva produciendo entre las distintas facciones del PSOE.

Hasta el partido del señor Rajoy, el que decidió optar por intentar un gobierno en minoría, parece que no acaba se decidirse respeto a la nueva política a la que le obliga su minoría en el Parlamento. Lo cierto es que, si bien parece que hay algunos temas sobre los que se vienen desarrollando conversaciones con los principales partidos de la oposición, que se pudieran considerar como constructivas (en una primera fase cogida con alfileres), como es el caso de esta reunión de responsables de educación de todos los partidos para el loable intento de pergeñar una Ley de Educación que pudiera tener el consenso de la mayoría de los partidos constitucionalistas españoles. Lo que ya no vemos tan claro es el caso de la aprobación de los PGE, un tema de suma importancia, aunque, al parecer, la cuestión de la fijación del máximo de gasto para las autonomías sigue un camino aparte, ya que se están negociando con los distintos representantes de las distintas comunidades autónomas. El tema, como es evidente se centra en sí, como parece que espera el señor Rajoy, va a conseguir sacar adelante esta legislatura sin dejarse en ella una parte importante de la filosofía del partido en concesiones y claudicaciones ante la oposición o si, como hasta ahora parece que va a ser la tónica parlamentaria, se va a ver obligado a encajar, una tras otra, una serie de derrotas parlamentarias, de modo que llegue un momento en el que le va a ser imposible seguir cediendo y se vea obligado, una vez más, a convocar nuevas elecciones solo que, en este caso, quizá ya no tenga las mismas posibilidades y ventajas, de las que gozaba si las hubiera convocado para este mes de diciembre, dejando que fracasara la investidura y permitiendo a los socialistas y a Sánchez que se salieran con la suya; algo que, con toda seguridad, le hubiera beneficiado al PP ya que, incluso dentro de los simpatizantes del PSOE, la postura de negarse al diálogo adoptada por Sánchez, era vista como una gran equivocación.



Lo cierto es que, en esta España de hoy en día, es difícil prever lo que va a ocurrir si, como es fácil pensar, seguimos empeñados en mantenernos enfrentados, a cara de perro, los unos con los otros. Si convertimos la política, no en un medio de llegar a acuerdos, de buscar lo mejor para todos los españoles y para toda la nación; sino en buscar las causas de desencuentro que tengan su origen en lo que fueron los enfrentamientos guerra civilistas; en persistir en pretender solucionar actualmente lo que debió de quedar en el olvido, una vez la guerra concluyó y después de 80 años en los que la nación ha sido capaz de buscar la mejora del nivel de vida del pueblo español, sin enzarzarse, como parece ser que pretenden los recién llegados de Podemos y los separatistas catalanes, en batallas idealistas, en confrontaciones sin razón y en intentos absurdos que parecen tener el apoyo de una parte de la juventud ( aquella que ha sido víctima del adoctrinamiento de la extrema izquierda), sin tener en cuenta que todos estos intentos revolucionarios, anticapitalistas, antisistema, neocomunistas y ácratas, de acabar con todo lo construido para, sobre sus escombros, edificar un nuevo sistema social basado en los postulados izquierdistas, consistentes en la plena igualdad, en la estatalización de la economía, en el dirigismo doctrinario, en la masificación y en la supresión o descalificación de la iniciativa privada y de la ley de oferta y demanda; no ha tenido, en ninguno de los países en los que se ha ensayado, otro resultado que el fracaso, la pobreza generalizada, la pérdida de las libertades individuales, la dictadura y la tiranía, como existen abundantes ejemplos en tierras americanas, suficientes para desacreditar a todos aquellos que nos pretenden vender como exitos todos estos intentos que han tenido lugar, con grandes fracaso de resultados, en aquellos países indigenistas en los que se han ensayado las teoría bolivarianas como el gran remedio al caciquismo de quienes sucedieron en el poder a los españoles cuando fueron rechazados de ellos. Hoy saben que se equivocaron.

Como ha sucedido en muchas colonias una vez han conseguido su independencia, el periodo de adaptación que precisan para aprender a ser un país libre e independiente, en muchas ocasiones precisa de largos periodos revolucionarios para que, los ciudadanos, acaben por entender que sin emprendedores, sin disciplina, sin técnicos preparados, sin modernidad y sin libertades individuales y vía libre a la iniciativa privada, no existen alicientes, intereses, empeños y esfuerzos que conduzca a una nación a la prosperidad, a conseguir un nivel de vida digno para sus habitantes y a poder conseguir los servicios sociales que toda nación civilizada debe tener para todos sus ciudadanos.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, cuesta entender como todavía los hay que se dejan seducir por estos falsos profetas que, con recetas políticas obsoletas y de amarga experiencia, intentan convertir a países, no en la miseria o empobrecidos como son muchas de las repúblicas sudamericanas, sino a una nación como es la nuestra, situada en uno de los primeros lugares de la economía europea y, por supuesto, muy por encima de estas naciones latinas que intentan ponernos como ejemplo todos estos activistas que nos han invadido y han sido capaces de llevarnos a una situación en la que, el porvenir de España, está puesto en cuestión, principalmente, por la falta de energía, decisión y valentía de aquellas instituciones que hubieran debido poner coto a este maremágnum, antes de que, como ha sucedido, los que buscan el descalabro de nuestro país, fueran capaces de situarse, como lo han hecho, en condiciones de condicionar nuestro futuro. Lo malo es que nadie es capaz de predecir si, la reacción que reclamamos para ahora, llegue un momento en el que sea preciso hacerla con otros medios y otras consecuencias. Algunas veces quien tira de la cuerda se da cuenta de que, en ocasiones, se rompe y entonces…

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’A porta gayola’. Entre taurinos, forma de recibir al toro cuando sale al ruedo. Wikipedia añade que es el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles; antes de que el animal salga, y cuando se produce la embestida, lo burla con una larga cambiada. Espectacular y peligrosa, pues el animal puede salir deslumbrado y arrollar al torero sin ver ni obedecer al capote.

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